Entre valles y ríos, la montaña y un marco inigualable de pura naturaleza, unos hermanos mendocinos ofrecen experiencias únicas a caballo. Los recorridos siguen las huellas de San Martín y otras rutas singulares, para llegar al corazón de los Andes y al silencio absoluto.
Con los primeros rayos del sol y la fogata ya encendida, entre mate y mate, se ensillan los caballos para emprender la cabalgata hasta el límite con la República de Chile. Ese sol de la mañana de Diciembre acompaña, y diferentes cerros, valles y lagunas, son las primeras postales en este viaje especial. El primer escollo con el que se encuentra el grupo es el caudaloso Río Grande, que desciende de las montañas por el gran deshielo. El ascenso continúa durante unas horas, apreciando todo tipo de flora y fauna andina, hacia el Valle de las Cargas, donde se encuentra el refugio, lugar para hacer un descanso y almorzar. El sol y las nubes de la tarde vigilan el ascenso, con mucho esfuerzo, sobre las laderas rocosas hasta el hito que demarca el límite con el país vecino. La cordillera nos abraza, la magnitud de las montañas nos hacen ver cada vez más pequeños. Las horas siguen pasando, nuestros amigos los caballos conocen muy bien el terreno que no es fácíl. Continúan las charlas, anécdotas, el tiempo se detiene totalmente y la manera de contemplar algo de esta magnitud nos deja atónitos.
Emprendemos la vuelta, y luego de unas pocas horas, se interrumpe para reunirse alrededor de una fogata, comer un asado y jugar una partida de truco, relatos de por medio. Hacemos noche en el refugio, y emprendemos la vuelta al amanecer.
Así es el espíritu de los recorridos que ofrece Centinela Turismo, que se dedica al turismo exclusivo de aventura. El objetivo es abrir paso a explorar en carne propia la experiencia cuyana y la historia que guarda la cordillera de los Andes. Esto se traduce, por ejemplo, en uno de sus programas, una especie de peregrinación de días y noches hacia los restos de aquel avión que el 13 de octubre de 1972, trasladando a los jugadores de rugby de Uruguay, se precipitó sobre nuestras cumbres, dejando apenas un puñado de sobrevivientes. Pero la estrella es, sin dudas, el recorrido por la cordillera mendocina que revive formas de vida de una de las columnas sanmartinianas: el heroico Paso del Coronel Freire. Llegar a uno de los puntos más altos, depende sólo del grupo, ya que el camino se diseña a medida. Los días y las noches transcurren a caballo, abriendo camino hacia un refugio oculto a 2.300 metros de altura. Durante el día, el contingente disfruta de la quietud y la pesca de salmónidos, únicamente importunados por el vuelo de un cóndor receloso. Por las noches, pasados los fogones y cantares, cuando ya todo es silencio y negrura, el mismo cielo que veló por el grupo durante la jornada parece irreconocible con su manto refulgente de estrellas.
Por Gonzalo Correas
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