Solo el 3% por ciento de las personas refugiadas acceden a la educación superior. La cifra es preocupante, y ahora en tiempos de pandemia y por el impacto negativo del Covid-19, la situación es más delicada aún.
Por eso, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) pide con urgencia ayuda para los estudiantes desplazados, considerando que el 85% reside en países en desarrollo o menos desarrollados donde el cierre de escuelas redujo el acceso a la educación debido a que el aprendizaje remoto no siempre está disponible e incluso, si es así, los teléfonos móviles, tablets, computadoras portátiles, televisores y radios, así como la conectividad a Internet, a menudo no son accesibles para este sector vulnerable.
Frente a esta realidad que recrudece cada mes, una de las consecuencias de la emergencia sanitaria mundial será el retroceso de algunos de los logros obtenidos con tanto esfuerzo en la educación de los refugiados, incluido un aumento en las tasas de matrícula terciaria. Las consecuencias socioeconómicas no sólo limitan las oportunidades, sino que también pueden obligar a los estudiantes desamparados a abandonar la escuela y recurrir al trabajo, a la mendicidad y a los matrimonios precoces, para intentar mantener a sus familias.
Según cifras del informe del ACNUR, en 2017 solo el 1% de los refugiados estaba matriculado en la educación superior. Desde finales de 2018, esta cifra aumentó al 3%, en gran parte debido a un mayor reconocimiento por parte de los estados, las instituciones educativas y las organizaciones socias de la importancia de la educación terciaria para las personas refugiadas. El 2019 también fue un año récord para el programa de becas de educación superior de la organización, conocido como el programa DAFI (Iniciativa Académica Alemana para los Refugiados Albert Einstein), lanzado en 1992 por ACNUR y el gobierno alemán y que hoy se implementa en más de 54 países, más de 18.000 jóvenes refugiados han podido obtener sus títulos universitarios. El número de estudiantes refugiados matriculados a través de este programa a fines de 2019 fue de 8.347. Este es un nivel récord desde el inicio del programa hace casi tres décadas, y un aumento del 18% en comparación con el año pasado, o 1.481 becas adicionales. Esta expansión fue posible gracias al aumento de la financiación.
De acuerdo al relevamiento, en 2019 los beneficiarios de estas becas procedían de 45 países y los estudiantes refugiados sirios representaban el mayor número (29%), seguidos por los estudiantes refugiados de Afganistán (14%), Sudán del Sur (14%), Somalia (10%) y la República Democrática del Congo (6%). Los cinco principales países de acogida de refugiados para los estudiantes de DAFI fueron Etiopía, Turquía, Jordania, Kenia y Pakistán, que también reflejan los movimientos de personas refugiados a nivel mundial.
El único objetivo es conseguir apoyo para la educación, brindar ayuda para acortar las brechas críticas asegurando la inclusión de estudiantes refugiados en los sistemas educativos nacionales y la continuidad de los programas de educación terciaria, así como también a ofrecer más vacantes para alumnos refugiados. Si esto no sucede, se pondrán en peligro innumerables futuros.