Escritor y comediante venezolano, su exitosa carrera se basa en un humor negro y de crítica hacia el gobierno de su país.
¿Cómo surgió tu vocación por el humor?
Surgió de niño he estado obsesionado con el stand up, me gustaba mucho la comedia. Me llamaba mucho hacer reír. Admiraba a mis primos mayores por el hecho de que me hacían reír a mí. Buscaba que mi familia se riera. La primera vez que lo conceptualice en mi mente, fue la primera vez que tuve un micrófono en mi mano, ahí dije “ok este poder también lo tengo yo”. No necesariamente fue en un stand up, micrófono me refiero a algo metafórico. De repente era dando una exposición en el colegio. Yo podía dar una exposición en el colegio, sin saber de que estaba hablando y la gente estaba entretenida, creo que por ahí va la mano. Es ahí donde me doy cuenta y digo “ey esto me gusta”. En el colegio descubrí que esto era parte de mi vida. Y más de grande, trabajaba en una agencia de comedia en Venezuela y un día me llamo uno de mis jefes de ese momento y me dijo que debía hacer stand up. Me obligó y esa misma semana reserve un micrófono abierto en Caracas y desde ese entonces no he parado. Le agradezco mucho a esa persona que fue la responsable de hacer eso por mí.
¿Cómo vivís la comedia dentro del plano de reclamo en tu país?
Es difícil porque entras en un dilema muy particular, reclamarle algo al régimen venezolano en tono de comedia puede significar un atentado en contra de tu libertad y bienestar. Es una batalla que se puede librar mejor estando afuera para que tu libertad y tu seguridad no corran peligro. Pero hay que tomar decisiones importantes allí. En cuanto a tomar un riesgo de seguridad por hacer un reclamo en forma de chiste, ya lo hice, tuve consecuencias importantes en mi vida, sigo reclamando y señalando la locura que se vive en el régimen de maduro en Venezuela pero ya hice lo que pude, y hay que aceptar que hay derrotas en ese tipo de cosas… Vale la pena hacer justicia, decir las cosas, y señalar las injusticias pero también la seguridad de uno es importante.
¿Cuándo dejaste Venezuela y porque elegiste México?
Me fui el 3 de enero del 2018 por razones políticas, por unas amenazas que tuve de parte del gobierno, por chistes que yo hacía… y que hago. Elegí México porque tiene un trato artístico muy especial donde uno se puede desarrollar como comediante, como artista, de una manera muy óptima. Hay mucha receptividad, hay un mercado real, que consume comedia y en mi idioma.
¿Hubo viajes que marcaron tu vida?
Si por supuesto, nunca voy a olvidarme cuando dimos un show en Paris, en un barcoteatro en el Río Sena. Ese día aterrizamos allí y fuimos a la Torre Eiffel, quedamos impresionados y dijimos “no puede ser que la comedia nos trajo hasta acá”. Ese fue un gran momento.
¿Y un mal momento que recuerdes de la comedia?
Bueno el hecho de que yo haya tenido que huir de mi país por la comedia precisamente y ser target de la quema de redes sociales porque hay personas que no terminan de entender y de aceptar que hay humor que no es para ellos. Ese fue un muy mal rato sobre todo que yo básicamente tenía que levantarme al segundo uno porque comenzaba mi primera gira internacional, un mes después de que tuve que huir. Enfrentarme a ese miedo de que van a ir allá a verme para joderme o matarme, sentía eso, esa paranoia. Después te das cuenta que no, pero eso si fue un muy mal rato.
¿Cómo te libraste de esa paranoia?
Haciendo más comedia. Tengo un amigo que es piloto, una vez tuvo un accidente en el avión que piloteaba, luego de eso él estaba muy estresado y su padre le dijo que volara de nuevo, que no le de tiempo a su cerebro a que le tenga miedo a eso. Y lo mismo aplico yo para mí. Ese episodio que yo viví, que fue tan horrible, se me quito obligándome a mi mismo. De la misma manera que si he tenido una mala noche de stand up, allí busco no parar de hacerlo.
¿Cuáles son las mejores satisfacciones de tu trabajo?
Cuando veo que una cosa que yo escribí y funciona en la tarima, eso es de mis sentimientos más atesorados y preferidos. Lo valoro mucho y hay pocos sentimientos como ese. También el que tengo ahora, que es lograr vivir de mi comedia. Yo lo visualizaba de chico pero tenerlo es muy raro, es un sentimiento muy ambiguo.
¿Cómo haces para vivir tanto el presente y ser tan práctico?
Mucha gente hace terapia por eso y no lo logra. Precisamente mi entorno es terapéutico, estoy rodeado por psiquiatras y psicólogos, desde muy pequeño me enseñaron a resolver problemas, más que a tenerlos. He llevado mucho eso a mi ámbito profesional y por eso los fracasos y golpes tardé poco en superarlos. Obviamente va de la mano que llevo 20 años haciendo terapia. No tiene un mérito especial en mí, más que insistir en mi salud mental. Entonces a la gente que este en terapia y todavía no ha logrado ese pragmatismo, paciencia que se llega y también depende de la gente con la que uno se rodea.
¿Qué enseñanza te ha dejado la pandemia?
Que el mundo no va a esperar a que te recuperes, lo que sea que te quedo estacionado. Por ejemplo voy a hablar del mundo de la comedia: se nos cerraron muchas posibilidades de poder presentarnos en vivo, que es de lo que el comediante vive y come. Podría haberme pasado toda la pandemia quejándome de que no me podía presentar en un show. Me enfoque en solucionar el problema que me dio la pandemia en vez de vivir el problema que me dio la pandemia. Eso aprendí, a moverme a pesar de que me quiten lo que tengo.
¿Qué sueños te quedan por cumplir?
Me quedan muchos. Tengo el orgullo de decir que estoy abriéndole camino a muchos comediantes latinoamericanos en clubes americanos, clubes que nunca le habían abierto sus puertas a los latinoamericanos, y hoy en día estoy abriendo esas puertas. De eso estoy muy orgulloso. Me he visto cada vez en teatros más grandes, que mis podcasts y mi plataforma crezcan es un objetivo. Mi sueño es terminar de marcar la comedia en español como siempre he querido. Y lo voy a lograr, no tengo dudas, no sé como ni cuando, de que me agarra la muerte intentándolo, me agarra.
Por: Gabriela de los Santos