Por Lalo Zanoni
¿La IA también pone en jaque a las encuestadoras políticas? Se llama Aaru y es una startup de IA que se hizo conocida porque reemplaza a los humanos por chatbots, o “agentes”, en las encuestas políticas. Fundada por Cam Fink y Ned Koh, dos emprendedores de apenas 20 años, la empresa usa datos censales para replicar con precisión distritos electorales, creando perfiles de votantes virtuales con cientos de rasgos de personalidad únicos que interactúan y piensan como personas reales.
Además, se actualizan continuamente al consumir noticias e información online, lo que les permite cambiar de opinión según los eventos y noticias que consumen, como lo haría cualquier persona humana. Por ejemplo, después del atentado contra Donald Trump, los agentes cambiaron temporalmente su apoyo hacia el republicano, pero después modificaron nuevamente sus decisiones al recibir más datos e información, como la postulación de Kamala Harris. (Al respecto, Aaru proyecta que Harris ganará las próximas elecciones con una ventaja de 4.2 puntos por sobre Trump)
Las ventajas de este nuevo método para realizar encuestas y predecir resultados, según sus fundadores, es que son más rápidas, más precisas y más baratas que las encuestas tradicionales. Una encuesta a miles de agentes pueden tardar entre 30 segundos y un minuto y medio. En cuanto al costo, cuestan menos de una décima parte de una encuesta tradicional a personas humanas.
Estos chatbots de encuestas serían más precisos porque -a priori- eliminan los típicos errores humanos. Según Fink, las encuestas políticas tradicionales están transitando sus últimos tiempos porque no son confiables y se equivocan en sus pronósticos por una razón tan simple como compleja de solucionar: las personas humanas no siempre dicen la verdad o directamente mienten. Las razones van desde el voto vergüenza (no se animan a decir en público que prefieren a un candidato determinado) hasta el cansancio sobre el tema (decir que votaran por cualquier candidato), nombrar uno para no quedar como “indecisos” o simplemente para jugar a intentar modificar el resultado de una encuesta.
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Aunque en la IA también existe el margen de error, por supuesto. En una encuesta, un agente de IA votó por Mickey Mouse, lo que llevó a investigar porque creyeron que se trataba de un fallo. Pero descubrieron que efectivamente el voto había sido para el ratón más famoso en signo de protesta frente a la oferta electoral porque el agente «odiaba a Kamala y a Trump».
Aaru ya fue contratada por comités de acción política y campañas para realizar estos sondeos, y las ambiciones de los fundadores no tienen límites: planean simular desde elecciones hasta la producción agrícola global. También harán estudios de mercados para las marcas, para testear nuevos productos y servicios antes de su lanzamiento o para predecir qué opinaría la gente antes de un discurso o una medida determinada.
Sin embargo, hay otros puntos de vista. Carolina Perrot, fundadora de la agencia de investigación de mercado UUEVO dice: “En nuestro trabajo ya usamos herramientas de IA todo el tiempo, pero legitimar la autoridad de un agente IA es un salto de fe… y, si de saltos de fe se trata, soy más de la fe y la creencia de que hay algo insondable e irreductible de la experiencia humana que no puede reemplazarse por una simulación”.
Pero Fink es determinante: afirma que quienes no adopten esta nueva metodología quedarán rezagados y muchas empresas encuestadoras tradicionales desaparecerán.