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Violencia política en Argentina: paren la mano antes de que sea tarde
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Violencia política en Argentina: paren la mano antes de que sea tarde

Por Gustavo Sylvestre

¿Quién podía imaginar que un candidato a dirigir los destinos de la República Argentina, que hizo campaña con una peligrosa motosierra en sus manos, un instrumento para “romper”, “destruir”, “cortar”, se podía transformar de pronto en un hada buena y generosa, que iba a distribuir generosidad con su varita mágica? La motosierra es su varita mágica, y así como el Gobierno “celebra” el uso de este instrumento en la economía, también lo traslada a un discurso verbal violento, antesala de poder producir en la práctica violencia física, como la que hace poco vivió la Argentina.

El Gobierno de Javier Milei viene desarrollando en las últimas semanas peligrosas demostraciones de violencia verbal e institucional: desde las feroces e indiscriminadas represiones callejeras, que incluyeron el gaseado sobre el rostro a una niña de 9 años (algo que investiga lentamente la Justicia), hasta exabruptos de sus principales miembros contra todos aquellos que osen opinar diferente. Las críticas en su contra ponen nervioso al presidente, porque no las tolera.

Frente a las demostraciones por el veto a los jubilados y tras la última y masiva marcha universitaria -y en un contexto en el que los números de la economía siguen en rojo y con una histórica caída del consumo-, el Gobierno de Milei ha endurecido y exacerbado un discurso violento no compatible con la democracia.

Milei: «Me gustaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro”

Las expresiones del jefe de Gabinete y de la ministra Bullrich en el sentido de que los estudiantes universitarios que han promovido marchas en paz y orden se parecen a los subversivos de los ‘70 son una provocación inadmisible para estos tiempos. Porque eso no es real. Y tampoco lo es, como dijo Bullrich, que llevan bombas molotov. Lo que hacen es defender la Universidad Pública con acciones pacíficas y discursos.

Quienes sí llevaron adelante acciones violentas (con gas pimienta) fueron los militantes de la Libertad Avanza en la Universidad Nacional de Quilmes. Mediante el uso de la violencia y la prepotencia trataron de “romper” una asamblea estudiantil. No lo lograron y fueron expulsados por los propios estudiantes. La Justicia investigará estas acciones, e incluso otras, ya que el militante libertario identificado habría realizado acciones similares en otros ámbitos. Hay acá un ejemplo concreto de cómo las palabras oficiales después pasan a la práctica violenta.

La otra semana, por Darío Lopérfido: Los malos periodistas, la violencia en las redes y un consejo para el presidente Milei

Las agresiones a los periodistas, llamativamente encubiertas por muchos periodistas, son una constante. Los ataques, descalificaciones e injurias hacia aquellos economistas, dirigentes u opositores que osan criticarlo se han vuelto una constante en el accionar presidencial. Del mismo modo, los ataques contra el Parlamento, consentidos por muchos de sus integrantes, son una desgracia institucional.

Pero el Presidente de la Nación cruzó un límite pocas veces cruzado por la máxima autoridad del Estado: desearle la muerte a un adversario político. La frase “me gustaría ponerle la tapa al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro” es una brutal convocatoria a que ese deseo se haga realidad, máxime teniendo en cuenta que este Gobierno maneja recursos, poder y una horda de desacalificadores mediáticos y en las redes sociales, los cuales hasta se han permitido lucirse en el manejo de armas.

El Gobierno, o al menos la Justicia, se lo debería hacer notar. El Intento de asesinato a la exvicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que hoy se ventila en Tribunales, estuvo precedido de un clima de violencia verbal y de marchas violentas (no olvidarse las bolsas mortuorias o la guillotina en Plaza de Mayo), cuadro que muy bien ha descripto el fiscal Gerardo Policitta en la investigación del accionar de Revolución Federal.

El sistema democrático argentino, más allá de repudiar estas acciones violentas, tiene la obligación urgente, inmediata, de construir alternativas democráticas válidas para que, mediante el poder de los votos, el año próximo se le ponga límites a la acción cada vez más creciente de violencia institucional que este Gobierno empieza a desplegar de una manera desaforada, peligrosa y destructiva.

¡Paren la mano, antes de que sea demasiado tarde!

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