Por: Emilia Zavaleta
Uno de los recursos históricos más utilizados para la cohesión cultural en Argentina y el resto de la región, ha sido la literatura. A través de escritos como novelas, relatos y revistas, se ha intentado encontrar el camino para cultivar y educar a la población con el objetivo de formar una nación basada en una única identidad cultural. Por supuesto que las directivas tenían un importante perfil político, dependiendo de cada época. La ola de inmigración que se llevó a cabo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX fue una de las causas principales para activar los cánones educativos que tenían como fin promover una historia, una tradición y una voz unificada de una nación ilustrada: LA IDENTIDAD.
Los programas educativos y políticos se diseñaban con ese fin. Pero además existieron por mucho tiempo las llamadas “sociedades literarias”, creadas para reforzar la calidad social de la literatura y rechazar los modelos literarios extranjeros. Una cultura literaria propia que alimentara al patriotismo y luego al nacionalismo: EL SABER Y LA CIENCIA.
Originalmente la sociedad literaria estaba formada por un grupo de personas interesadas en la literatura y su promoción. Los encuentros se llevaban a cabo en casas de familias, salones o cámaras de retórica – como se le llamaba en Europa la edad media -, donde se discutía sobre algún género en particular o autores de interés.
Durante las épocas más turbulentas, debido a corrientes políticas restrictivas o estructuras religiosas estrictas, estas reuniones se realizaban clandestinamente, y así cobraban un cometido más específico, el de la estrategia para la revolución. Toda lectura, narrativa o poética, guardaba mensajes que se revelaban entre los miembros de la sociedad generando un DIÁLOGO que en muchas ocasiones se convertía en debates y discusiones revolucionarias.
En la historia argentina, el mejor ejemplo han sido las famosas tertulias nacidas durante la gesta de la revolución de mayo. Si bien eran eventos sociales, escondían debates y mensajes que generalmente se fundaban en intercambios literarios, manifiestos y contratos sociales como los de Rousseau, Voltaire y Montesquieu.
Con el tiempo se fueron gestando escritos patrióticos y de protesta como los de la Generación del ‘37 de Echeverría, Alberdi y Gutierrez, o las novelas de José Marmol y Domingo Sarmiento. Los autores y autoras (Juana Manuela Gorriti y Juana Manso fueron dos grandes novelistas de la cultura del siglo XIX) intercambiaban sus escritos y poesías, suscitando así una red literaria por correspondencia que en ese momento estaba custodiada por los chasquis, posteriormente el telégrafo y finalmente el correo nacional.
En ocasiones se los encontraba en salones de Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile y Lima. Las casas de las grandes familias patricias eran las más famosas, como por ejemplo la de la “influencer” de la época, la Sra. Mariquita Sánchez de Thompson Mendevielle.
El 13 de enero de 1822 surgió la primera Sociedad Literaria en la ciudad de Buenos Aires, que fue impulsada por el doctor don Bernardo de Monteagudo. En esos encuentros se discutían cuestiones políticas y se leían trabajos jurídicos literarios y filosóficos. Llegó a tener veinticinco miembros entre ellos Vicente López, Esteban de Luca, Cosme Argerich, y Valentín Alsina y la publicación de la primera revista literaria argentina “la Abeja” que difundió la cultura a nivel popular.
En Chile también se creó algo similar en 1842, con un grupo conformado por importantes personajes del ámbito social, político y literario con el fin de fomentar la originalidad de los creadores nacionales y reforzar la importancia de la literatura local. Sus miembros sostenían que era imposible articular una literatura desligada de la realidad social.
La ciudad de Lima durante la segunda mitad del siglo XIX concentró un movimiento de mujeres escritoras presidido en gran parte por la salteña Juana Manuela Gorriti. Con el propósito de hacerse un lugar en la sociedad, Gorriti formó una escuela para educar a las niñas y creó en su casa un “salón literario” donde se reunían personalidades de la cultura que tenía al reconocido escritor peruano Ricardo Palma como su principal exponente. Allí se destacaron escritoras como Clorinda Matto de Turner y Teresa González de Fanning entre otras. El espíritu literario era el marco ideal donde comunicar la necesidad de emancipación de la mujer y su rol fuera del ámbito doméstico.
Ya más cerca del 1900 las sociedades estaban lideradas por estudiantes. La Sociedad Literaria Deán Funes fue una de las primeras asociaciones culturales de la ciudad de Buenos Aires. Fue fundada entre 1877 y 1878 por un grupo de estudiantes universitarios de derecho, con el objetivo de fomentar el cultivo de la literatura y las ciencias, y establecía poner a disposición de los socios, en su salón de lectura, “los diarios y periódicos nacionales y extranjeros como también otras publicaciones útiles y amenas” y “fundar una Biblioteca pública y un Periódico puramente científico-literario” entre otras cosas.
El siglo XX tuvo a la prensa como protagonista de difusión cultural, con los diarios y revistas que poco a poco ocupaban el rol de comunicadores para toda la sociedad. La literatura se manifestaba en los medios informativos y el acceso a los libros se democratizó debido a la aparición de las editoriales. Las discusiones literarias, entonces, aparecían en el diario del lunes.
Los avances tecnológicos y la era digital de alguna manera rompieron con los grupos cerrados literarios, masificando el consumo pero a su vez quitándole el lugar a la lectura tradicional e histórica, la poesía y la narrativa clásica, que fueron reemplazados por el mail y las redes sociales. El proceso de globalización se orientó al borramiento de las fronteras, con acceso a la información inmediata de cualquier origen y estilo. Pero como todo avance, tuvo su lado negativo: en muchos casos se fue perdiendo la identidad cultural respaldada por la literatura.
Hoy se busca volver a las bases, a rescatar parte de la esencia nacional y regional y separarla de la intervención extranjera o la influencia desmedida de corrientes publicitarias bajo slogans de consumo trivial y arbitrario.
Se intenta revalorizar el humanismo, la cultura letrada que se basa en tradiciones, costumbres e historia. Y en ese camino hacia la identidad también se empiezan a saldar deudas con temáticas olvidadas o relegadas como por ejemplo las autoras mujeres, los relatos de pueblos originarios. La literatura permite reconstruir la historia y resurge como una oportunidad para rescatar la memoria cultural a través de la narrativa, la filosofía, la poesía y el canto popular.
Es un momento para “sacar partido” del contexto ya que nos hace reflexionar acerca de nuestra identidad como pueblo y nos convoca a tender puentes y generar un diálogo, presencial o virtual. La literatura reconstruye la historia para darle sentido al presente y pensar en el futuro. Es una guía de comprensión de la realidad social que nos permite seguir conociendo y descubriendo la riqueza cultural en el mundo de “las letras”.
En Argentina el 15 de junio es el día del libro, a raíz de una iniciativa del Consejo Nacional de Mujeres, que en 1908 entregó ese día los premios de su concurso literario. En 1924, aquel Consejo logró que el presidente Marcelo T. de Alvear firmara un decreto que lo declaró como “Fiesta del Libro”. No es casual además, que esa misma fecha corresponda al natalicio de la primera novelista argentina Juana Manuela Gorriti.
Con este propósito y ante la importancia que merece el conocimiento de la literatura nacional y regional, la autora creó una Sociedad Literaria desde “Mulanas: Mujeres en la historia latinoamericana” para promover un espacio de intercambio cultural en pos del fortalecimiento de nuestra identidad literaria reuniendo la fuerza intelectual femenina.
Para más información y formar parte de la “Tribu Mulanas”: www.mulanas.com.ar
@sermulanas / @emiliazavaleta