Por Mauro Fulco
Una noche cualquiera en un día hábil. Un zapping aburrido por los canales deportivos. Con suerte se pesca un compilado de goles de alguna liga europea; tal vez algún partido de archivo de esos memorables, con muchísima fortuna Argentinos Jrs.-Juventus (1985). O tal vez uno puede encontrarse con un análisis pormenorizado de Sheffield United-Liverpool del próximo fin de semana. O Sunderland- West Bromwich de la Segunda División. Y no entiende lo que está viendo.
Jugador por jugador, entrenador por entrenador y el dato saliente: cuánto paga en las casas de apuestas online. El programa se llama “La jugada perfecta” y es conducido por tres periodistas deportivos en la señal Fox Sports, que evalúan presente y pasado de cada equipo para luego recomendar a cuál conviene apostarle. Y ahí se entiende un poco más de qué va la cuestión.
Apuestas online, un riesgo que afecta cada vez más a grandes y chicos
El bombardeo es total: carteles en la vía pública, ídolos que prestan su imagen para promocionar apuestas a cambio de suculentos billetes, periodistas deportivos con prestigio que son sponsoreados por estas mismas marcas y, sobre todo, la publicidad en las camisetas de los clubes.
En la actualidad, Codere tiene contrato con River y Lanús, B-Play con Vélez, Estudiantes de La Plata y con la AFA, BetWarrior estampó su nombre en las mangas de la camiseta de San Lorenzo, Betsson luce en la franja amarilla de la casaca de Boca y en el dorsal de Racing, y City Center auspicia a los dos grandes de Rosario: Central y Newells.
Los expertos estiman que las apuestas deportivas online mueven alrededor de entre 50 y 60 millones de dólares en nuestro país, y esa cifra tiende a crecer año a año.
En ese contexto, la diputada Marcela Campagnoli presentó un proyecto de ley que busca regular las publicidades de apuestas deportivas, con el objetivo de “prevenir el juego patológico en línea o virtual” y “evitar las consecuencias perjudiciales a nivel individual, familiar y social que el mismo provoca”.
La iniciativa de la legisladora surgió luego de que su hijo de 22 años comenzó a apostar online. “El verano pasado estuvo a full con las aplicaciones para apostar. Por suerte es un chico que comunica lo que hace, muy transparente. Le dije ‘¿cómo vas a estar haciendo eso’? Y me dijo: ‘Mamá, quédate tranquila, porque si yo apuesto ahora y acierto y el jugador mete un gol dentro de los 10 primeros minutos de partido, puedo multiplicar por 10. Si lo mete en el segundo tiempo, puedo multiplicar por 50. Me pareció terrible, y aparte era una cosa de la que no se podía despegar, necesitaba seguir haciéndolo”, explica a Newsweek.
HASTA EN LA ESCUELA
Tommy P. tiene 20 años recién cumplidos. Y explica su caso. “En Boca Fluminense (el 4 de noviembre pasado) dejé de jugar, pero antes lo venía haciendo mucho. Llegué a apostar $1.000 pesos por día en mi peor momento, que fue hace un mes atrás. Y un poco más también, $2.000 o $3.000. Eso sí, llegué a ganar $50 mil con una combinada de 5 partidos que se me dio, pero eso es nunca. Lo que pasa es que metés una de esas y podés apostar una luca por día durante un mes y aun así seguís 20 arriba, aunque pierdas todas”.
“Las apuestas online son un problema grave para los adolescentes porque adelantaron un problema en una edad en la que no estamos acostumbrados a verlo. Las apuestas habitualmente se pueden hacer desde los 18, pero de manera online apenas se necesita un celular, y eso es un gran peligro”, analiza el psicólogo Diego Quindimil -autor del libro “El mundo post covid”-.
Y agrega: “La palabra adolescencia viene de adolescere (crecer): son sujetos en crecimiento y no tienen tan claro lo que vale ganar o perder dinero, entonces me parece que es un gran peligro. El tema de lo online es la inmediatez, que te impide ver con claridad cuánto vas ganando y cuánto vas perdiendo. Por supuesto que son una puerta inicial y apresurada a la ludopatía”.
