Por Horacio Ludigliani (*)
A tres años de la Ley de Alquileres, todas las partes coinciden en que fue un total fracaso. Perdieron todos: inquilinos, propietarios e intermediarios. Lo que se trató como una ley, en principio bienintencionada para el inquilino, terminó siendo una pesadilla.
Ya prácticamente no hay oferta de alquileres. Quienes aún los ofrecen, lo hacen a un número muy alto. Y lo curioso, es que termina siendo aceptado por inquilinos que no desconocen que ese número terminará siendo devorado por la inflación.
Ley de Alquileres: «El propietario busca salvar su rentabilidad y perjudica al inquilino»
Dicho sea de paso, una inflación anual superior al 100% hace que haya trabajadores con sueldo en blanco bajo la línea de la pobreza. Justo es también decir que la sequía y la guerra de Rusia-Ucrania afectaron al mercado.
Por eso, le pese a quien le pese, se opera fuera de la nueva ley de alquileres. Se hace de oficio. Precios y actualizaciones se pactan a puertas cerradas entre las partes y, en muchos casos, en dólares.
Todo el mercado espera que la ley cambie y, en parte, confían en que la definición del «fixture» electoral sea bien recibida por la macroeconomía.
Estamos convencidos de que el mercado terminará corrigiendo la mala ley de alquileres reinante para que sea seguro y rentable alquilar un inmueble.
Tenemos otro semáforo verde: la baja de la tasa de interés de EEUU. Seguramente, se apagará la aspiradora de dólares de parte del gigante americano y el inversor se verá tentado hacia los tangibles. Esa baja de la tasa de interés fortalecerá los commodities, como la soja y el trigo, sector fundamental de nuestro país.
(*) Arquitecto y director de Grupo Ludigliani
