El aislamiento social es un período especialmente desafiante para los más chicos. Según estudios de Unicef, el 22,5% de los chicos dijo estar asustado; un 5,7% afirmó estar angustiado y un 6,3% expresó estar deprimido.
Quienes lucharon por la posibilidad de que los chicos hagan salidas recreativas se refirieron principalmente al impacto que la cuarentena tiene en su estado de ánimo.
Según la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), la cuarentena tuvo varias etapas. Al principio “hubo una sensación generalizada de estar de vacaciones, con tiempo libre para jugar y estar mucho con los padres (los más chicos), y dedicar tiempo a hobbies personales, chats con pares y jugar a la Play Station (adolescentes)”.
Luego, la institución define un segundo período en el que los adultos retomaron actividades laborales remotas, por lo que debieron dividir su tiempo entre el trabajo, juegos y tareas de la casa. Para los chicos, fue un momento de adaptarse a clases por Zoom, tareas y actividades enviadas por mail.
¿Qué pasa hoy? La tercera etapa está signada por el agobio y la incertidumbre. La desarticulación del entramado social trae aparejados cambios que pueden manifestarse en inhibiciones y regresiones en acciones, comportamientos o emociones.
En este contexto, aparece angustia frente a la incertidumbre de preguntas sin respuestas, como cuándo volveremos a salir o a ver a la familia, y si podremos contagiarnos.
Pueden aparecer pesadillas, trastornos del sueño, aparición de temores nuevos o de otros ya se habían superado.
SENTIMIENTOS
Los más pequeños se sienten más seguros por estar con sus familias, pero los adolescentes padecen el encierro al no poder acceder a sus grupos de pertenencia. Pueden aparecer mayores confrontaciones y ansiedad. La falta de actividad y física y libertad de movimientos genera fastidio y malhumor.
PRINCIPALES DIFICULTADES ANTE LA ESCOLARIDAD VIRTUAL
– Escaso tiempo en la escuela previo a la cuarentena para poder generar vínculos empáticos con los docentes.
– Falta de un encuadre institucional que sostenga la actividad.
– Padres y madres que deben asumir el rol de maestros.
– Hermanos menores actuando como distractores.
RECOMENDACIONES DE LA SAP
– No negar la realidad. El mundo no es el mismo y durante un tiempo no lo será. Hablar sobre esto sin dramatizar.
– No asustarse ante las crisis de angustia. Escuchar, contener y permitir que los sentimientos sean expresados.
– Si es necesario, recurrir a los profesionales disponibles virtualmente.
– Aceptar que estamos viviendo un momento de gran incertidumbre y que no tenemos muchas respuestas.
– Bajar el nivel de exigencia, no pretender llenar todo el tiempo con actividades. Permitirse y permitir estar aburrido, desganado o perdiendo el tiempo sin hacer nada.
– Aceptar que el año escolar será muy particular, se darán los contenidos que se puedan y se aprenderá lo que sea posible.
– Habilitar en los adolescentes un espacio de intimidad y diferenciación de sus padres. Lo necesitan.
– Saber que se producirán pérdidas a nivel emocional, social, monetarias, educativas. Es inevitable.
No poder estar en contacto con pares fuera del entorno familiar y absorber y convivir con las angustias que perciben en los adultos los hace especialmente vulnerables. Por eso es fundamental trabajar en conjunto como familia para hacer este tiempo lo más llevadero posible. Algunos consejos de Marisa Russomando, psicóloga especialista en Crianza y Familia (MN 23189):
Establecer rutinas. Según la edad, deben tener momentos de tarea, de ocio solos, de ocio con la familia, aire libre (puede ser una ventana donde dé el sol o un balcón) y movimiento.
No responder a todas sus demandas automáticamente. En un principio esto puede generar mal humor, pero se entrena la paciencia, la tolerancia al no y a la frustración.
Bajar la exigencia y dejarse llevar. Si la casa es un desastre por momentos, si un día miran más tele de lo habitual, si se aburren de a ratos, o si vuelven a comer lo mismo, no pasa nada.
Tener momentos de soledad. De ser posible, delegar al menos una hora por día las tareas en otro adulto, y encerrarse a hacer algo que se disfrute para recargar energías.