Sergio Massa, que alguna vez prometió meter presos a los corruptos, apareció en la foto con Cristina Kirchner, el mismo día en que esta fue acusada como la jefa de una asociación ilícita que, junto a Néstor Kirchner, instaló “una extraordinaria matriz de corrupción”. No son ironías de la historia, son falsedades de las personas, las que el paciente tiempo revela con minuciosidad.
El que está ganando una página en la historia es el fiscal Diego Luciani, que comenzó la develación de una pieza forense de la indecencia política, del crimen que corroe a las democracias, la corrupción.
Al sur del país se extiende la geografía de la escena del delito en la causa Vialidad: la provincia gobernada por los Kirchner. Santa Cruz es evidencia a cielo abierto de las rutas mal hechas, nunca terminadas, construidas para romperse y, sin embargo, carísimas, que tuvieron en promedio un 60% de sobreprecios, según el expediente. Aquel empleado bancario que cobrara facturas de luz y gas se había convertido en poco tiempo en millonario por devenir en el inusitado dueño de una empresa de bandera familiar, creada por un presidente incluso antes de poner un pie en la Casa Rosada y que creció al calor del poder nacional.
“La corrupción se mostró como un comportamiento habitual”, señaló el fiscal marcando el escándalo de lo evidente, y sus consecuencias. “La organización corrupta tiende a la permanencia hasta ser parasitaria”, agregó, describiendo la capacidad de infiltración de prácticas de encubrimiento para burlar los órganos de control.
La matriz, cuyo corte transversal empezó a describir, expone la degradación de la política desnaturalizada de sus fines para crear bienes públicos y convertida en un artefacto de latrocinio. No hay dudas de que pedirá una condena para los 13 imputados, con preminencia de Cristina Kirchner. Pero para eso deberá probar su rol y anticipó que analizará los 51 contratos viales, que son el cuerpo documental del delito.
En este sentido, el tribunal valorará aquellos elementos que demuestren la jefatura. “José, atendeme un minuto. Lázaro. Gracias.”, dice uno de los chats de Báez mostrados en el compendio de prueba. José es José López, el que se hizo famoso o infame por arrojar bolsos con dólares en un convento. “Es para coordinar con lo que me dijo la señora”, le agrega Báez. Ejemplos como este muestran el rol de la entonces presidenta, mencionada como “la señora”, que para el fiscal, no era marginal, ni de desconocimiento, sino logístico, operativo y de comando. Diego Luciani lo explica así: “Fue un plan creado y avalado desde las más altas esferas. Nunca importaron las rutas, las obras, las personas, los trabajadores, ni el dinero de las arcas del estado. Sólo pagar los certificados y limpiar todo: impunidad.”
Desde temprano Cristina Kirchner se mostró conectada a la sesión por zoom que le evitó concurrir a los tribunales. Pero, a lo largo del día, la misma mujer que hace sólo un par de semanas publicó un video contra la Corte y contra quienes la investigan no tuvo nada para decir. De pronto, eligió la indiferencia o se quedó sin palabras.
La foto en que iba a aparecer entrada la tarde, es la foto de otra asociación. Es la foto que deja afuera al presidente. ¿Qué habrá pensado Silvina Batakis que aún es la ministra de Economía, ahora fantasmagórica, pero que cruzó 24 días y 24 noches el desierto de la ausencia de aval de Cristina? Que la primera fotografía de Sergio Massa con la vicepresidenta sea anterior a su asunción y no incluya al presidente es sintomático de una acción en pinza que, según la reconstrucción de los hechos, comenzó cuando aún Martin Guzmán era ministro de Economía.
Las presiones de La Cámpora no fueron sin embargo su espada de Damocles, sino la debilidad del presidente que en el arbitraje final no pudo ordenar que dos funcionarios de Cristina fueran desplazados del área de Energía a pesar de que estaban en la órbita del ministro. Batakis fue la resistencia solitaria y final de Alberto Fernández. Ahora, Cristina hasta parece dispuesta a tolerar como si nada, mucho más de lo que crucificó a Guzmán. Cosas del poder.
La foto de Cristina con Massa es la foto de un golpe institucional, amortiguado por el contubernio y la necesidad, para hacer un bypass de poder luego de debilitar al máximo al presidente que más se dejó debilitar desde el regreso a la democracia. En este trío no hay inocentes.
La expectativa que genera Sergio Massa en los mercados es cierta. Todos saben que no tiene otra que jugarse todas las fichas a hacerlo bien y que por poder siempre estuvo dispuesto a todo. Ese contorsionismo hoy le sirve de insólita garantía y es el que pone en segundo plano, esa nimiedad de los valores o las contradicciones morales. En medio de la malaria, cualquier atisbo de estabilidad propicia indultos de los más extraños. Los repentinos crédulos suelen ser parte del folklore y tienen caras parecidas a las de los devotos tempranos del fenecido Alberto moderado.
A horas de las nuevas medidas económicas, en busca de revertir las calamidades de un gobierno en el que la suerte estaba echada, las opciones son varias.
1- Que con el envión de las expectativas logre un set de medidas creíbles y pueda sostenerlas, aunque sean neoliberales para los cumpas.
2- Que a pesar de la foto y la pose, choque con la misma negativa de Cristina Kirchner que chocó Guzmán para cortar gastos, dejar de emitir y aumentar tarifas.
3- Que la inercia inflacionaria, las metas con el Fondo y el estado de dudas sean mucho más complejos y fuertes que las aspirinas del marketing y algunos fuegos artificiales.
El escenario 1, elevaría a Massa a presidenciable, y ahí se definiría otra batalla que ya existe en forma larvada entre él y Cristina, porque ambos tienen la ambición del liderazgo total. El escenario 2, sería el de otra simulación articulada por la vice para luego despegarse de las demoníacas políticas de ajuste diciendo que nadie le había avisado. El escenario 3 de colapso, es el que estábamos presenciando hasta hace 5 minutos, es gravísimo y no conviene olvidar que se estaba desenvolviendo ante nuestros ojos.
Por más escenas teatrales que aparezcan en iluminadas marquesinas, no es comedia sino drama, hondo drama lo que estremece a la Argentina. Nadie lo sabe mejor que el ciudadano de a pie, cuya calidad de vida, se deshoja en penas, al paso cruel y sin pausa de la fulminante inflación. Cristina y Sergio sonríen para la foto.