Los riesgos de las apuestas online y las estafas en internet
Solange H. pertenece a la agrupación Jug-Anon Noroeste, una comunidad que agrupa a familiares de personas que sufren esta problemática. Ella es mamá de un joven que arrancó a jugar a los 18. “Detrás de lo que veíamos como un hijo “normal” apareció este flagelo, que yo no sabía que era una enfermedad. Uno pensaba que era un vicio o una cuestión del momento. Empezamos a ver que entraba y salía de casa muy rápido. Había días que estaba irritable, enojado. Empezó a aislarse de sus compañeros de colegio y del club. Detrás de esas conductas aparece el juego. Cuando empezamos a interiorizarnos había desaparecido durante tres días por vergüenza”.
Su caso es uno más de los cientos en que los familiares no saben a quién recurrir, una marea que sorprende a todos y que trastoca la vida.
“Jamás habíamos imaginado el monto de lo que había jugado. No faltó plata en casa, pero había faltantes de dinero en su trabajo. Cuando se descubre lo que hizo fue millonario, aproximadamente 3 millones de pesos. Él jugaba al casino virtual y maquinitas, no era presencial. Después empezó con las apuestas deportivas. Iba y jugaba como si fuera una boleta de Prode. Eso luego fue degenerando, y en la pandemia creció mucho todo”.
Y Quindimil, cuyo libro da cuenta de cuánto cambió el mundo después del aislamiento, asegura: “Suele ser una patología cuando uno no puede vivir sin apostar. Esa es la definición de adicción al juego. Y ahí no hay placer. Hay estudios que arrojan que algunas personas disfrutan más de perder que de ganar, por más loco que eso parezca”.
Brasil empezará a cobrar impuestos a las apuestas deportivas
Solange, que desde su grupo brinda contención a las familias, puntualiza: “Después de la pandemia crecieron las consultas, y como son a través de zoom tenemos gente que se comunica desde países limítrofes. La persona más joven que tuvimos es un nene de 11 años, que capaz les sacaba plata a los papás o les pedía plata para sacar fotocopias inexistentes. Para ellos es inofensivo porque no dimensionan lo que puede pasar; a los familiares nos cuesta muchísimo poner límites, y el control sobre el teléfono de los chicos es aún peor. Con las apuestas del Mundial fue tremendo.
Manuel Colombo es coach ontológico y aporta una mirada sobre este tema. “En la sociedad en la que vivimos hoy, llenos de estímulos y ansiedad, estas conductas se potencian. En el caso puntual de los juegos, al tener a la mano a un click de distancia en el celular se acelera esta acción de apostar y jugar compulsivamente”.
Hay tantos casos como personas. Hay tantos ejemplos como seres humanos. Abrumados por la publicidad y facilitado por el acceso a los dispositivos tecnológicos, la seducción de la pelota corona el combo perfecto para la puerta de ingreso a la ludopatía.
“Tenía un estudio jurídico y cada vez llegaba más tarde o faltaba o pasaba las citas de los clientes. Empecé a darme cuenta de que gastaba más dinero del que generaba. Tenía que andar tapando agujeros”.
El testimonio de Elena, integrante de Jugadores Anónimos que arrancó a los 39 años por un desengaño amoroso, es una constante: la banca siempre gana. “Llegué a comprar un aire acondicionado y lo vendí a la tarde para pagar deudas”, grafica, y señala un aspecto desconocido para la mayoría: “Al principio los casinos online te regalaban créditos para empezar a jugar. Te enviaban la clave con ese dinero al mail. Llegué a tener como 20 direcciones distintas de correo”.
Ricardo Antonowicz es psicólogo deportivo, y las apuestas online resumen su saber: la psicología y el deporte. “La experiencia ludopática empuja al sujeto a repetir la compulsión y entrar en un circuito de pérdida. Hay un círculo vicioso de llenado de ilusión al apostar online y un consecuente vaciado no sólo de dinero sino de frustración y de vínculos a los que se engaña reiteradamente. En un caso reciente, un paciente mentía a la familia diciendo que no había cobrado, pero en verdad lo había apostado y volvía a mentirle al mostrarle el dinero que pedía prestado en financieras. Así, cada vez se enfeudaba más. Fue muy difícil poder ponerle un límite a esta patología. Es un proceso muy lento. El apostador entra en desesperación frecuentemente, al sufrimiento y al contacto permanente con el vacío”.
