Las lágrimas me caen por las mejillas, se hacen presentes para recordarme que la película ha llegado a su final, con la angustia de saber que ese final no fue el esperado… que ese final no fue el soñado. Sin fuerzas para salir a la calle y levantarme de la butaca, las luces se encienden y ya nada volverá a ser lo mismo. El pecho se me estremece y no tengo fuerzas para afrontar este miércoles 25 de noviembre de 2020. No quiero que esta película acabe.
Todos deseábamos que este día nunca llegara y menos de esta manera. Aunque en el fondo de nuestros corazones ya nos preparábamos para lo peor; nuestro ídolo, símbolo o simplemente amigo y hermano se nos estaba yendo.
El desconsuelo, el vacío que nos deja es el mismo que nos dejaron nuestros abuelos, nuestros padres al partir, porque Diego para todos nosotros fue un familiar más.
Su historia se desarrolló frente a las cámaras y compartió su vida con todos nosotros; miramos esta película como aquellas de Hollywood a las que no le falta ni un solo condimento. Una historia de novela de un niño humilde y pobre que llego al pináculo de la gloria. Ya en sus comienzos de cebollitas deleitaba a los televidentes en Sábados Circulares, con Pipo Mancera, haciendo jueguitos.
De ahí el saltó a la primera con tan sólo 16 años y un caño en la primera pelota que toco. Cada paso en su vida tuvo romanticismo y dramatismo. Envidias sanas y comparaciones tediosas comenzaron a llegar sin cesar, aquellas que lo acompañaron a lo largo de toda su carrera y las cuales el nunca evitó: se creyó el mejor de la historia y así lo fue.
A los 17 vivió su primera gran frustración: quedó afuera de la copa de mundo, llorando como niño, Menotti lo excluye del Mundial ´78. No todo fue color de rosa para el joven Diego que pasó de vivir en villa Fiorito a codearse con los popes del poder.
Su vida tuvo altibajos constantemente, todos querían tenerlo a su lado, todos soñaban con estrechar su mano, y un día lo recibió “Videla” en Casa Rosada luego de ganar el mundial juvenil.
Diego ya no era una promesa sino una realidad, con menos de 20 años se había convertido en el personaje más importante del país, con lo que eso significa, y poco después del mundo entero.
Pasaron los años y se transformó en el dueño de la selección, de la bandera celeste y blanca, luchó contra todos y contra todo. Su figura se enalteció aún más cuando llegó a Boca para dar el salto a la popularidad total.
Con tapado de visón y melena descontrolada, enfrentó cualquier micrófono sin pudor. La sociedad, los medios y el poder gestaron a un Dios.
Su pase pasó a ser el más caro de la historia Argentina, para luego convertirse en el más caro del Mundo. Llegó a Barcelona, adonde lo hostigaron por sudaca, lo lesionaron y otra vez la historia se repitió; una de cal y una de arena, de ser el pase más caro al pase más cuestionado, olía a estafa, en Barcelona no lo dejaban prácticamente jugar y lo despreciaban.
Un nuevo comienzo enfrentó en Napoli, lo recibieron y finalmente lo consagraron como D10S. El título de “D10S” había llegado, su pueblo, el napolitano, así lo sintió y se lo hizo saber. Dueño de la ciudad, símbolo de poder, pobres contra ricos, se colocó la bandera que más le gustaba: la de los mártires, la del Robin Hood, nadie se animaba a cuestionarlo.
Pasaron siete años, los mejores de su carrera, con infinidad de títulos ganados; el mejor de Italia dos veces. Pero, una vez más apareció el lado oscuro de su historia, cercano a la camorra, la mafia, las drogas y las mujeres pasaron a formar parte de un rumor constante. Se hablaba de un hijo extra matrimonial y un infierno que casi ya no lo dejaba vivir. Su vida privada ya no le pertenecía, era de todos. Justamente el D10S de todos.
