“En algo hay que creer”, dice una frase popular en Argentina, un país siempre necesitado de una esperanza, de un paraíso, de una tierra prometida, algo o alguien que nos guíe hacia ese lugar extraterrenal luego de una vida terrenal difícil y de haber surcado crisis tras crisis.
Desde luego, se trata de una sociedad mayoritariamente católica; con iglesias evangelistas extendiéndose por doquier, sin pausa y especialmente entre los sectores más pobres; con una de las comunidades judías más grandes fuera de Israel; e incluso con una comunidad budista que atrae la mirada de los líderes mundiales de esa fe.
Pero hay una nueva creencia. En realidad, no es nada nueva, pero ha verificado un crecimiento enorme y también invisible, porque comenzó como un pasatiempos de revista dominical, luego en conversaciones con amigos y amigas y alcanzó una gran masificación a partir de las redes sociales: la astrología.
Sentimientos Públicos, una consultora liderada por el sociólogo Hernán Vanoli que “mide e interpreta movimientos y tendencias que recorren la superficie y lo profundo del alma colectiva”, realizó un informe para dimensionar este fenómeno, y el resultado es sorprendente (o tal vez no tanto).
Fuente: Sentimientos Públicos
La firma partió de una hipótesis surgida de estudios cualitativos, y es que “existe una relación entre la inflación, el desorden de las expectativas y la dificultad para la construcción de miradas a futuro con religiosidades no organizadas por parte de las poblaciones más jóvenes”.
En síntesis, los jóvenes argentinos no encuentran en los modelos religiosos actuales respuestas a su necesidad creer en algo, de tener esperanza , dado el caótico momento en que viven. Y allí está la astrología.
La consultora analizó más de 3.500 casos encuestados de manera online y buscó afinidades entre creencia astrológica y predisposiciones actitudinales de la población.
EN NÚMEROS
Lo primero que encontró el trabajo de Sentimientos Públicos es que la mitad de los argentinos ve con buenos ojos a la astrología: un 50%, de alguna manera, cree en ella; mientras que solo un 9% se manifiesta en contra.
Tal es este interés, que dos de cada diez argentinos se hizo en algún momento una carta astral, un diagrama usado por los astrólogos para evaluar, desde una mirada determinista, la personalidad, el comportamiento y en algunos casos hasta el futuro de una persona, basándose en la posición de los astros en el momento exacto del nacimiento. Y este fenómeno es todavía más importante entre las mujeres: al menos el 25% de las argentinas se hizo una carta natal.
Otro dato interesante respecto a la astrología es que una fracción de quienes creen en ella la utilizan para fines prácticos. En el caso argentino, se trataría de un 10%, de acuerdo al informe, y se utiliza especialmente “para uso orientativo en cuestiones amorosas o para comprender sus sentimientos”.
Fuente: Sentimientos Públicos
¿Y quiénes son los argentinos que creen en la astrología? ¿Cómo está compuesto ese segmento de la población? De acuerdo al estudio, cuanto menor es el nivel socioeconómico, mayor interés en esto que la consultora señala como “religiosidad”.
Y además, como se señalaba, son jóvenes. El núcleo duro de creyentes tiene entre 16 y 25 años de edad, de los cuales un 25% usa la astrología para uso orientativo.
Como se puede sospechar, Sentimientos Públicos sostiene que se trata de un fenómeno mayoritariamente urbano y de la región centro del país, pero con potencial de crecimiento.
Se trata, asimismo, de una nueva religiosidad que trasciende toda grieta política. “No tiene apropiación ideológica: la comparten tanto votantes de Bregman como el núcleo duro de Milei que buscaban soluciones simples a problemas de larga data”, sostienen.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Para Vanoli, titular de la consultora, “la astrología es una religiosidad en expansión” y “representa a una nueva Argentina de clase media baja, empobrecida y sumida en la incertidumbre y la falta de referencias éticas».
Fuente: Sentimientos Públicos
«Permite el análisis de los contextos emocionales y de los vínculos afectivos en una época de precariedad y es consumible en términos individuales pero con una muy positiva tasa de conversión a lo gregario», evaluó.
Y finalmente, concluyó: “Es racional pero no propia de fanáticos del mercado: pone orden, pero es un orden con arreglo a valores que no son los de la transaccionalidad mercantilista, sino los de la transaccionalidad inmediatista».
