Este lunes y martes se lleva a cabo en Bruselas la cumbre UE-CELAC, que reúne a 50 líderes de la Unión Europea y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
En ese marco, los principales referentes políticos buscan acercar posiciones y fortalecer la cooperación en un complejo escenario global, marcado por la guerra en Ucrania, que ya lleva un año y medio, y las tensiones geopolíticas con China.
Tal es así, que no hay grandes expectativas respecto a los resultados concretos: por caso, Europa quiere que se firme una declaración conjunta de condena a Rusia, pero está claro que las principales latinoamericanas no la suscribirán; así como los países europeos son reacios a tratar su rol en el mercado de trata de esclavos. Del mismo, modo, se vislumbra una grieta acerca de quién debe pagar los costos de la lucha contra el cambio climático.
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Pero la mayor diferencia, sobre todo de cara al futuro es qué hacer respecto a China. Europa quiere reducir su dependencia a partir de “socios fiables” con quienes establecer un fluido intercambio comercial y de materias primas clave, como los minerales necesarios para el desarrollo de vehículos eléctricos (y sus baterías). El problema es que China es el principal socio comercial de varias de las naciones latinas más grandes, como Brasil.
Para sentar posición sobre esto, está presente en la cumbre Luiz Inácio Lula Da Silva, quien hace poco viajó a Pekín para reunirse con Xi Jinping y, además, se ha ofrecido como mediador para resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania.
TRATADO UE-MERCOSUR
En ese mismo contexto, se llevará adelante una reunión clave para destrabar el postergado y esperado acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, que se paralizó en 2019 y cuyas negociaciones se retomaron tras la asunción de Lula, en enero de 2023.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se reunió con Lula allí y afirmó que el acuerdo “está al alcance de la mano”. “Nuestra ambición es resolver las diferencias pendientes lo antes posible», agregó.
En ese mismo sentido, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, también indicó que existe una oportunidad para cerrar un acuerdo en el transcurso del segundo semestre. Pero más allá de eso, manifestó su confianza en que se refrenden otros convenios puntuales con países sudamericanos, como Chile y México.
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Por caso, en la cumbre de Bruselas también se suscribió un memorándum de acuerdo entre la UE y Argentina sobre cooperación energética.
Lula también se mostró optimista. «Un acuerdo equilibrado entre el Mercosur y la Unión Europea, que pretendemos concluir este año, abrirá nuevos horizontes. Queremos un acuerdo que preserve la capacidad de las partes y que responda a los desafíos presentes y futuros», sostuvo, y en su mensaje se esconden algunas palabras dirigidas directamente a los interlocutores europeos.
“Acuerdo equilibrado” y “capacidad de las partes” son conceptos que se refieren a la principal traba que hoy parece estar frenando la firma. El acuerdo se congeló en 2019, cuando Brasil estaba gobernado por Jair Bolsonaro, a quien Europa culpaba por el rápido desmonte de la Amazonía. Francia, principal productor de alimentos de la UE, impulsó sanciones y restricciones. Tras la asunción de Lula, todo pareció destrabarse, pero Bruselas incluyó en el borrador una serie de cláusulas que imponían a los países sudamericanos fuertes sanciones en caso de incumplimiento de las pautas ambientales.
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En aquel momento, Lula rechazó los artículos acusando a Europa de haber provocado, junto a las principales potencias económicas mundiales, esta crisis ambiental, y de querer hacer que ahora esa salida se pague con dinero de las economías emergentes.
Se especula con que la cumbre de la UE-Celac pueda actuar como escenario para limar esas asperezas y seguir avanzando en la concreción del tratado, hoy apoyado por todos los miembros del Mercosur.