Apuestas deportivas: un jugador del ascenso contó que les ofrecieron plata para perder
Su colega Quindimil ejemplifica: “El otro día hablaba con un director de escuela y me contó que Internet no funcionaba bien porque todos los chicos estaban jugando y apostando por un partido que se estaba jugando en ese momento. Eso le disminuyó la señal de internet y a partir de ahí armaron una campaña de concientización”.
Tommy P. agrega: “Tengo un amigo de la facultad al que tuvieron que ayudar porque estaba muy metido. Estábamos en la facultad y en la compu ingresaba a Fútbol Libre (sitio web que transmite partidos de todo el mundo en forma gratuita) para ver un partido de la Segunda División de India y apostar a cuántas amarillas iba a haber. Eso ya es una locura total. Bah, todo es una locura. Los que más conozco apuestan a partidos grandes, de Champions o clásicos. Este pibe de la facu llegó a poner 4 o 5 mil pesos por día con plata del papá. Yo siempre aposté mi plata porque trabajo”.
HAY SALIDA
Mientras en Europa la actividad se regula cada vez más, los grandes monstruos de apuestas deportivas hallan en Argentina un terreno fértil. En abril pasado la Premier League anunció que se eliminaban las publicidades de casas de apuestas de las camisetas.
En Chile, la Corte Suprema declaró “ilegales” los sitios de apuestas deportivas en septiembre pasado. ¿El dato? La liga de ese país tiene como sponsor principal a una empresa del rubro, y el 90 por ciento de los clubes (que son sociedades anónimas) tienen contrato con alguna de ellas.
En Colombia y Perú se creó un impuesto especial para desincentivar las apuestas online, pero la iniciativa no fue exitosa: este último es el segundo país en Latinoamérica con más apostadores detrás de Brasil. El tercer país latinoamericano en intentar aplicar una alícuota a esta actividad es Argentina. Desde 2016 el juego online tributa entre el 2.5% y el 15%.
Pero no alcanza. Elena, que desde Jugadores Anónimos se dedica ad honorem a asistir a adictos al juego, tiene una mirada particular: “La inmediatez y las billeteras virtuales incentivan el juego. ¿A los chicos les importa el deporte? No a todos los que apuestan: lo que les importa es jugar. Además, es una forma de evadirse de los problemas que tienen, de la realidad que habitan, de que tienen la razón en todo, de que no tienen límite, de que por ahí los padres trabajan mucho. Y pasa también porque lo lúdico no está mal, es bueno. El tema es la compulsión”.
El psicólogo Quindimil aporta: “Me acuerdo un caso particular de cuando trabajaba con organizaciones que se dedican al tema de las apuestas y ya hace unos años iban a instalar que no se podía fumar en los bingos. Ellos ya calculaban esa pérdida, porque de esa manera podían detenerse a pensar en lo que estaban gastando y recapitular para decidir no seguir perdiendo dinero. Las apuestas online no te permiten hacer ese rescate, sino que es una automatización que va a la pérdida, porque -como todos sabemos- se pierde más de lo que se gana. Apostar en sí podría ser placentero, por la adrenalina de ganar o perder. El tema es qué vínculo tiene cada uno con las apuestas. Los que juegan cada tanto y los que abusan más de lo que tienen. Ahí ya no hay placer”.
Solange, desde su rol de mamá y asistente, dice: “Normalmente se habla de droga y alcohol, pero no mucho del juego. Es una adicción muy silenciosa y de las peores, porque no te das cuenta. El jugador hacer una vida normal hasta que estalla y cuando te das cuenta es tarde. Se apuesta por todo: no tienen vergüenza hasta de apostar por un cigarrillo. Cualquier cosa les sirve porque ellos necesitan tener esa adrenalina de manera permanente”.
Elena, que lo vivió en carne propia, testimonia: “La ludopatía es una enfermedad con la que convivís. Hoy tengo herramientas para enfrentar los problemas desde otro lado”.
Casinos, cartas, goles. Todo es válido a la hora de poner en juego la adrenalina y las apuestas. Pero la sociedad demanda un control más riguroso para aquellos que se lanzan a esta aventura incierta. El psicólogo Diego Quindimil lo sintetiza: “Que los adolescentes que no están del todo constituidos como adultos ingresen al mundo de los adultos corren el riesgo de caer en la adicción al juego. Me parece que es para preocuparnos. No solo desde la familia si no desde las escuelas y los medios de comunicación”.
Ni las familias, ni las escuelas y -mucho menos- los medios de comunicación parecen tomar nota de la gravedad de este problema.