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La muerte de la agenda “woke” y el triunfo de la razón
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La muerte de la agenda “woke” y el triunfo de la razón

Por Darío Lopérfido

Hace unos años parecía que el mundo “woke” iba a imponerse de manera arrolladora, y no solo en Estados Unidos, porque su influencia parecía extenderse a nivel global.

Incluso políticos y administraciones sucumbían a su influencia. Políticos tradicionales adoptaban el lenguaje inclusivo, y comunicadores caían en los mismos discursos de aquellos jóvenes universitarios estadounidenses, cuyos padres pagan sumas exorbitantes creyendo que sus hijos están contribuyendo al bienestar de la humanidad, cuando en realidad solo están inmersos en una fantasía.

El problema, como suele ocurrir, fue que no supieron detenerse a tiempo y cayeron en actitudes autoritarias e incluso fascistas. Feministas radicales acusaban a todos los hombres de ser posibles violadores; personas perdían sus trabajos por no utilizar los pronombres que los demás consideraban adecuados; y se estigmatizaba a aquellos que osaban cuestionar atrocidades como la transición de género en menores de edad. La lista de represalias contra quienes no seguían fielmente estos dogmas era extensa, y muchas personas sufrieron las consecuencias por no adherirse a las imposiciones de un grupo de jóvenes bastante desquiciados.

Esto es una constante en políticos carentes de sustancia: en un momento todos escuchaban a Greta Thunberg (una joven con evidentes problemas cognitivos) hablando del cambio climático, y poco después esos mismos políticos empezaban a hablar en inclusivo o a crear ministerios para gastar dinero público en causas LGBT que, si bien la mayoría de la gente no rechaza, tampoco desean que se les impongan en cada aspecto de sus vidas.

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Hoy, la situación ha comenzado a cambiar. Muchas empresas que en su momento adoptaron con entusiasmo la moda woke han tenido que rectificar, al darse cuenta de que esto afectaba sus resultados financieros. Un caso emblemático fue el de la cerveza Bud Light, cuyo principal mercado son hombres trabajadores estadounidenses, y que lanzó una campaña publicitaria con la influencer trans Dylan Mulvaney, lo que desató una enorme campaña en su contra (con consumidores que afirmaban dejar de comprarla), generando enormes pérdidas económicas. Esta tendencia de seguir modas sin criterio afectó a varias empresas (Nike, Disney), haciendo realidad la frase «go woke, go broke» (“adopta lo woke, irás a la quiebra”).

Ahora estamos ante otro fenómeno. Muchas personas están votando en contra de los candidatos que apoyan la ideología woke. No cabe duda de que gran parte de los votantes de Trump lo harán en rechazo a esta ideología, que ha calado profundamente en el Partido Demócrata y en sus representantes. Un ejemplo similar lo encontramos en Argentina con el triunfo de Milei, quien se opone de manera frontal a esta agenda, que en muchos aspectos fue impuesta por el kirchnerismo y algunos miembros del PRO, como Rodríguez Larreta. En Italia, Meloni también ha seguido una línea similar.

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Asimismo, se está reivindicando a figuras que intentaron ser canceladas, como la escritora J.K. Rowling, quien fue atacada e incluso amenazada por afirmar que, si bien existen distintos géneros, solo hay dos sexos: hombre y mujer. La resistencia de Rowling al sostener su postura, y sobre todo el hecho de no disculparse, la ha fortalecido, y sus libros siguen vendiéndose a pesar de los llamados a boicotearla.

¿Significa esto que la gente rechaza todos los postulados del movimiento woke? No necesariamente. La mayoría rechaza el autoritarismo, las violaciones a la libertad de expresión y, sobre todo, que un grupo de personas sin mayor conocimiento les diga cómo deben hablar o pensar. Nadie quiere ser acusado de discriminador cuando no discrimina, ni ningún hombre desea ser señalado como posible violador cuando nunca ha cometido tal acto. Cada persona tiene derecho a ser como quiera, y todos tenemos el derecho de expresarnos libremente. No se puede vivir temiendo que alguien se ofenda por nuestras palabras, porque las razones para ofenderse son infinitas.

El movimiento woke será recordado como un grupo de fanáticos y autoritarios. Y eso, sin duda, es una buena noticia.

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