En el medio llegó México ´86, su mundial con cinco goles. El mejor gol de la historia con el mejor relato también (el de Víctor Hugo) y de yapa, el condimento de su gol con la mano nada menos que a los ingleses, y una declaración para la historia: “fue la mano de Dios”.
Mes soñado en México, adonde se consagró como el mejor de la historia. Se abrazó fuerte a la Copa del Mundo; sueño cumplido. Todo el país festejó y salió a la calle, fue el festejo más grande del pueblo Argentino, aún más grande que la llegada de Alfonsín unos años antes con la vuelta a la democracia. Triunfo indiscutido y consagración total.
Italia, junio de 1990, ya Napoli era odiado, el Sur había triunfado por sobre el Norte y su prócer debía defender el título, contra todos los pronósticos, caen Brasil e Italia y otra vez las dos caras de la moneda: el odio y el amor. Perdió la final injustamente, pero ya no era el mismo, se lo notaba fastidiado, lesionado, oscuro y lloroso. Sus 30 años parecían los 100 años de cualquier persona normal.
Al poco tiempo lo peor, El Dios era humano, sus pies no eran de oro sino de barro. Un doping positivo y la suspensión se apoderaron de la historia; regocijo de aquellos que lo quieren ver caer, encierro y tiros al aire, ya no soportaba más el personaje, el personaje no se lo había comido, ¡¡se la había devorado!!.
Tristeza y un cercano final, lo intentó en Newells, y volvió a entrenar para el mundial de Estados unidos. Debut, goleada y gol, pero lo que parecía un sueño, se volvió una pesadilla. Allí fue cuando una vez más el doping se apoderaba de su vida con lágrimas desoladoras y otra frase para la historia: “me cortaron las piernas”. Así fue el fin de su carrera y el cierre de un capitulo digno de la película más taquillera la historia.
Hasta ahí y con tan solo 34 años dejó el fútbol con una despedida monumental en la cancha de Boca: “yo me equivoque y pague, pero la pelota no se mancha”, expresó. Con una vida personal agitada, hijos por todos lados, parejas desparejas, separaciones, lucha de bienes, traiciones constantes, cocaína presente, internación en Punta del este, un resucitar de la muerte, recuperación en Cuba, coqueteos con la oscuridad, vuelta a la actividad como técnico, selección Argentina en Sudáfrica, “Toti vos también la tenes adentro” y bla bla bla…
Su vida estuvo siempre en el candelero acompañado de peleas con sus hijas, presencia de más hijos en Cuba, amistades con Fidel y Chávez, presidencia honoraria en Bielorrusia, paso por México, reconocimiento de su hijo italiano, tratamientos para adicciones, videos de golpes, una lista interminable de sucesos que a nadie le agradaban demasiado.
Y su salud era cada día más frágil, con dificultades para caminar, hablar, sostenerse de pie. ¡Diego ya estaba cansado y se le notaba, no podía más!! Trajines constantes, idas y vueltas, amistades y enemistades, odiado o amado, así era Diego y así son los dioses, los que creen aceptan todo y los que no, cuestionan todo.
Diego no estaba exento de nada de eso. Llegó así hasta 30 de octubre de 2020, como si el supiera, o como alguien que predice su final, con dificultades se acercó al centro del campo, ese día cumplió 60 años, levantó las manos y saludó, lo ayudaron a caminar, se le cayó una lagrima y se despidió, agradeció y lo ovacionaron. Hizo su última entrada a una cancha, caminando despacito dejó un tendal tras su paso, su historia se estaba comenzando a desprender de él. Y nuestras lágrimas volvieron a apoderarse de nosotros, sabemos que lo dio todo y que ya no podía más. Se encerró, lo operaron, se refugió de todos y se dejó caer. El final de la película llegó. Su final, nuestro final.
Se apagó la pantalla, lloro y no lo puedo creer. Nadie lo puede creer. Nuestro D10S nos ha dejado y con ello todo su legado. Las lágrimas seguirán cayendo y el día será largo. ¡¡Hasta siempre Diego y Gracias!!.
Palabras de Mariano Flores Valenzuela, 40 años. Mendoza, Argentina.