En medio del desastre que generó su gobierno, Cristina Kirchner vino a dar clase.. ¡magistral! Debería empezar por pedir perdón ante la tragedia social de medio país pobre, pero busqué en todo el discurso y no encontré la autocrítica. Claro, miren si una señora condenada por corrupción que no puede explicar los miles de millones del Estado que recibió su socio iba a hacerse cargo de algo ahora y explicarnos qué falló. Al contrario, vino a decir que están todos equivocados menos ella. Que los intelectuales y los técnicos no entienden nada. Es muy impresionante el sistema de negación de Cristina Kirchner.
La vicepresidenta se escandalizó por las recetas del pasado que, dijo, se hacen presente, pero lo que vino a proponer fue puro pasado: algo que funcionó hace 20 años porque se había sincerado la economía a fuerza de crisis después del 2001 y entraba una fortuna con la soja. Hubiera sido interesante saber cómo fue que con semejante éxito, según ella, su gobierno terminó con un déficit cercano a los 7 puntos del PBI. Y hubiera sido más interesante aún saber a dónde se fue la plata.
Pero son discusiones viejas. Y precisamente, el gran problema que tiene Cristina es que lo que propone quedó viejo. Se enoja mucho con Javier Milei porque representa mayormente a una juventud que la ve obsoleta a ella y a su economía intervencionista.
Es la representante de una casta chupasangre que no entiende cómo funciona la economía de hoy y cuyo planteo de la cosa pública es sacarle todo lo posible a los que producen para darles limosnas a los pobres y estimular que un montón de gente joven no trabaje.
Milei le respondió a Cristina por sus críticas a la dolarización
Sólo sabe inventar impuestos y enojarse con las exenciones en un país donde quisieron poner un impuesto al viento -¿se acuerdan?- y donde un poco más y tributás por tener sexo. No extraña que lo que tiene para criticarles a Ricardo López Murphy o a Patricia Bullich en sus gestiones durante el gobierno de la Alianza es que hayan intentado cortar gastos, si ella es la reina del “me gasto toda la tuya”.
El presente le está dando una clase magistral muy dolorosa a los argentinos sobre lo que pasa con un Estado ineficiente, que no educa, que no te cuida y que te asfixia mientras pulveriza el valor de lo que ganás y te deja sin salida, con excepción de Ezeiza.
Hace dos días me la jugué y dije que Cristina Kirchner, cuando reapareciera, ante todo iba a buscar que quedara muy claro que ella no tiene la culpa de nada. Y eso hizo. Bueno, no era tan difícil adivinar. Ahora, para culpar al Fondo de la inflación hay que ser creativa…
La inflación comenzó a volver lentamente en Argentina después de la convertibilidad, durante el gobierno de Néstor Kirchner y aceleró con todo luego, en el gobierno de Cristina Kirchner, época en que los números del Indec eran cuestionados y para tener una noción más certera de la inflación real había que leer el promedio de consultoras privadas que buscaban poner una brújula en la confusión. Ahí, como ella bien dice, no estaba el Fondo. Cristina sustituyó el “Ah pero Macri” por el “Ah pero el Fondo” que, para su pesar, es el único que les dará fondos frescos.
Todo lo otro que dijo muestra su nostalgia y su desesperación. En el mundo actual de una economía de comercio digital, no es que viene Javier Milei y convence a los jóvenes de ideas pasadas: ellos saben lo simple que puede ser, porque compran por Mercado Libre, porque usan billeteras digitales, porque manejan sus tiempos laborales en empresas como Rappi, o son programadores, o gamers, o porque le creen más a un pibe como Santiago Maratea que a un político tradicional.
Ayer no podía creer las críticas que le hacían muchos kirchneristas a Maratea durante su impresionante cruzada por Independiente, acusándolo de lavar dinero y pidiendo que le cobraran el Impuesto a las Ganancias en sus colectas. No entendía cómo alguien podía estar en contra de un chico que junta fondos de millones de personas para obras de bien.
Pero luego, entrevistando a Maratea entendí todo. Le pregunté a Santiago cuán clave resulta en todo lo que hace el hecho de que la plata llegue. “Ahí está todo, pero todo”, me contestó, categórico. ¿Cuánta plata se lleva este Gobierno voraz de los impuestos de todos nosotros y, sin embargo, hay una tragedia educativa, no te ofrecen seguridad y el dinero de tu esfuerzo no vale nada?
A Maratea lo despedazan porque muestra algo que les da terror: que prescindiendo del Estado y con transparencia las personas pueden tener mucho poder y las cosas se hacen. ¡Vade Retro Maratea! No vaya a ser que la gente se de cuenta de que puede vivir sin el Estado.
Y ese es el problema de fondo, no el Fondo.
Santiago Maratea comenzó la colecta para Independiente: cuánto dinero debe juntar
Que en un tiempo de horizontalidad y de transacciones digitales, donde tener un celular es tener poder, la señora sigue ofreciendo soluciones del siglo XX que no solucionan nada porque, si no, no estaríamos como estamos.
En vez de proponer una reforma educativa del siglo XXI cuando estamos discutiendo la inteligencia artificial, propone la escuelita de Néstor y la presenta con un ministro de Educación que se dejó cerrar las escuelas por ella y por Kicillof en plena pandemia, cuando el presidente culpaba por los contagios a los chicos discapacitados y a los nenes que se cambiaban el barbijo durante el recreo.
Señora, con todo respeto, más que escuela, abra un museo y deje que el resto de los argentinos elijan tranquilos si quieren un halcón, una paloma, un pelífero o un pingüino, si es que usted encuentra uno o no le queda otra que buscar una nueva marioneta. Y, si no, si está tan segura, preséntese usted, y deje de mentir con lo de la proscripción.