La comisión electoral de Israel culminó el escrutinio de los votos emitidos este martes en las elecciones nacionales y confirmó que el partido Likud, dirigido por el ex primer ministro Benjamín Netanyahu logró 32 escaños, lo que le permite formar gobierno en el marco de una alianza con los partidos ultraortodoxos (18) y la extrema derecha (14).
En total, la nueva coalición alcanza los 64 votos sobre los 120 que tiene en total el Knesset (el Parlamento israelí). En tanto, Yesh Atid, el partido de centro del actual primer ministro Yair Lapid, quedó como segunda fuerza, con 51 votos; y la formación árabe laica Hadash-Taal obtuvo 5, asegurando un bloque opositor de 56 escaños.
Luego de darse a conocer los resultados, Lapid felicitó a su rival y garantizó “una transición ordenada”. “El Estado de Israel está por encima de cualquier consideración política. Le deseo suerte a Netanyahu por el bien del pueblo de Israel y del Estado de Israel”, aseguró.
Para que Netanyahu asuma, sólo resta que el presidente (que tiene un rol simbólico), Isaac Herzog, cumpla el paso formal de encargarle la formación del gobierno en un plazo de 42 días. En ese plazo, deberán encararse duras negociaciones dentro de la coalición para ocupar los cargos.
Sin embargo, ese proceso ya comenzó. De acuerdo a la prensa local, Netanyahu habría encargado a Yariv Levin, uno de sus aliados más cercanos, iniciar los acuerdos, y ya anticipan que no será sencillo, dado que las fuerzas con las que ha pactado seguramente fuercen un giro hacia la derecha más extrema. Por caso, el partido ultranacionalista Sionismo Religioso, enarbola un discurso centrado en un mensaje antiárabe y anti-LGBTIQ+. Su líder, Bezalel Smotrich, ya anticipó que quiere las carteras de Defensa y de Seguridad Pública.
Los analistas, sin embargo, señalan dos situaciones que podrían derivarse de un giro en ese sentido. El primero es que generaría un conflicto con EEUU, principal aliado de Israel en el plano internacional. El Departamento de Estado estadounidense, liderado por Antony Blinken, aseguró que espera que «todos los altos cargos israelíes sigan compartiendo los valores de una sociedad abierta, democrática y tolerante respeto a la sociedad civil, en especial a los grupos minoritarios».
Pero el segundo argumento en contra de esa postura es que esos cargos son clave en una nación como Israel y ningún primer ministro las cedería, especialmente en un marco de creciente conflicto con Palestina, con choques que se producen casi diariamente. De hecho, mientras se anunciaban los resultados, cuatro palestinos murieron a manos de las fuerzas israelíes en Cisjordania y en Jerusalén (uno de ellos era el autor de un ataque y otro, un combatiente).
En ese sentido, Itamar Ben Gvir, uno de los líderes del ala de extrema derecha, pidió mayor severidad por parte del Estado istaelí. «Ya es hora de volver a traer seguridad a las calles, de restablecer el orden, de mostrar quién manda, ya es hora de matar a un terrorista que lleva a cabo un ataque». Vale señalar que Ben Gvir es discípulo del rabino racista, Meir Kahane, quien fuera expulsado del Parlamento y su partido, Kach, fuera calificado como «grupo terrorista» por EEUU.