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La fórmula de Milei: del pragmatismo al antikirchnerismo
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La fórmula de Milei: del pragmatismo al antikirchnerismo

Por Manuel Zunino (*)

El fenómeno Milei sigue marcando la agenda política argentina, combinando pragmatismo para asegurar gobernabilidad y un antikirchnerismo explícito que polariza y amplía su base social, avanzando sobre electores que antes gravitaban hacia el macrismo. Sin embargo, la dinámica del poder presenta desafíos claros en un contexto de apoyo fluctuante y frente a una oposición desarticulada.

La gestión de Milei necesita consolidar un núcleo frente a la erosión del entusiasmo. Hoy el respaldo al proyecto del presidente tiene un piso relativamente alto. Algunos indicadores del último estudio nacional de la consultora Proyección: un 40% de la población quiere un candidato que apoye a Milei en las próximas elecciones para avanzar con sus reformas; un 42% se considera oficialista y apoya algunas o la mayoría de las decisiones; y el 45% valora positivamente su gestión.

Sin embargo, lo que preocupa al oficialismo no es solo la cantidad de apoyo, sino su intensidad. En los últimos seis meses, la valoración «muy positiva» de la gestión cayó más de 15 puntos, reflejando un desgaste en el núcleo duro que lo acompaña.

Para contrarrestar esta tendencia, Milei necesita consolidar una minoría intensa que funcione como una base sólida frente a posibles crisis. Esto implica mantener viva la narrativa épica de la campaña que lo llevó al poder, transformando su liderazgo en una causa y no solo en un mandato.

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Por su parte, la oposición parece incapaz de capitalizar las consecuencias del ajuste. Con pocas ideas y desconectada del electorado que Milei pierde gradualmente, su fragmentación contribuye a reforzar el liderazgo del presidente.

Mientras tanto, se acerca diciembre y, con él, la recurrente pregunta por una posible crisis de gobernabilidad. Sin embargo, el escenario no parece propicio para que se materialice. Las condiciones típicas de estas situaciones —bajo apoyo parlamentario, popularidad decreciente, crisis económica e inestabilidad, y escándalos de corrupción— no se cumplen, dejando al oficialismo algo de margen para maniobrar.

En este contexto, y a seis meses de la definición de alianzas electorales, se le presentan algunos dilemas a Milei. Primero, si bien sigue siendo el dirigente que más mide, no estará en la boleta en 2025, lo que pone a prueba su capacidad de transferencia de votos.

Segundo, para garantizar la continuidad de su proyecto, necesitará acuerdos estratégicos. El principal, aún en estado de incógnita, es con Mauricio Macri. No solo le ofrecería fuerza estructural, sino que podría evitar la fuga de algunos puntos que resulten definitorios en un escenario electoral ajustado.

Tercero, las elecciones intermedias suelen operar como un plebiscito de gobierno, por lo cual debe mostrar resultados económicos. La narrativa de ajuste y estabilización que sostuvo su primera etapa de gestión necesita traducirse en avances concretos que atiendan las nuevas demandas de reactivación y crecimiento del poder adquisitivo.

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Las próximas serán elecciones distritales, y la provincia de Buenos Aires es un campo de batalla adverso para el oficialismo. Durante este año perdió en la zona metropolitana más apoyo que en cualquier otra región: allí, uno de cada cuatro votantes de La Libertad Avanza desaprueba su gestión. Además, carece de intendentes propios y estructura territorial.

En las generales de 2023, Milei solo ganó en 15 de los 135 municipios, y apenas en uno con más de 100.000 habitantes (Bahía Blanca). Obtuvo un 25% de los votos en territorio bonaerense, cinco puntos porcentuales menos que su promedio nacional. Sin embargo, su principal rival (el kirchnerismo) tampoco parece encontrar el rumbo, mientras se cumplen veinte años desde su última victoria en una elección intermedia bonaerense, con Cristina Fernández de Kirchner como candidata.

Milei se mueve en un tablero político resbaladizo. Con una oposición debilitada y un kirchnerismo a la defensiva, su mayor adversario podría ser el propio desgaste de su narrativa. Los próximos meses serán cruciales para consolidar su proyecto, equilibrar pragmatismo con resultados y, sobre todo, demostrar que el ajuste no será eterno. El tiempo corre y, en política, la paciencia como activo es un capital efímero.

(*) Sociólogo y director asociado de Proyección Consultores

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