Por Adriana Amado (*)
Una metáfora muy citada de Marshall McLuhan habla de mirar el presente con un espejo retrovisor. Esa idea condensa esa costumbre de explicar la actualidad con miradas añejas. Como pasa con la crisis democrática del siglo XXI y el rol que en ella tienen los medios y del periodismo. Esas dos instituciones nacieron a mediados del siglo XIX, acompañando los procesos de consolidación del Estado Nación. El rol de los medios en aquella democracia naciente no es la misma que en estos tiempos de democracia decadente.
Desde el punto de vista de la información pública, el cambio más trascendente es que el periodismo ya no es el único actor encargado de producirla ni los medios tienen ya la exclusividad para difundirla. La ciudadanía lleva años experimentando con otras formas de conversar entre sí y de proponer agendas propias. Calentamiento global, violencia étnica, de género, insatisfacción democrática, son algunos temas que pasaron de las calles y las redes a los medios y, de ahí, a la política.
A la inversa, la prensa insiste en poner en primer plano la agenda que pautan los funcionarios, que es irrelevante más allá de los columnistas especializados. Para recuperar la relevancia y las audiencias perdidas, los medios tienen que hacer interesante lo importante. Eso no tiene nada que ver con el escándalo, que sube el rating por unos minutos, sino de retomar la agenda de sus comunidades para volver a entusiasmar a la sociedad en las noticias que hoy languidecen en el ombliguismo del gobierno.
Los medios nunca llegaron a ser el cuarto poder en países como Argentina, que no lograron consolidar los otros tres poderes republicanos en todo su ciclo democrático. Pero tienen una inmensa oportunidad para ser un espacio donde se expresen los climas sociales que hoy deben buscar otros espacios.
(*) Dra. en ciencias sociales. Su último libro es «Las metáforas del periodismo».
Publicada originalmente en la edición impresa de Newsweek Argentina