Por Raúl Hutin (*)
El año 2024 llega a su fin y para el 80% de la sociedad argentina este período ha sido entre malo y catastrófico, dependiendo de su condición social y laboral. Este vasto grupo incluye trabajadores, cuentapropistas, comerciantes, profesionales, cooperativistas, pymes y organizaciones sociales. En otras palabras, la clase media y los sectores más vulnerables del país.
En contraste, un pequeño núcleo logró un beneficio descomunal. Los ganadores de esta «lotería de Navidad» fueron quienes especularon con el carry trade, los grandes pools de siembra favorecidos por lluvias oportunas, los ganaderos que exportan a precios extraordinarios y los actores ligados a la explotación petrolera y gasífera. En resumen, mientras los ricos se enriquecieron aún más, los pobres se empobrecieron, perpetuando un ciclo de desigualdad que se agrava año tras año.
La narrativa oficial habla de sacrificios equitativos, pero los números cuentan otra historia. Durante la campaña presidencial, se prometió que «el ajuste lo pagará la política, no la gente».
Sin embargo, la realidad mostró lo contrario:
– 24,2% del ajuste lo absorbieron los jubilados, con recortes brutales.
– 23,6% se financió deteniendo la obra pública, hipotecando el futuro del país.
– 12,8% provino de ajustes en salud, educación y planes sociales.
– 12,1% afectó a empleados públicos esenciales como médicos, enfermeros, policías y docentes.
Estas decisiones configuran el desmantelamiento del Estado tal como lo conocimos, cumpliendo la promesa del presidente de «destruir el Estado desde adentro».
El 2025 es un año complejo y cargado de desafíos para las PyMES y los trabajadores. Aunque se esperan algunas buenas noticias, como una buena cosecha y exportaciones de carne, gas y minerales, estas mejoras no alcanzarán para revertir los desequilibrios.
Un Gobierno sin respuestas para las pymes (ni para los trabajadores)
Mientras tanto, los problemas estructurales persisten:
– La apertura indiscriminada de importaciones amenaza la producción y el empleo nacionales, golpeando duramente a las PYMES, responsables del 75% del PIB y del 80% de la mano de obra activa.
– El Banco Central cierra el año en rojo, dejando pocas herramientas financieras para maniobrar.
– Los acuerdos internacionales, como el del Mercosur con la Unión Europea, se cierran sin un análisis profundo de sus consecuencias, exponiendo aún más nuestra economía a riesgos externos.
A esto se suma un contexto global inestable, donde las guerras y la caída del consumo dificultan las oportunidades de exportación. El panorama exige medidas que prioricen el mercado interno y protejan a la producción nacional.
Frente a este escenario, los argentinos tenemos una elección: aceptar pasivamente este modelo neoliberal que ya conocemos y que siempre termina mal, o levantarnos para defender lo nuestro. Las PYMES, el trabajo y la producción nacional deben convertirse en el eje de una resistencia estratégica.
Bajo la consigna “Ni una PYME menos”, es hora de tomar las calles y construir una comunidad que se oponga a las políticas de exclusión. El país necesita un proyecto que contemple a todos, que fomente la integridad nacional y que cobije a quienes hoy son excluidos del sistema.
No hay tiempo que perder. Argentina tiene historia de lucha y resiliencia. Es momento de demostrar de qué estamos hechos y de rechazar la resignación. Porque un país justo y próspero es posible, pero solo si lo construimos entre todos.
(*) Empresario pyme y secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales