¿Por qué estaba enojada Cristina el domingo? A la respuesta hay que buscarla en sus propias palabras. Antes de que cantara el gallo, negó a su gobierno varias veces. Todo es culpa de Alberto.
Cristina entrevé un plan de Massa que ya está en desarrollo y que no la deja en una posición cómoda. Massa lo anticipó en el debate. “Este gobierno no es mi gobierno”.
¿Cómo hace Massa para no culparse a sí mismo de la pesada herencia de Massa? ¿Y cómo hace para producir una transición conveniente en caso de ganar, si él está en el centro de poder que debe pasar el poder?
Cristina no puede dejar de ser vicepresidenta, pero Sergio, si gana, puede dejar de ser ministro. Ella ve antes que nadie que, si Massa logra superar a Javier Milei en el ballotage, le convendría renunciar al ministerio de Economía para que el trabajo sucio de una devaluación, por ejemplo, quede en la cuenta de Alberto Fernández mientras él se preserva como presidente electo y luego hace borrón y cuenta nueva. Por eso, ella se adelanta en decir que todo es por culpa de Alberto.
Además, Cristina sabe que necesita el triunfo de Massa para asegurarse el futuro y, de hecho, es su socia en las sombras; pero también sabe que un gobierno de unidad nacional ya no será un gobierno donde ella concentre el poder y, por ejemplo, asegure las cajas para La Cámpora. A Cristina nunca le gustó compartir el poder. Por eso a Alberto Fernández le fueron extirpando ministros como sanguijuelas hasta dejarlo casi sin nada.
Bullrich la respondió a Cristina por despegarse del Gobierno: «Es una excusa para no hacerse cargo»
Pero en el caso de Massa, ella anticipa una contienda de poder y deberá negociar internamente una paradoja: para no ir presa de la Justicia, estará presa de Massa. A diferencia de Alberto Fernández que eligió no construir poder, Massa ya avisa que está dispuesto incluso a construir desde afuera con quien haga falta. Él sabe de su debilidad con listas plagadas de kirchneristas, pero ella sabe que él no titubeará en sumar a gobernadores, sindicalistas y peronistas no kirchneristas. Esta ansiedad es la que se le anticipa a Cristina a pesar de que debería estar maravillada con el milagro de su último experimento electoral que es Massa. Pero entre traidores, se conocen entre sí. Tienen varias vidas y más traiciones que vidas.
En cambio la estrategia de Javier Milei es hacer tabula rasa.
Aristóteles ya comparaba a la mente con una página en blanco o tabula rasa y en el siglo XVII el empirista inglés John Locke retomó esta idea, aunque le agregó a esa página en blanco la capacidad innata de reflexión. Vaya si quedó en modo reflexión Javier Milei luego de salir segundo contra sus enormes expectativas de incluso ganar en primera vuelta.
Por varios errores de cálculo y por necesidad, no le queda otra que barajar y dar de nuevo. Borrar todo. Resetear el rígido, en un ejercicio tan pragmático que parece ofrecerse al mercado político disponible, sin distinciones, como una acción de bolsa que puede comprar quien quiera para participar de sus ganancias.
Para demostrar que lo de la tabula rasa va en serio fue capaz de ofrecerle el ministerio de desarrollo humano a la izquierda.
Milei está dispuesto a unirse con la izquierda para «ganarle al kirchnerismo»
Él sabe que es difícil que acepten, pero la sobreactuación le permite sonar creíble. Milei sabe que donde sus ideas sí son consideradas es en el PRO. Allí Mauricio Macri es el principal promotor de un acuerdo con Milei, y Patricia Bullrich está considerando la opción. Dentro de el PRO y entre el PRO y los radicales crece la tensión.
Si el radicalismo sigue los pasos de la Coalición Cívica que llama a no votar ni Massa ni Milei, ¿qué harán en el PRO?
En términos de alianza, ¿qué pasará en la Ciudad de Buenos Aires con lo que era un co-gobierno con los radicales? Si no hay segunda vuelta, Jorge Macri ni siquiera debería fidelizarlos. En ese sentido, la unidad depende tanto de gestos abstractos como de gestos concretos, es decir, cargos en la administración. Como también decía Locke, los pensamientos se revelan en la acción.
Si uno pudiera espiar lo que piensa Mauricio Macri, vería que lo que más lo obsesiona es evitar que Massa sea presidente. Por eso, con Javier Milei se necesitan mutuamente. Y Patricia Bullrich no estaría en desacuerdo.
Por un lado, ella tuvo como objetivo de campaña terminar con el kirchnerismo, pero por otro recibió agresiones inaceptables por parte del líder de La Libertad Avanza. ¿Aceptará hacer tabula rasa con quien la llamó “montonera asesina”?
Por lo pronto la reciente candidata, reasumió su cargo como presidente del PRO. Ese puesto en la nave insigne del macrismo implica que no se retira a su casa y que está en comando. ¿Cómo queda su relación con Macri y la tensión entre ellos? Eso también se juega en estas horas. ¿Aceptaría ser ministra de seguridad de Milei? Difícil. Pero se vienen muchos ejercicios obligados de humildad para Javier Milei si es que se avanza en un acuerdo.
Si el PRO concreta una alianza con La Libertad Avanza, Juntos por el Cambio se rompe. ¿Puede haber una vinculación en la que se doblen pero no se rompan? Nada es gratis pero lo que sigue estando en juego es el poder.
El radicalismo por su lado tiene su propia dinámica. Fornido de gobernadores e intendentes, goza de una posición mucho más sólida que el PRO y tiene un semillero de nuevos dirigentes. Su lado débil son los amigos de Massa, ya que, como se ha visto, tiene amigos en todos los partidos. El ministro candidato ha mostrado una curiosa habilidad en su falta de escrúpulos: tiene la facultad de mantener los amigos siendo el perfecto enemigo. Y Cristina lo sabe. Algunos, dicen que en el fondo, ella lo detesta tanto como Macri. Eso sí que es cerrar a grieta.