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Lo que genera la violencia de “arriba”
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Lo que genera la violencia de “arriba”

La violencia verbal que ejercen el presidente Javier Milei contra todos aquellos que osan criticarlo o no están de acuerdo con sus ideas y el grupo de choque que acaba de estrenar sus funciones de “guardianes de la ideología libertaria” -autodenominados “Las Fuerzas del Cielo”- comienzan a tener efectos en la vida cotidiana.

Cuando desde el poder se utilizan mensajes violentos, de odio, se “marcan” personas, se estigmatiza, se lanzan discursos que muchas veces nada tienen que ver con la realidad, siempre hay gente dispuesta a llevar a la práctica lo que ordenan las palabras del de “arriba”.

Ocurrió recientemente en la provincia de Mendoza. Un grupo de científicos del Conicet y docentes de la Universidad Nacional de La Plata concretaban trabajos de campo cuando fueron hostigados y amenazados por un matrimonio libertario que los atacó copiando justamente las palabras del poder: “déjense auditar”, “no sirven para nada”, y les lanzaron numerosos epítetos.

La Argentina ha vivido épocas negras en las que el odio de clase contra algún sector de la sociedad o de la política engendró un espiral de violencia difícil de controlar.

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Venimos de episodios recientes donde el “negro de mierda” llevó a la muerte a Fernando Báez Sosa, en Villa Gesell. Donde el “color de piel” llevó a la muerte a Lucas González, porque salía “del medio de la villa” de entrenar en su club de fútbol. La violencia de la Policía (violencia institucional) lo llevó a la muerte por “portación de cara”.

Ahora, en Pinamar, un matrimonio que se creyó dueño del Golf de esa ciudad arremetió a los palazos contra una “rata”. “Negra de mierda”, “esto no es Ostende”, le dijeron a una simple ciudadana que osó caminar y tomar mate por una zona no permitida para cierta clase social, según los agresores. Y otros se creyeron dueños de un barrio porteño, al grito de “rajá de mi barrio, que los ricos no vamos a la cárcel”.

Lamentablemente el odio se ha convertido en una de las armas que la política, y sobre todo los sectores de la derecha y la ultraderecha, vienen utilizando para llegar al poder y, una vez arriba, usarlo para la persecución judicial y política o la estigmatización.

En la investigación sobre la organización Revolución Federal y sus nexos con el atentado a la entonces vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, tanto el fiscal Gerardo Policita como el juez Martínez de Giorgi fundamentaron que las acciones previas, los actos, las movilizaciones, los mensajes de odio y la violencia desplegados por ellos y otras fuerzas derivaron en el intento de asesinato. Vale la pena recordar algo de ese fallo: “Los militantes de ultraderecha conformaron una agrupación que buscaba imponer sus ideas o combatir las ajenas por la fuerza o el temor… Y con sus acciones en las redes sociales y en la calle se constituyeron en actores que agitaron en la sociedad un clima de violencia cuyo acto de mayor gravedad institucional resultó ser el intento de magnicidio contra la vicepresidenta”. Y agregó: “Realizaron actos y emitieron expresiones tendientes a alentar o incitar a la persecución, a la violencia colectiva y a la propagación del odio”.

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El nuevo canto de guerra de los libertarios (“kuka, kuka, kuka; zurdo, zurdo, zurdo”), sumado a las expresiones que diariamente bajan del Gobierno van generando otra vez un caldo de cultivo para acciones como las antes descriptas.

El presidente y sus funcionarios tienen la obligación institucional de parar estos desbordes, muchos de los cuales nunca se vivieron en estos 40 años de democracia. Sería penoso que en lugar de condenar a los violentos que tienen en sus filas, los premien con cargos a diputados en las próximas legislativas, como quiere un sector del Gobierno.

Y es penoso y repudiable que dirigentes políticos que adhieren al Gobierno y se dicen republicanos, por una cuestión de “odio a los otros”, permitan y favorezcan este tipo de acciones. Se vivió hace poco en una sesión de comisión de la Cámara de Diputados en la que una legisladora de los ex Juntos por el Cambio le gritó “¡hijo de puta, andá a votar con los K!” al presidente de la bancada de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro.

La Argentina ha ingresado en una peligrosa doble vara que permite y rechaza en algunos lo que permite y alienta en otros. Y todo por el odio que se ha sabido engendrar.

Una vez más: paren, antes de que sea demasiado tarde.

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