Las PASO detonaron un escenario de perplejidad en el más estricto significado de la palabra, es decir, un escenario de irresolución, confusión, y dudas sobre lo que se debe hacer o lo que puede pasar.
Si eran un espejo donde íbamos a mirarnos, el espejo arrojó un rostro que aún encierra enigmas no resueltos.
En términos generales fue una elección en la que perdió el statu-quo. Aún con la mínima diferencia entre las tres principales fuerzas políticas, ese es el denominador común. Javier Milei, con su 30,4%, se abrió camino con su furia contra la casta; Patricia Bullrich venció desde el llano a un candidato que tenía uno de los aparatos más poderosos de la Argentina; y la catastrófica derrota del peronismo que terminó en tercer lugar es la derrota del más rancio statu quo.
Ahí está lejos de terminarse el análisis. Que el candidato y el espacio más votado hayan sido Javier Milei y La Libertad Avanza rompió una de las pocas certezas que se tenía de cara a estas internas: que no estaba en discusión la primacía opositora de Juntos por el Cambio. Al mismo tiempo, la poca diferencia entre el primero y el segundo y los 11 millones de ciudadanos que no fueron a votar, abren interrogantes sobre la dinámica que puede desarrollarse de aquí a las elecciones generales de octubre.
Agilidad y espacios vacíos: algunas razones del triunfo de Milei
Podríamos decir que el tablero que hay que observar, usando la caracterización de Zygmun Bauman, es un tablero líquido. Supongamos que cada espacio es una copa, que esas tres copas están intercomunicadas entre sí y que el líquido que las llena es la decisión de los votantes. Considerando que el resultado de las PASO también les dio información a ellos, aquí vienen las preguntas: ¿mantendrán su decisión en las próximas elecciones o la cambiarán? ¿Cómo actuarán ahora que también los votantes saben qué arrojó el espejo? ¿Por qué votaron como votaron? ¿Estos resultados impulsarán a los que no votaron a sí hacerlo? ¿Por quién? ¿Y cuántos serán?
Lo más interesante es que el resultado también sorprendió a los propios contendientes. Y les cambió totalmente el juego. Pero si antes de las PASO fallaron las encuestas, ¿cómo creerles ahora y con qué elementos cuentan realmente para saber cómo se producirán estos traslados hidráulicos entre las copas si es que se producen?
Probablemente la única información disponible para los que analizamos sea una mezcla de datos provisorios y falibles con intuición y atención, y es lo mismo con lo que cuentan los políticos. Aunque del lado de quienes observamos el escenario también podemos analizar lo que ellos van haciendo para asegurar su caudal de votos o incrementarlo.
Vamos entonces de mayor a menor.
¿A Javier Milei lo votaron por sus ideas o lo usaron como un látigo para mostrar enojo? Hay algo que empezó a hacer el candidato que muestra que también él siente la ansiedad de ese interrogante. De pronto, la dolarización, la eliminación de planes sociales y los despidos en el estado, ya no serán inmediatos como sugería antes, sino que llevarán años en algunos casos. Y al mismo tiempo, Patricia Bullrich de quien hablaba muy bien no hace mucho se convirtió en el peor de los demonios.
Lo que está haciendo Milei denota dos cosas: que sabe que una parte de sus votos puede volver a Juntos por el Cambio, entonces demoniza a su líder y que sabe que muchos de sus votos son peronistas y no quiere asustarlos con el ajuste feroz que implicaría su lógica ultra de mercado. Por muchos motivos Milei empieza a configurar más y más otro exponente del populismo vernáculo. Las ideas de la libertad se convierten en una mímica cuando aparece su intolerancia estilo kirchnerista, especialmente con los periodistas. Fátima FLorez imita bien a Cristina, pero Javier a veces se le parece.
En el caso de Patricia Bullrich, su ansiedad principal es la de ofrecer consistencia económica. Que Juntos por el Cambio haya quedado en segundo lugar hizo que su impresionante victoria sobre Horacio Rodrìguez Larreta tuviera gusto a poco y ahora necesita restañar las heridas de una guerra interna que les hizo mucho daño como espacio, pero además ofrecer un plan económico que garantice un cambio profundo. La figura de Melconián pondrá en competencia la idea de una economía bimonetaria con la dolarización de Milei. Que circulen pesos y dólares. Como dice él, el plan de su tía, porque esa doble circulación es la que ya eligieron los argentinos. Lo otro que hará la candidata, será consolidar sus propuestas de seguridad. Su dificultad mayor, será ser capaz de abrirle los brazos a los sectores de centro que quedaron huérfanos.
Porque lo de Massa no es de centro. En el caso de Massa, lo primero que no hay que olvidar, es que Massa es el kirchnerismo. Entonces lo que está haciendo es kirchnerismo puro: una remake del plan platita a pesar de los riesgos de echar nafta al fuego de la inflación, y abrazarse con chinos, rusos e iraníes en los BRICs, como si tuviera por delante cuatro años y no cuatro meses.
Por otro lado, tratar de inflar a Milei para que más votos de Juntos por el Cambio se vayan al libertario y le permitan a él entrar al ballotage. Como si fuera inmune a ser el ministro de la inflación de tres dígitos, de la devaluación con el dólar a 700 y de un Banco Central con la friolera de 14 mil millones de dólares en rojo. Aunque no haya ganado ni en Tigre, es claro que su condición de atrevido sigue estando intacta.
Tres copas. En esta carta rara de tres copas que dejaron las PASO, hay algo clarísimo: ninguno de los tres quiere ser un cuatro de copas. Y Milei es el que por ahora pica en punta en la política líquida, o po-líquida argentina. Recorreremos los dos meses más fascinantes y temibles que se recuerde en estos 40 años de democracia.