El 2 de febrero de 1922 se publicó por vez primera Ulises, una novela que transformó la literatura universal. Su autor, James Joyce, jamás imaginó que su obra tendría una gran influencia en autores de diversas lenguas y, lo más relevante, hiciera de la experimentación, la creación/destrucción de las formas narrativas un discurso lúdicro y desafiante, explica el poeta, editor y reseñista literario César Arístides.
“Más allá de la irrelevante discusión de si la novela se entiende o se asimila, lo que resulta de una lectura seria y apasionada es la develación del lenguaje como protagonista.
“Observamos la esencia del presente desde las primeras páginas. En ellas el angustiado héroe, el joven Dedalus, sale de su buharda a enfrentar las tribulaciones de estudiante sin dinero y con una carga existencial. Así se llega hasta las últimas páginas del afamado monólogo de Molly Bloom”, comenta en entrevista con Newsweek México el escritor César Arístides.
A propósito del centenario del Ulises de Joyce, que se conmemora este 2 de febrero, Arístides explica que no solo es esa subversión narrativa ni el presente perpetuo lo que hechizan. “También los recursos del periodista y sus cabezas de nota. Las cualidades de la entrevista, la voz y esencia del sonido de las palabras. Los besos, los pasos, el acercamiento a la caída etílica justo en el momento en que se enlazan delirio y duermevela y la certeza de sentir en esa larga jornada. En ese solitario y eterno día, la convulsión/compulsión del lenguaje, el estallido y la apuesta tenaz que, aunque no fue primera, quizá sí la más determinante”.
ULISES QUIERE LECTORES, NO COMPRENSIÓN
El también editor de la casa editorial Penguin Random House, añade que Ulises no quiere comprensión, quiere lectores. Porque, justo es advertirlo, su autor, endemoniado enciclopédico, batalló para hacerse —hacernos— comprender, y parte de la apuesta es atrevernos a sentir. Asumir las palabras. Desbaratar los símbolos y hacer del mundo moderno la mitología de lo cotidiano. Porque el milagro consiste en entrar en la obra y, al mismo tiempo, entrar en la ciudad. En sus calles, rincones, edificios y oficinas. Al mismo tiempo que el lenguaje nos permite hacer de estas visitas una permanencia en la batalla cotidiana. Así como caminar esos laberintos, beber esas calles, deshacer esos paseos y afilarlos con el pensamiento.
Sobre el tema, el escritor Juan Villoro comentó en una entrevista previa con Newsweek México: “A mí Ulises me maravilla y yo pertenezco a quienes consideramos que es muy divertido, pero esto por supuesto es una categoría subjetiva. Me parece injusto decir que Ulises es un libro tedioso”.
La trama de la novela inicia a las ocho de la mañana del 16 de junio de 1904 en Dublín, Irlanda. Joyce escogió esa fecha porque fue el día en que se citó por primera vez con su esposa, Nora Barnacle.
La obra original en lengua inglesa cuenta con 267,000 palabras en total, y un vocabulario de más de 30,000 términos, en poco más de 800 páginas.
La narrativa solamente aborda 24 horas en la vida de tres personajes. James Joyce presuntamente aseguró que la obra “es para tener ocupados a los críticos durante 300 años”.
Villoro añade que “Borges dijo que era una famosa forma del tedio. Ese libro es tedioso para quienes así lo juzgan. Pero quienes hemos leído Ulises no lo hemos leído por obligación o esnobismo, sino porque puede divertirte de una manera complicada”.
FASCINACIÓN LITERARIA
El doctor en Letras Inglesas de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, Mario Murgia Elizalde, opina que la fascinación que despierta Ulises “proviene en principio del uso de la lengua. Pero también de sus altas capacidades evocativas y en eso radica su complejidad y también su atractivo”.
A su vez, “Ulises estaría entre los libros esenciales de los siglos XX y XXI. Hay que leerlo para comprender el desarrollo de la literatura y la cultura occidental”, agrega el catedrático. La obra, comenta Murgia Elizalde, es uno de los mejores ejemplos de lo que se ha dado en llamar “flujo de conciencia”. Ello significa un estilo narrativo que intenta capturar, de manera realista, la forma de pensar de un personaje, como un monólogo interior.
Sobre la complejidad de la obra, el catedrático de la UNAM, afirma que Joyce siempre tuvo estas pretensiones de complejidad literaria y lingüística. “Joyce siempre estuvo consciente de los alcances de este proyecto y de las dificultades que esa forma de escribir tendría al desarrollar una obra de esa magnitud y longitud”, argumenta.
La novela es sorprendente en diversos sentidos porque puede ser todo: obscena, graciosa, seria, y eso la hace inmensamente disfrutable, dice Murgia Elizalde. “Hay que hacer una suerte de compromiso con la novela, hay que hacer un pacto para poder acercarse a esta, porque su lectura requiere atención”.
El escritor Juan Villoro señala que “en el Ulises desde luego que la complejidad literaria existe. Me parece un poco triste que la literatura contemporánea se haya alejado de la apuesta por la dificultad que haya dejado de correr riesgos que llevaban a formas apasionantes de la complicación narrativa”.
César Arístides enfatiza que si se tiene la oportunidad de leer Ulises, “la luz se hará en nosotros y estará más cerca no sólo la obra de Joyce, también la de Alfredo Döblin, Herman Broch, Céline, Faulkner, incluso Severo Sarduy o Salvador Elizondo”.
“Ulises es el viaje iniciático, el acceso noble a la literatura franca, frontal, donde el pobre y apocado Leopold Bloom se vuelve el guía del joven abatido y en esa misión salvadora su presencia es emblema del antihéroe que sacrifica su vida insulsa para gloria del artista joven desterrado. Así, la novela que debemos leer como apasionados adolescentes a nuestros 20 años y releer a los 40 para comprobar que es materia dispuesta a nuestro gozo por la audacia estilística, nos iluminará con un camino donde todo se acomoda para llegar demolidos a casa, en el caso del pobre Leopold, sin saber que su entrada a ese espacio que resguarda su mediocridad es también su entrada luminosa a la inmortalidad.
“Celebremos los 100 años de Ulises con su lectura. Bebamos en las tabernas de Dublín. Brindemos con el rollizo Mulligan. Evoquemos las andanzas del joven Dedalus. Que el pasmo se quede con nosotros en el museo de historia natural. Que los periódicos se mueran de renovada añoranza en los retretes. Y que las parrandas por calles apenas alumbradas y testigos de puñetazos fulminantes se conviertan en la bendición para salir regocijados después de su lectura”, concluye el poeta César Arístides.
Publicado en cooperación con Newsweek México