Por Gabriel Michi
Realistas vs patriotas. Unitarios vs federales. Radicales vs antiradicales. Conservadores vs. socialistas. Peronistas vs antiperonistas. Azules vs colorados. Kirchneristas vs antikirchneristas. La historia argentina está atravesada por múltiples grietas. Por dualidades que la pintaron en blanco y negro. Dicotomías excluyentes. Y así la película de divisiones y fracasos se fue sucediendo en continuado.
La última, la que tendría un mojón simbólico en la disputa del gobierno kirchnerista con “el campo” (por la resolución 125, de retenciones móviles) en 2008, sobrevive hasta hoy en día junto con su polarización extrema. Para muchos es “La grieta”, la que nos tiene a todos atrapados. Aunque los antecedentes no faltan. Es más, sobran. Y quizás con mucha más violencia concreta y hasta muertes. El intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner parece ser una rémora de aquella violencia política de antaño, aunque condimentada con factores del presente.
La grieta ha dividido familias; distanciado amigos; fragmentado grupos; alejado afectos y volvió prácticamente imposible un diálogo razonable sobre política sin que las pasiones se exacerben y todo termine mal. Por eso, muchos eligen el silencio para evitar el conflicto. O sólo compartir con quienes piensan parecido. La intolerancia está a flor de piel. Y todo, absolutamente todo, pasa por el tamiz de la grieta.
Hay responsables claros: los políticos. Pero no son los únicos: los medios de comunicación, los periodistas, los sindicalistas, los empresarios, los jueces (y siguen las firmas), tienen también su cuota de culpa en toda esta situación.
Una encuesta realizada por la consultora “Mucho en común” señala que el 84% de la gente siente que la Argentina está “muy dividida”. Y casi un 30% responsabiliza a los políticos en general y otro 30% al kirchnerismo en particular. Los medios, la disputa entre Mauricio Macri-CFK y los sindicatos figuran en el resto de la nómina de presuntos culpables.
Y hay grietas de todo tipo. Pero las más identificadas por este sondeo apuntan a la de macrismo vs. kirchnerismo como la más importante. Pero aparece otra que debe alarmar a toda la dirigencia política: un 34% de los encuestados argumentan que la principal grieta que se da en el país es, ni más ni menos, entre esa dirigencia y la sociedad.
Según Gonzalo de Janín, uno de los titulares de “Mucho en común”, esa tendencia se profundiza entre los más jóvenes. “Estas divisiones se conjugan con cambios en la sociedad que hacen sentir a más de la mitad de los encuestados como perjudicados (57%) y se proyectan sobre el escenario de un sistema institucional degradado, cuyos vehículos tradicionales para procesar las demandas sociales inspiran poca o nula confianza”.
Según Gustavo Córdoba, de la consultora Suban Córdoba, “la sociedad argentina siempre ha tenido sus grietas, pero la sola presencia de la grieta como explicación de lo que nos pasa, es un elemento de mediocridad. No todos son o somos lo mismo. No todos piensan o sienten igual. Posiblemente haya que adentrarnos en los marcos de interpretación de la realidad que como sociedad hacemos a diario, en los sesgos cognitivos. O también reconocer la potencia de las crecientes Fake news, que no necesitan demostrar que sean verdaderas, tan solo con pasar cerca de una creencia, es validada y compartida por todos nosotros”.
La consultora Suban Córdoba también midió en una encuesta la sensación de la sociedad con respecto a la grieta. Allí el 77% de los ciudadanos afirmó que en los últimos tiempos el debate político se volvió más irrespetuoso.
Para el consultor político Carlos Fara “la grieta forma parte de la política argentina; amén de que es un fenómeno global, también tiene que ver con la crisis que vive el país”. Y señala que “la gente vive muy mal el tema de la grieta”. “Existe un gran rechazo. Y le echa la culpa de eso a la política. Es más, señala que es un negocio de la política que nada tiene que ver con la sociedad”.
