El episodio de las tomas en las escuelas porteñas marca, una vez más, la notable distorsión que hay en ciertos sectores de la sociedad cuando se habla de “derechos”. En la Argentina se inventan “derechos” y, luego, al cuestionarlos, aflora un autoritarismo que descalifica cualquier idea de reclamo. Los que toman colegios lo hacen para pedir mayor calidad en las viandas o porque no les gustan las pasantías laborales. Se toman colegios para solidarizarse con otros colegios. El menú de tomas es muy variado. Lo único que queda claro es que son acciones en las que están implicados sectores de La Cámpora y que, además, están fogoneadas por distintos sectores del kirchnerismo.
Tomar un colegio es un acto de autoritarismo hacia los que quieren cursar. La mirada debe ser siempre esa. El concepto bobalicón de “militancia” no está por sobre el derecho de alguien que quiere cursar. Del mismo modo que cortar una calle por un piquete es un acto de autoritarismo por sobre los que quieren circular por esa calle. Cualquier apelación a “derechos” o “militancia” no debe nunca conculcar derechos de los demás. Ese autoritarismo es una tara argentina que el kirchnerismo profundizó hasta el hartazgo. La obligación de los sectores democráticos debe ser siempre enfrentar discursos autoritarios como estos.
En su ocaso inevitable, el kirchnerismo no dejará nunca de sorprender por su perversión discursiva. El Gobierno de la Ciudad inició una causa por una posible contravención que requería de una notificación al domicilio de los alumnos involucrados en las tomas. A partir de ese rutinario acto comenzó un sinfín de declaraciones surgidas de las usinas del disparate kirchnerista queriendo plantear que semejante obviedad es un acto de represión a los jóvenes tomadores de colegios. Esa es la teoría central del kirchnerismo: una minoría afecta los derechos de la mayoría. Cuando se intentan proteger los derechos de la mayoría, los autoritarios dirán que son víctimas de represión.
La falta de aplicación de la ley lleva a las sociedades a una anarquía donde sólo se impone la ley del más fuerte.
Los permanentes piquetes que cortan las calles, las tomas de las escuelas o los bloqueos sindicales en las puertas de las empresas son algunas de las caras de la anarquía y del estado de indefensión en que se encuentran los ciudadanos frente a los grupos de militantes organizados. La inacción de las fuerzas de seguridad (por orden política) deja a la deriva a todo aquel que no esté bajo la protección de algún grupo. El mejor ejemplo de lo que implica vivir sin aplicación de la ley son las tomas violentas de tierras en la Patagonia. Una sociedad manejada por mafias.
Mientras estas cosas gravísimas suceden, hay políticos de la oposición que trabajan incansablemente para blanquear al kirchnerismo: Facundo Manes acusó a Macri de algo que ya había inventado el kirchnerismo (espionaje ilegal) y que en la Justicia no avanzó porque era, justamente, un invento. Los partidos deberían hacer reflexionar a individuos como Manes y explicarles que la situación es gravísima y que se trata de terminar con el kirchnerismo y no de ser funcionales a los K.
En esta semana se estrenó la película “Argentina 1985”. La película es sobre el juicio a las juntas. La repercusión de la película es una buena ocasión para reflexionar sobre el tema de los derechos humanos en la Argentina y poner en vigencia ciertos temas que fueron ocultados por el relato K, deseosos siempre de imponer un discurso único sobre ese tema que no se corresponde con lo que pasó realmente. Ese juicio solamente pudo ser posible porque el peronismo perdió las elecciones de 1983. El PJ proponía dejar en vigencia la autoamnistía dictada por el Proceso. Cuando se constituyó la CONADEP (que investigó las desapariciones y consiguió información que se utilizó en el juicio) el peronismo se negó a integrarla. Todo el accionar del peronismo fue en contra de lo que sucedió y de lo que recuerda la película.
Julio César Strassera (1933-2015) fue el fiscal a cargo del juicio (Ricardo Darín hace el rol del fiscal en la película) y cualquier cosa que recuerde a ese gran hombre debe ser bienvenida. Strassera tenía muy claro lo que era el kirchenrismo y cómo se había manipulado la historia de los derechos humanos en Argentina. Mucho después del juicio (en 2014) dio su opinión sobre el gobierno de CFK. “Esta gente ha hecho en un gobierno democrático cosas que no se animó a hacer la dictadura”, dijo y calificó al gobierno de Cristina como “un gobierno de ladrones”.
También afirmó que el kirchnerismo hizo una “utilización” de la política de Derechos Humanos, ya que “los dos Kirchner jamás se interesaron por los Derechos Humanos”. Cuestionaba duramente a gente como Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, y consideraba que algunos de los “defensores” de DDHH habían sido “comprados” para hacer de “aplaudidores “de los K”. Dijo también que los K querían “colonizar el Poder Judicial para garantizarse impunidad futura”.
No es bueno permitir que la historia se cambie y siempre hay que saber de qué lado estuvo cada uno en la política.