Cuando termine este comentario se habrán producido por lo menos cuatro robos en la Provincia de Buenos Aires. De los que se denuncian. Y esto, aún considerando estadísticas de 2021, un año todavía aletargado en casi todas las actividades por la pandemia. El anuario criminal de 2022 aún no fue publicado, pero sí se registra en muchas encuestas que la inseguridad preocupa tanto o casi tanto como la economía. Eso es mucho decir.
También se registra que la gente está harta. En la encuesta online llamada Termómetro Ciudadano de la consultora Opinaia, le preguntaron qué palabra define mejor la situación del país. La palabra más elegida fue “Hartazgo” con 27% de las respuestas. Le sigue “Tristeza” con el 16%. El año pasado fue el año de la “Tristeza”, este año es el del “Hartazgo”.
La realidad no sólo angustia, sino que hace crecer el enojo, y se acaba la paciencia ante todo lo que no anda bien. Las palabras que siguen son “Malestar”, “Desconfianza” y “Resignación”. Hay que llegar a la sexta posición para encontrar una expresión positiva: “Esperanza”, con un escuálido 7% de las respuestas contra el 76% de sentimientos negativos frente a una realidad que parece un callejón sin salida.
La situación interpela al Gobierno en cuya gestión se han agravado los problemas y brillan por su ausencia las soluciones. Los números inmorales de pobreza, la inflación imparable y el desamparo ante la delincuencia hacen de la realidad una misión de supervivencia.
Y ante esa supervivencia, el relato no sólo se vuelve hueco sino que genera enojo, porque suma a la falta escandalosa de solución de los problemas la sensación de que el poder no registra a la gente. Seguir culpando a la administración anterior es un recurso que sigue siendo el principal en un gobierno que está en su último año de gestión.
El violento episodio que tuvo al ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, como protagonista, está enmarcado por este contexto. Ya no alcanza que el funcionario, ponga la cara a lo Rambo. Los colectiveros le reclaman por las medidas que no se cumplieron a pesar de tres muertes desde 2018. “Salimos a la mañana sin saber si volvemos a la noche”, fue una de las frases más escuchadas por parte de los choferes. El día a día es salir a la calle rezando que no te roben, que no te maten. Y con la ausencia total del Estado que no puede frenar ni a los delincuentes que cometen delitos desde la cárcel. ¿Quiere frenarlos? ¿De qué lado está el Gobierno con su política criminal? La realidad es que el que hace las cosas bien pierde por goleada frente al que sale a robar.
Nadie hace tanto para fortalecer a las opciones anti sistema como los ineficientes, los corruptos y los necios dentro del sistema. Con el relato no se come, no se evitan los robos y no se manda a los chicos al colegio.
El último ardid del Gobierno, desde la vicepresidenta al ministro de Seguridad caído en desgracia había sido comentar la realidad como si no fueran parte del Gobierno. Cristina Kirchner critica el 100% de inflación y el propio Berni denunció la ausencia del Estado en Rosario, como si no fueran parte de la administración que además de comentar debe aportar soluciones o hacerse cargo de las políticas aplicadas. Días pasados, un comunicado de La Cámpora, titulado “El Fondo es Pobreza”, impugnó el acuerdo con el organismo que intenta mantener en pie el Ministro de Economía que ellos mismos apoyan. La contradicción se nota mucho. Buscan camuflarse de oposición mientras son gobierno.
¿Para qué sirve el poder si no soluciona los problemas y sólo crea más dependencia de un Estado en ruinas que reparte migajas a cada vez más pobres? ¿Puede ser eso un modelo?
La encrucijada también espera al relevo de este Gobierno, que hoy parece perfilarse hacia la oposición. Ellos también deberán decodificar el hartazgo y dar respuestas. Además de condenar las reacciones violentas, que siempre están mal, es importante indagar sus causas y recomponer alguna noción de autoridad dentro del imperio de la ley. Hoy pareciera que los castigados no son los delincuentes, sino las personas de bien.
En los años electorales, el poder vuelve a los ciudadanos. ¿Qué hicieron con el poder que les dieron? Esa es la queja de los hartos.