Si bien hay “minorías intensas y grupos más radicalizados en los dos grandes bandos, estamos en los momentos de mayor rechazo a la grieta desde 2015”. Y un dato, aún con una situación crítica en la económico “la conflictividad es razonable. La gente no está caceroleando ni movilizándose, salvo por conflictos específicos. Una sociedad sin energía no es proclive a sumarse a un conflicto político-ideológico que la divida fuertemente”.
Según Artemio López, titular de la consultora Equis, “el tema de la grieta es central en la Argentina. Y es histórico. Porque confrontan modelos de país antagónicos, por lo menos desde la batalla de Caseros en adelante. No es ninguna novedad en el sistema de representación política en Argentina. Salvo cuando el sistema popular democrático por alguna circunstancia histórica particular no estuvo presente en la compulsa ciudadana: el caso del exilio de (Juan Domingo) Perón fue el más notable y luego de la dictadura hubo 25 años de neoliberalismo de todos los partidos que, con matices, que reprodujeron el modelo neoliberal que habían instalado los militares. Con Néstor Kirchner volvió a resurgir el modelo popular democrático que tradicionalmente que tuvo su bautismo con Juan Perón y Evita y volvió la grieta en toda su plenitud”.
López cree que «la sociedad vive la grieta como una circunstancia inevitable. Cada uno que participa de un modelo u otro siente que ese es el lugar de pertenencia que corresponde y viven la confrontación como algo inevitable y hasta en algunos casos como atributo positivo. No de manera negativa y culposa, por lo menos los que participan de eso».
Sin embargo, todas las encuestas muestran que la gran mayoría de los ciudadanos sienten un enorme hartazgo –entre otros otros pensamientos negativos- frente a la grieta. Un sondeo realizado por Management & Fit apunta que el 7 de cada 10 argentinos están preocupados por estas diferencias y le asignan a los políticos la mayor responsabilidad en esta polarización que, además, los angustia.
SALIR DE LA GRIETA
Ahora, la pregunta que desvela a todos es si es posible salir de la grieta. Según Gonzalo de Janín, “es posible salir, pero desde los extremos será muy difícil. Se sale por arriba. Afrontando la verdad con la verdad y con diálogo entre todos los partidos y todos los sectores en búsqueda y pactos de largo plazo en temas estructurales que den previsibilidad, confianza y soluciones a la sociedad. Con diálogo y acuerdos de largo plazo y ocho años de buen gobierno, el futuro de Argentina cambia”.
Para Gustavo Córdoba las claves están en la ”formación dirigencial y profesionalización de la política para neutralizar la grieta. Entender los inmensos cambios tecnológicos y los lógicos cambios en el poder. Ciertos y determinados privilegios son inaceptables. Discutir esto podría ser un buen punto de partida”.
En la mirada de Carlos Fara “salir de la grieta en este contexto globalizado de fragmentación y polarización parece difícil para la gran mayoría de los países”. “Si en Argentina hubiera un sistema económico que más o menos funcionase entonces la discusión sería otra. Es difícil salir de la grieta pero se la puede moderar. Claro que en estas condiciones de contexto económico, con la necesidad de hacer ajustes, para algunos lo peor todavía no vino y obviamente va a ser muy difícil. La mayor parte de la dirigencia argentina es proclive a una moderación del debate”, sostiene. Pero para Fara el problema radica en que “las dos grandes figuras de la política argentina son personajes confrontativos, que juegan a la grieta, y que son Cristina y Macri. A los liderazgos antigrietas les falta fuerza, definición, convicción, estrategia consistente, relato alternativo, como para poder ayudarles a diluir la grieta”.
Por su parte, Mario Riorda cree que “las salidas a estos contextos tan polarizadores se da cuando uno o ambos de los extremos fracasa fuertemente. Entonces, circunstancialmente, el otro sector adquiere una preponderancia pública o cierta hegemonía circunstancial. También cuando se consolida algún liderazgo eventual preponderante”.
En ese sentido, Artemio López señala que «salir de la grieta, por la experiencia histórica y por la evidencia que tenemos es por la desaparición del proyecto popular democrático. No hay grieta cuando no se confronta con los intereses de los sectores del poder. Cuando aparece un proyecto que confronta, aparece nuevamente la grieta. Por eso la desaparición de la grieta supone siempre un retroceso de los proyectos nacionales y populares. Por lo que a mi juicio ni siquiera es positivo que desaparezca la grieta».
FENÓMENO MUNDIAL
Es claro que el fenómeno de la grieta no es algo exclusivo de la Argentina. Se vio con claridad en lo ocurrido en el último ballotage en Brasil entre Lula Da Silva y Jair Bolsonaro. O en Chile en la disputa entre Gabriel Boric y José Antonio Kast. Y también se vive en EEUU entre Joe Biden y Donald Trump, por citar sólo algunos ejemplos.
Según Gonzalo de Janín, “si bien este fenómeno se ha ido agudizando en la Argentina en los últimos años, la dinámica que observamos en el plano local está alineada con tendencias globales”.
En eso coincide Córdoba: “La grieta explica en gran medida la polarización política mundial. Impacta tanto en Argentina como en el resto del mundo. Vivimos épocas tribales, en donde más que la visión de conjunto, priman las miradas muy sectoriales y se imponen aquellas que tengan mayor capacidad de generar ruido, mayor capacidad de influir en el discurso público y la agenda política”.
Y, a todo, esto hay que agregar las otras grietas que aparecieron más allá de la grieta mayor. Las grietas dentro de cada espacio político. Las peleas internas del Frente de Todos, las de Juntos Por el Cambio, la de la ultraderecha de Javier Milei y la de la izquierda. En cada lugar, con el horizonte electoral a la vista, aparecen cada vez más pujas y divisiones internas.
Según Gonzalo de Janín, “hay grietas hacia adentro de cada espacio político”. “El FDT y Juntos por el Cambio son dos coaliciones heterogéneas. En el FDT entre un peronismo más tradicional ortodoxo territorial, que en general es más conservador, y una serie de sectores más radicalizados e ideologizados. Y ahí hay diferencias fuertes. En el otro lado hay una coalición opositora que tiene varios debates sin saldar desde 2019 para acá, en donde la disputa por los liderazgos es la menos importante. El tema es qué oferta le van a hacer a la sociedad entre gente que se muestran más ortodoxas y confrontativa como Macri y Patricia Bullrich (entre otros) y personajes que se consideran públicamente como socialdemócratas como Martín Lousteau y Facundo Manes”, explicó.
Para Gustavo Córdoba: “Las grietas dentro de cada espacio político existen y no tienen nada de malo. Posiblemente la uniformidad sea peligrosa. Lo que las grietas internas evidencian es un fenómeno de ausencia de construcción de consensos, que además conspira con la idea de ganar o tener credibilidad (seas oficialismo u oposición)”.
Sin embargo para Artemio López «en la coalición opositora no hay grietas; Juntos por el Cambio comparte el mismo proyecto de país”, y agrega: “Lo que disputan son sistemas de liderazgos, estilos, pero el proyecto político es el mismo. Es el que impulsó Mauricio Macri sin ninguna crítica durante 4 años. La coalición oficialista actual es distinta porque ahí conviven diversidad de miradas, de estilos, pero también emergen modelos de país distintos».
La grieta y las grietas atravesaron la historia argentina sin concesiones. Y hoy están presentes no sólo en la política. En lo cotidiano. En cada aspecto de la vida. O, al menos eso parece. De un lado u otro, se prestan a ese juego. Un juego del que no quieren o no pueden salir. Como una adicción. Están, ni más ni menos, atrapados por la grieta.