El presidente no sabe sacar porcentajes, no sabe que Tierra del Fuego no es capital de las Malvinas y, siendo abogado, no sabe que no puede meterse en causas judiciales. Lo peor es que probablemente eso sí lo sabe, pero no le importa. Comenzó su gobierno jactándose de que no tenía plan y más que nunca podemos decir que se nota mucho. La inflación que sostiene su vuelo crucero hacia el 100% anual no empezó el mes pasado. Cuando el presidente habla del índice de los EEUU, en vez de dar explicaciones de lo que no hicieron, lo que busca en realidad es una justificación.
La inflación anual de EEUU no es 900% sino 600%. Se nota que no usan calculadora en el Gobierno como confesó el gobernador Kicillof. Pero, más allá de eso, desde que se desató este fenómeno en el país del norte se toman decisiones durísimas en la Reserva Federal para que el recalentamiento de la economía se calme. Así y todo, el 8,8% anual que los alarma, parece un camino de rosas al lado de lo que acumula en un año la Argentina y que la pone tristemente en el podio mundial. ¿Se acuerdan cuando el presidente le declaraba con el casco puesto la guerra a la inflación?
Lo grave es que podríamos hacer una colección de declaraciones rimbombantes a lo guapo, como esta, y una lista de culpables, de empresarios malos y formadores de precios malísimos en el camino que nos trajo hasta acá. Y sólo nos quedaría eso, un compendio de excusas mientras seguían emitiendo, seguían gastando y seguían multiplicando la planta del Estado. Como si no fuera a tener consecuencias.
Debe andar por los pasillos el fantasma de Feletti dándole batalla a los precios. Es inevitable la sensación de que todo este tiempo quisieron tomarnos el pelo. La realidad, es que no llegamos hasta acá por lo que pasó en los últimos dos meses: llegamos acá con los mil días que, encima, tuvieron el tupé de festejar.
Y aquí está lo peor. Se pasaron el tiempo, negando el problema y culpando a otros, mientras la bola de nieve arrasaba con el poder adquisitivo de las familias y multiplicaba los pobres. ¿Escuchaste a alguien hablar del índice de inflación ayer y explicar qué van a hacer?
Hay una ventana de emergencia para que entren dólares, pero después no se sabe cómo seguirán asegurando que se fortalezcan las reservas. En tres años de mandato no pudieron hacer un gasoducto relativamente simple y se gastaron gran parte de un año récord de exportaciones de granos en importaciones de combustible, para sostener subsidios insostenibles. Encima, las medidas tomadas para más o menos encauzar las distorsiones generan más inflación, y también la inflación es un ajuste y una licuación de los gastos del Estado, que… ¿adiviná quién lo paga? No, ellos no.
¿O vos escuchaste que recorten algo ellos del gasto político? ¿Qué reduzcan planta en algún estamento público? ¿O que se ajusten el cinturón las empresas que maneja La Cámpora? Ellos andan siempre a nafta. El gobernador de la Provincia se jacta de gastar mal. Y a nadie se le ocurrió bajar los impuestos que se esconden en los pliegos de cualquier factura, por lo menos mientras te subían la luz.
Realmente, ¿hay algo más importante que la inflación? ¿Hay algo más importante que los pobres que genera? Uno quisiera creer que el Gobierno, tan adicto como todos los gobiernos a las encuestas, no se pierde el ítem “preocupaciones de la gente”. Ahí salta que la inflación es lo que más preocupa, más bien lo que desespera. Pero nadie se sienta a hablar de frente, a explicar un rumbo, a dar la cara.
Ya no pueden culpar a nadie más, ya no pueden ni justificarse, porque terminan desnudando que no saben ni la elemental aritmética, como mostró el presidente. Y lo peor de todo, es que ni siquiera en esta instancia parecen tomar nota empáticamente del drama. La gente vive atormentada por la suba de precios. Esa suba tiene el ritmo del pánico y la incertidumbre. Enferma no saber si se va a poder llegar a fin de mes a darle de comer a los hijos.
Pero, así y todo, el Gobierno está en otras cosas. Habla de otras cosas. O sea, ya ni disimulan que no están con la gente. Porque hablar de otras cosas es negar en la cara de todos, los problemas reales. ¡Hasta el abogado de la vicepresidenta en el tema del atentado habla de 2023!
La política es para ellos, por ellos y de ellos. El único objetivo sostenido hasta hoy del Gobierno de Alberto y Cristina Fernández, fueron los embates para poner de rodilla al Poder Judicial para que la señora zafe de sus causas: impunidad. En el último tiempo acusan a quien pueden de “discurso del odio”, queriendo meter en esa bolsa el mero ejercicio de decir las cosas como son. A ver si con el ese chantaje callan a alguien. Malversaron hasta la gravedad de un atentado para señalar enemigos. Y siguen en otro registro, mientras la vida cotidiana de los argentinos sólo multiplica padecimientos.
Pero, las cosas llegaron a tal punto que ya no pueden ocultar la responsabilidad. Aunque se tiren la pelota unos a otros y se hagan los distraídos. El abandono de los discapacitados, que sufren demoras y recortes en sus tratamientos, es uno de los rostros más crueles de estos días horribles. Los más frágiles son la variable de ajuste de una guerra leonina por los fondos para las obras sociales. Y aunque se echen la culpa entre ellos, es inocultable. El problema es que cuando se llega hasta ahí y se cree que el poder permite ese nivel de desprecio, ya está todo dicho.
Según el presidente «estos mil días de gobierno fueron traumáticos». Si fueron traumáticos para él, que le queda al ciudadano de a pie. ¿Recordará sus promesas de campaña, la heladera llena y el dólar a 60 pesos?
El fin del relato también llegó a la inflación. Y ya no alcanza pagar los costos de la fiesta, los planes “platita” y la ineptitud, con billetes que no valen. A pura angustia, en la mesa pobre de los argentinos se ajustan las cuentas que ellos hacen mal.