¿Quién es ese hombre añoso que huye de la popularidad que insiste en perseguirlo? ¿Quién es ese hombre que emparenta las entrevistas con la destrucción de la privacidad? ¿Quién es ese hombre que reniega de la literatura actual y usa como sustratos de sus creaciones las ficciones del pasado? ¿Quién es ese hombre apodado «el hijo del misterio?»
Tras recorrer la crueldad del entorno que Cormac McCarthy exhibe en sus textos, el lector creará de modo subconsciente el perfil del autor: sureño apegado a la ausencia de esperanza, una especie de vaquero moderno que echa de menos los tiempos pasados y plasma en sus obras el conocimiento animal de la frontera de México y Texas: caballos, serpientes, lobos. Poco se lo conoce; las versiones que lograron atravesar la prisión del secreto confirman la hipotética personalidad del escritor. Experimentó el sinsabor de la pobreza y el hambre, alojado bajo una torre de petróleo. Renuente a establecer relaciones con sus colegas; sus únicos amigos son un físico y un biólogo marino. El aislamiento lo transformó en un mito. En escasas ocasiones se lo vio: dos entrevistas para periódicos y una desventurada cita con Oprah Winfrey; la popular conductora norteamericana había escogido The road (La carretera) para su Club del Libro.
La obra de Cormac McCarthy: una óptica apocalíptica.
La experiencia de leer a McCarthy es sublime. Y demandante. El lector acabará jadeante y se cuestionará lo mismo que el autor expresa a través de un personaje: «Hay otra manera de ver el mundo y otros ojos con los que verlo».
Sus pocas declaraciones rozaron la polémica: confesó que la literatura de Proust y Henry James no hacía alusión a la vida y a la muerte, y por ello la detestaba. Dicha verbalización de McCarthy es una valiosa premisa para revisar sus escritos y delinearnos los caminos que no debemos seguir, aquellos que acaban en la incomprensión de una novela y el consecuente desasosiego. Su filosofía, trasladada a los personajes vagabundos y maníacos, se centra en un mundo anárquico, sin leyes; un mundo que se autodestruye; el verdadero apocalipsis. Si no hay Dios, ¿quién inventó las reglas? No existe en ellos el monólogo interior y comparten una característica: la parquedad, se expresan en las acciones. Todos con la misma percepción de la vida, han perdido la capacidad de establecer vínculos con sus semejantes. Sin fe. Sin esperanza, pues nada esperan. O tal vez sí: la muerte. El mensaje brota de una prosa con impactante lirismo.
Entre sus obras, se destaca la ganadora del Pulitzer: The road (La carretera). Novela con inicios de fábula que se despega de sus predecesoras No country for old men (No es país para viejos) y la trilogía de la frontera. Intenta destruir la perspectiva (casi automática) que tenemos sobre la existencia. Al apartar lo que interrumpe la visión, detectamos la pura realidad: la devastación, el fin. «Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo».
No obstante, The road se distancia de las novelas mencionadas. En No country for old men, los personajes son seducidos por la maldad y pagan por sus acciones; en la trilogía de la frontera, emergen del texto los conceptos de pérdida, abandono y ostracismo. La soledad del ser humano es el tema urdido en The road. Un mundo post apocalíptico en el que cada persona piensa en sobrevivir. Hará lo que sea, incuso matar a sus congéneres. La situación límite pone a los personajes cara a cara con la muerte, y solo queda la búsqueda del espíritu interior. Los días transformados en noches, las construcciones en escombros, la ilusión en realidad. En medio de la desesperanza aun sobrevive el amor. Un hombre y su pequeño hijo se trasladan por la carretera que los dejará en el océano, hipotética región donde hallarían buen clima, comida y refugio. Es la «senda del sol opaco», formada por el instinto de supervivencia del alma, por el anhelo insensato de la negación del final. En el éxodo realizado por necesidad más que por convencimiento, el padre hará lo imposible para mantener al niño vivo. El amor primigenio, el único sentimiento perenne en el apocalipsis de la raza y de la tierra.
A diferencia de las novelas anteriores, The road profundiza únicamente dos personajes (padre e hijo). Y lo ejecuta de manera grandiosa. Las relaciones interpersonales e intrapersonales expuestas con diálogos de oraciones cortas y poderosas; graficadas con los elementos del entorno: el sol apenas visible en el firmamento permite distinguir en la dolorida negrura la carretera que apunta a la tierra prometida, que no es más que una construcción de las ilusiones. El mundo espira con ráfagas de viento, el tiempo se acaba. Los hombres se matan por obtener lo poco que queda. El niño con el deseo de ser de los buenos, los que «portan el fuego».
Cormac McCarthy también ha desarrollado obras de teatro. Mondadori tradujo al español The Sunset Limited, una charla inimaginable entre dos individuos: Blanco y Negro. ¿Qué motivo une a los personajes? Blanco se arroja al acero de las vías por las que circula el conocido tren Sunset Limited. Negro lo impide, y a partir de allí se inicia un diálogo, confrontación de morales opuestas, ejercicio de honda reflexión para el lector.
El escritor utiliza la diferencia étnica como símbolo para reforzar el antagonismo de pensamiento. La razón y la fe, el conocimiento y la creencia. Con el transcurrir del escrito se desvanecen las verdades absolutas, y los puntos intermedios entre ideas contrarias asoman como las opciones más «racionales». Se trata de manifestar planteamientos disímiles y, para ambos personajes, necesariamente verdaderos. Existencialismo, educación y el uso del conocimiento como arma. Blanco dice: «La educación y la cultura hacen que el mundo sea personal».
Resulta un ejercicio de cuestionamientos de axiomas morales y el posterior desvanecimiento de los mismos. ¿Cuál es la verdad acerca de la vida humana?
El valor de la tragedia según Cormac McCarthy.
Sus escasos amigos aseguran que sería difícil volver a Cormac más pesimista. El escritor insiste en que es pesimista acerca de muchas cosas, pero no cree que uno debiera vivir agobiado por ello. El hecho de que su punto de vista sobre el futuro sea tan lúgubre, lo beneficia; se sentiría reconfortado si se equivocara al respecto.
McCarthy sostiene que el motor de los clásicos de la literatura era la tragedia. El dolor humano siempre presente. «Uno no aprende demasiado de las cosas buenas que le van sucediendo». Insiste en que las desgracias y desventuras siempre se ubicaron en el centro de la vida, y es a lo que deberá enfrentarse el ser humano. Las pérdidas, la enfermedad, el dolor y la muerte acecharán a todas las personas. McCarthy dice que no traen enseñanzas, por el contrario, el ser humano tendrá que aprender la manera de sobrellevar los males; y toda la literatura clásica relata sucesos que los personajes habrían preferido no experimentarlos.
Cormac McCarthy hace fluir sus planteamientos internos de la boca de sus personajes: «Enséñame una religión que prepare a alguien para la nada, para la muerte. Esa sería la iglesia en la que entraría. La tuya prepara a uno para vivir más vida. Sueños, ilusiones, mentiras. Una vez desaparecido el miedo a la muerte del corazón de los hombres, no duraría ni un sólo día».