Es difícil definir al peronismo, un intento reiterado, frustrado y frustrante.
No queda más remedio que recortar la propuesta inicial y afirmar sin pretensión de agotar el tema que el peronismo bautismal de Perón y Eva Perón fundó la Argentina moderna, un ciclo de ascenso social y los fundamentos estructurales de la extensa clase media, signo distintivo de nuestro país hasta mediados de los años ’70, en que se interrumpe el segundo ciclo sustitutivo e irrumpe la valorización financiera, con la última dictadura militar.
El período comprendido entre los años 1946 y 1955 dio forma sin duda a la gran arquitectura de la sociedad sostenido por un ciclo de ascenso social inédito a punto de que, al ser derrocado Perón en el año 1955, los trabajadores participaban el 50% de la riqueza total generada. Esto supuso un motivo suficiente para que los sectores entonces dominantes propiciaran el golpe de Estado, inaugurando la famosa “grieta”.
La gramática del poder denomina «grieta» a los efectos -políticos, sociales, económicos, jurídicos y culturales- que se producen tras la irrupción de un proyecto popular contra-hegemónico. Bastará que este proyecto desaparezca para que regrese la «normalidad» hegemónica, y así se cierre «la grieta».
De hecho, no hubo grieta mientras el sistema de representación política cambiaba de director, pero la orquesta tocaba la misma melodía. Por caso en 1983, tras el breve interregno de Bernardo Grinspun, con la llegada de Juan Sourrouille, se produjo el desembarco neoliberal en el gobierno alfonsinista.
El peronismo a su tiempo, tras la muerte de Juan Perón produjo dos «renovaciones». Una temprana que terminó con Menem, otra tardía vía Frepaso que ofició de Salieri de De la Rúa. Ambas “renovaciones” trajeron a Cavallo. Mientras el sistema político representó intereses socio económico similares, nunca se habló de «grieta», incluso el peronismo durante su fase menemista se transformó en el partido del ajuste neoliberal en el país.
Hubo que esperar al año 2003, tras la salida del extenso ciclo neoliberal de un cuarto de siglo y la mega crisis del año 2001, para que un proyecto popular contra hegemónico se desplegara nuevamente bajo el formato peronista. En este preciso sentido Néstor Carlos Kirchner fue el único y verdadero “renovador” del peronismo tras la muerte de Perón.
Bajo las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner se reconcilió al peronismo con sus orígenes populares y democráticos, y hubo 12 años de gobierno socialmente inclusivo con crecimiento y desendeudamiento externo y apareció nuevamente «la grieta», que nos acompaña hasta nuestros días.
Por eso definir al peronismo, como toda experiencia de organización y discurso populista es muy complejo. Tal vez, honestamente ante tal pretensión debiéramos contestar sencilla y humildemente, “depende”.