En diálogo con la agencia Reuters, el CEO de AstraZeneca, Pascal Soriot, aseguró que el laboratorio podría dejar en el largo plazo el negocio de las vacunas, que lo hicieron mundialmente famoso por haber desarrollado la primera vacuna contra el COVID-19, en sociedad con la Universidad de Oxford.
Según afirmó, los retrasos en la producción, las investigaciones de los reguladores después de casos raros pero graves de efectos secundarios y las preocupaciones sobre su corta vida útil en comparación con otras inyecciones comprometieron la participación de Astrazeneca en el tratamiento de largo plazo contra el COVID-19.
Tras haber sido uno de los pioneros en la lucha contra la pandemia, que lleva dos años y medio, ahora los países prefieren invertir en vacunas con tecnología de ARN mensajero, como las de Pfizer y Moderna. De hecho, la vacuna de AstraZeneca no consiguió la aprobación de las autoridades sanitarias de los EEUU.
Pero si bien Soriot explicó que la empresa sigue comprometida en la lucha contra el coronavirus (está ampliando su cartera de terapias contra el Covid, pero también contra el virus respiratorio RSV, entre otros), advirtió: «No puedo estar seguro de que vayamos a quedarnos ahí». Sugirió así que se concentrarían en otras infecciones.
Las palabras del CEO responden en parte a la inquietud de los inversores, que vienen sembrando dudas sobre la estrategia de concentrar sus esfuerzos en la competencia dentro de la lucha contra el Covid, que el año pasado le generó ventas por US$ 3.900 millones. En ese marco, a fines de 2021 la empresa creó una división separada para sus vacunas y terapias con anticuerpos.
Finalmente, y pese a este panorama incierto, Soriot aseguró que no se arrepiente de haber apostado a la vacuna contra el COVID-19 y haber salvado 6 millones de vidas en todo el mundo.
