Alemania inicia la recta final de una campaña electoral que definirá su rumbo político el próximo 23 de febrero. Toda la Unión Europea observa con mucha atención, ya que se espera que las decisiones clave en el bloque comunitario queden en suspenso hasta que el país determine quién tomará el timón de la mayor economía europea. Mientras tanto, Francia, el segundo motor de la UE, sigue atrapada en una profunda crisis política.
La victoria de los democristianos de la CDU-CSU, liderados por Friedrich Merz, parece asegurada, pero la verdadera sorpresa es el crecimiento de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), que ocupa el segundo lugar en las encuestas.
Este partido, con vínculos prorrusos y neonazis, fueron ganando notoriedad gracias al apoyo inesperado de Elon Musk, quien utilizó su plataforma X para respaldar públicamente a la candidata Alice Weidel. Musk llegó a llamarla “la principal candidata para gobernar Alemania”, un gesto que ha polarizado aún más el panorama político.
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Entre las propuestas de AfD, destacan políticas radicales contra la inmigración y una postura crítica hacia la Unión Europea. El partido aboga por limitar las competencias del bloque comunitario y, en caso de no lograrlo, plantea un referéndum que podría derivar en la salida de Alemania del euro o incluso de la UE. Además, han sugerido medidas controvertidas como la reducción de la edad penal a 12 años y un sistema de referéndums al estilo suizo.
En el ámbito internacional, AfD critica la participación europea en la guerra en Ucrania, calificándola como una imposición estadounidense. Este enfoque ha generado tensiones incluso con partidos de ideología similar, debido a los supuestos vínculos de AfD con el Kremlin. Las críticas alcanzaron un punto álgido cuando se acusó al anterior líder del partido, Max Krah, de recibir financiación directa de Rusia.
El auge de AfD ha puesto en alerta al actual gobierno de Olaf Scholz, quien respondió endureciendo los controles fronterizos con Polonia. Sin embargo, los temores van más allá de las elecciones: el crecimiento de la ultraderecha en Alemania podría reconfigurar el mapa político de Europa y representar un desafío existencial para la unidad del proyecto europeo.
