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Un modelo agotado vs. el modelo de Scaloni
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Un modelo agotado vs. el modelo de Scaloni

Cierren los ojos y sólo escuchen la conversación. En la calle se habla con espanto de la lechuga a 1600 pesos, en el palacio se habla de pesificación forzosa de bonos en dólares. Parecen dos idiomas, dos cosas muy lejanas. Pero se podría decir que el precio de la lechuga vuela por el aire porque la otra lechuga, el dólar, tampoco se consigue. Los pesos valen cada vez menos y el dólar vale cada vez más.

Cualquiera diría que la solución es ver de qué manera conseguimos más de lo que no hay. Más dólares. Pero a la Argentina, por sus desmanejos y por su falta de confianza, se le hace cada vez más difícil y caro conseguir dólares.

Cómo confiar en el país con más cantidad de defaults, y entre los nueve, uno aplaudido por el Congreso. Y cómo confiar si el mismo Gobierno que dice querer cumplir con el Fondo tiene facciones que fogonean con romper.

Si lo que faltan son dólares, cualquier cándido podría preguntarse por qué entonces no se promueve que haya más y más exportaciones cuyo potencial es fenomenal en un país que tiene todo lo que reclama el mundo. Pero con sólo observar las trabas, cepos, impuestos y ventanillas, es fácil deducir que lo que debería alentarse, se desalienta.

Entre esas cosas que todavía eran intocables estaba el Fondo de Sustentabilidad de Garantías de los jubilados. Hoy está a punto de convertirse en otro sacrificio en el altar de la voracidad fiscal porque los dólares no alcanzan.

Qué quiere decir que en un país con recursos para ser rico que sin embargo es pobre se esté rascando el fondo de la olla. Quiere decir, entre otras cosas, que el modelo actual no sirve para salir de la pobreza. Es un modelo agotado que puede haber favorecido a algunos pero que convirtió a Argentina en un país marginal y empobrecido. Y eso es inapelable.

De nuevo, cerremos los ojos y escuchemos la conversación. “No se aguanta más”, dicen aquí y allá. Lo escuché varias veces en estos días. Ya sea por los aumentos de precios, por la falta de luz, por los robos violentos o por el calor. Es como la frase del mes. Y quizás sea la frase del año. Despertamos con la sensación de que algo puede explotar. De que todo está atado con alambre. Y la realidad lo confirma: pasamos del Apocalipsis sin luz, a la trasnochada intervención a Edesur, al manotazo a los bonos en dólares, y al precio imposible de la lechuga. El colchón de hojas verdes se convirtió en una joya.

Todo esto ocurre en paralelo a una fiesta sin fin que parece el rescate emotivo en medio del naufragio. Como si en un lugar del corazón el mundial durara para siempre y fuera la reserva inembargable de la alegría. Y algo de eso hay. La estrella de campeones del mundo dura para toda la vida. Es de las pocas cosas que nadie nos puede quitar en una realidad de pérdidas, donde se profana hasta lo más sagrado.

Y encima tenemos que escuchar que los mismos que gobiernan nos dicen que son los salvadores de la patria como hace la señora vicepresidenta en su realidad paralela. Probablemente deberían escuchar más a Lionel Scaloni, que sí es un campeón del mundo. Cuando se refiere a la gestión que comienza ahora frente a la selección, él, que tiene los laureles fresquitos, no se duerme en los laureles. “Ya pasó el Mundial- dice-. Mi meta como entrenador es otra. Tengo nuevos retos”. Scalloni sabe que nadie podría volver a ganar si se queda con el pasado. El actual gobierno hace tiempo que sólo tiene pasado.

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