Desde su residencia en Santa Marta, el Papa Francisco continúa con una mejoría gradual aunque el misterio sobre su estado de salud sigue presente. La expectativa crece en torno a su posible aparición el domingo, durante la tradicional oración del Ángelus, aunque la opción de una videoconferencia sigue siendo la más viable.
“El formato podría ser distinto esta vez”, adelantó el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, sin dar mayores detalles, lo que alimenta aún más la incertidumbre.
El Pontífice, que en el pasado solía desafiar las indicaciones médicas, decidió cambiar su postura tras una de las etapas más críticas de su vida. Luego de pasar 38 días internado, con dos episodios en los que estuvo en riesgo de muerte, ahora sigue con estricto cuidado las órdenes de sus médicos: mínimo contacto con el exterior y reposo absoluto para evitar recaídas.
Su recuperación no solo es física, sino también vocal, ya que la oxigenación intensiva afectó sus cuerdas vocales. Aunque su voz nunca desapareció por completo, su recuperación avanza con terapia respiratoria.
Aislado en su apartamento del segundo piso de Santa Marta, el Papa apenas recibe visitas. Sus únicas interacciones diarias son con su equipo médico y sus tres secretarios privados. Sin embargo, lejos de estar inactivo, sigue de cerca los asuntos de la Iglesia. Lee documentos, revisa expedientes y envía mensajes, como el que dirigió recientemente a una peregrinación eslovaca, en el que expresó su deseo de estar presente pero reconoció que su convalecencia lo obliga a mantenerse resguardado.
En el Vaticano, muchos ven en esta recuperación un paralelismo con el vía crucis. Desde su habitación, Francisco sigue cada evento religioso, como la misa en honor a Juan Pablo II, que no pudo presidir, y la predicación cuaresmal del fraile Roberto Pasolini, quien le envió un mensaje especial: «Que la fuerza de Cristo resucitado también lo levante a él».
La pregunta sigue abierta: ¿Podrá el Papa asumir su rol en la inminente Semana Santa?