Hace unos años, los directivos de JP Morgan se referían al “mundo cripto” como una farsa. Hoy, y después de la crisis económica desencadenada por el COVID-19, las divisas digitales ganan protagonismo al ser consideradas como un activo refugio para protegerse de la volatilidad de los mercados, o como sistema de pago.
El escenario actual parece bastante optimista, aunque sus efectos nocivos sobre el planeta preocupan por un impacto directo en el medio ambiente.
¿QUÉ ES UNA CRIPTOMONEDA?
El dinero cibernético no es dinero tradicional ni está respaldado aún por ningún país. Las criptomonedas se generan a partir de los “bloques” de información que genera la tecnología blockchain.
La cadena de bloques es un sistema que permite la conexión de una gran cantidad de nodos o fuentes de información para compartir esos datos informáticos de manera simultánea con diferentes puntos de la cadena de manera segura, eliminando posibilidades de mal uso o hackeo.
De esta manera, las criptomonedas son el resultado de la auditoría o de la organización de esos bloques (conocido como minería de datos) que se realiza para garantizar la seguridad de esas cadenas. Éstas pueden ser intercambiadas y operadas como cualquier otra divisa tradicional, pero están fuera del control de los gobiernos e instituciones financiera.
¿CUÁL ES SU IMPACTO AMBIENTAL?
Al ser monedas digitales, en un principio se pensó que reduciría la contaminación al medioambiente, debido al bajo uso de materiales utilizados en operatorias bancarias tradicionales, principalmente el papel. La cierto es que no es tan así, según un reciente estudio de los economistas Alex de Vries y Christian Stoll, del banco central holandés y del MIT, cada transacción de bitcoin es igual genera la misma cantidad de desechos electrónicos que tirar dos iPhones a la basura.
El gasto tan grande en energía viene acompañado de las infraestructuras necesarias para llevar a cabo el proceso de minería, mediante superordenadores que requieren un potente sistema de refrigeración para resolver complejos cálculos.
Algunos expertos pronostican que esta problemática medioambiental irá en aumento si su precio, que es variable, sigue en ascenso. Tiene lógica, pues a más valor de la criptomoneda, más se minará y más ordenadores se usarán.
Según un estudio de la Universidad de Cambridge, en los últimos meses, Argentina ha consumido más energía en el minado del Bitcoin que todo el país sudamericano en el total de otras acciones.