Un lunes por la tarde hace casi 20 años, cuando era una joven reportera sobre temas políticos, el director de recursos humanos me pidió que pasara por su oficina. Cuando salí de allí, cinco minutos después, ya no tenía trabajo. Sin dudas no es un hecho tan sorprendente: desde 2008, las redacciones periodísticas estadounidenses se han reducido a la mitad. Pero en ese momento, me quedé atónita. De un momento a otro pasé de tener un «empleo estable» (aunque fuera mal pago) a nada en absoluto. Y peor aún: me despidieron el lunes 10 de septiembre de 2001. Mi búsqueda laboral al día siguiente no salió como estaba prevista. Eventualmente, por supuesto, encontré otro trabajo. Pero experimenté el profundo estrés de convertirme en una desempleada al borde de una crisis nacional. Eso es exactamente lo que muchos estadounidenses estamos experimentando hoy.
El país acaba de tener el peor colapso económico de tres meses en su historia, con 20 semanas seguidas de más de un millón de estadounidenses que presentan solicitudes por desempleo. Las cosas se volvieron aún más terribles cuando expiró el beneficio semanal de 600 dólares que había mantenido a muchos desempleados a flote. Dado el curso impredecible de la pandemia, es imposible contar con una rápida recuperación. En cambio, lo que he aprendido, a través de mi experiencia personal y escribiendo un libro sobre el futuro del trabajo, es esto:
Estos días, todo el mundo necesita un ingreso adicional. La seguridad es nunca permitirnos ser dependientes de un solo empleador. Quienes tienen empleo pueden preguntarse: ¿De dónde sacaría el tiempo?, ¿cómo podría hacerlo?, ¿por dónde empezar?.
Mientras escribía mi libro “Tu yo emprendedor” descubrí algunos principios que cualquiera de nosotros puede utilizar para desarrollar un flujo de ingresos lateral en pequeñas cuotas a lo largo del tiempo.
Primero, incluso quienes desconocen su área de especialización, cuentan con un entorno que sí la identifica. Casi todo el mundo tiene amigos a quienes acudir por ciertos favores: hacerles fotos, ayudarles a organizar guardarropas, mejorar su currículum o el perfil de LinkedIn. Los buscan porque reconocen sus habilidades inusuales, y ahora es el momento de tomar nota sobre ellas.
En segundo lugar, hay que probar el concepto. Nadie desea pagar por algo que quien lo ofrece nunca antes había hecho. Pero, cuando la oferta es deseable, muchas personas son capaces de levantar la mano para convertirse en un «probador beta” gratuito. Implica un bajo riesgo para ellos: incluso si la cena preparada no alcanza los estándares de un chef profesional sigue siendo una decente cena gratis. Y es una forma de validar la idea ya que es una muy mala noticia cuando nadie quiere un producto o servicio, incluso si es gratis.
Finalmente, es hora de cobrar. Probablemente un nuevo emprendedor no obtenga las mejores tarifas al principio.Pero sobre la base de referencias de sus “probadores beta” debería poder ganar un poco de dinero con su actividad paralela. Y con el tiempo, a medida de que perfeccione sus habilidades y confianza, y acumule clientes felices, aumentará su capacidad de cobrar más.
En mi caso he desarrollado múltiples flujos de ingresos: desde dar clases en escuelas de negocios, charlas magistrales, escribir libros, coaching ejecutivo, cursos online y más. Y cuando la crisis golpea, la diversificación crea resiliencia.
Ciertamente se acerca un gran cambio, pero no sabemos cómo ni cuándo. Por eso, la mayor
seguridad profesional posible para todo nosotros, incluidos aquellos con «empleos estables», está en construir fuentes de ingresos paralelos que puedan ayudar a proteger nuestras finanzas.
Publicado en colaboración con Newsweek. Texto de Dorie Clark, docente de la Universidad de Duke Fuqua School of Business y autora de libros sobre emprendedurismo.