Por: Emilia Zavaleta, creadora de Mulanas *
En 1974, el historiador José María Rosa hizo una propuesta de ley al Congreso de la Nación para conmemorar el 20 de noviembre como el día de la soberanía nacional en memoria de la Batalla de la Vuelta de Obligado acontecida en 1845 durante la guerra del Paraná. Junto con el proyecto de ley se encontraba el pedido de repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas desde Inglaterra, donde se había exiliado luego de un largo período en el que fue gobernador de la provincia de Buenos Aires a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación argentina. Faltaba un reconocimiento a Rosas como uno de los personajes implicados en la gesta de la nación y responsable de la defensa del territorio contra los intereses extranjeros. La fecha fue entonces aprobada por el Congreso y años más tarde, en 2010, se promovió a feriado nacional.
La epopeya de la batalla de la Vuelta de Obligado fue por mucho tiempo olvidada hasta que se le dió su merecido reconocimiento.
Durante los años 1830 y 1850 existían fuertes discrepancias internas sobre el curso que debía tomar el país y no se llegaba a un acuerdo para firmar una constitución. La unidad nacional lejos estaba de consolidarse. Pero el incipiente país demostró una posición valiente y soberana frente a la intervención de los ingleses y franceses que querían aprovechar los recursos hídricos para poder comerciar sin restricciones. Recursos, que en definitiva no les pertenecían. Luego de un bloqueo a los puertos argentinos, desde la Banda Oriental – hoy Uruguay – las flotas anglofrancesas se preparaban para invadir el territorio por los ríos en su afán de dominar el litoral y el Paraguay y así conectar toda la región con su aliado brasileño.
La epopeya de la batalla de la Vuelta de Obligado fue por mucho tiempo olvidada hasta que se le dió su merecido reconocimiento. La disparidad de tropas y la desigualdad de armamento, tecnología y profesionalización no fueron razones suficientes para desmoralizar a las milicias comandadas por Lucio Norberto Mansilla, cuñado de Rosas. Los registros históricos cuentan de una gran participación del pueblo de ciudades cercanas a las orillas del Paraná, como San Nicolás, San Pedro y Rosario. Gente que no estaba preparada para la lucha, que no tenía las armas adecuadas y desconocía las tácticas de guerra; pero que estaban guiados por su voluntad de defender lo “nuestro”. Sabiendo que la desigualdad era enorme entre ambos bandos, la estrategia criolla fue brillante: tres cadenas gigantes de orilla a orilla del Paraná para evitar el paso de los navíos extranjeros. Las baterías se instalaron, con lo poco que tenían, en las orillas de una zona llamada Vuelta de Obligado en San Pedro.
Sabiendo que la desigualdad era enorme entre ambos bandos, la estrategia criolla fue brillante.
Esas cadenas de la batalla tuvieron, además, un eslabón especial: la participación de las mujeres. La proeza con la que ellas contribuyeron a la gesta de la defensa soberana fue mencionada por más de un participante del combate. «También han muerto con heroicidad varias virtuosas mujeres que se mantuvieron en este combate al lado de sus esposos, hijos o deudos, socorriendo a los heridos y ayudando a los combatientes en la defensa del honor nacional» informaba a Rosas el Coronel Francisco Crespo, quien sustituyó a Mansilla por haber sufrido herida de bala.
Entre ellas se destacó Petrona Simonino, una nicoleña casada con un rico hacendado llamado Juan de Dios Silva. Madre joven de ocho niños, no dudó en acompañar a su esposo cuando éste fue nombrado por Mansilla como capitán al mando de la artillería, ante la inminente necesidad de defender las costas del Paraná. Petrona se introdujo en el combate, curando heridos con retazos rasgados de las telas de su pollera, ayudando junto con el resto de las mujeres a proveer municiones, llevando agua para calmar la sed y ofreciendo palabras dulces para suavizar el dolor de la muerte. Según algunos registros, ella guiaba a muchas mujeres durante toda la jornada que duró la contienda, alentando y socorriendo a los combatientes.
Esas cadenas de la batalla tuvieron, además, un eslabón especial: la participación de las mujeres.
El 22 de noviembre de 1935 la revista “El Hogar” publicó una nota sobre Petrona como “Símbolo de la mujer argentina”. Los valores de la Patria Soberana, la argentinidad y la lucha por defender lo “nuestro” por parte de hombres y mujeres fueron rescatados y plasmados en una placa que lleva su nombre y en nombre de todas las personas que participaron de la batalla sin más que su anhelo por proteger, resguardar y amparar al pueblo argentino.
La pelea fue cruel pero estableció el honor de los argentinos con el corazón en alto. Las tropas argentinas fueron derrotadas, pero la victoria moral significó más que las muertes y pérdidas materiales. Meses más tarde, en 1846, Francia e Inglaterra se replegaron en sus intentos de dominación dando fin a la intervención extranjera. Entre gritos de “Viva la Patria” y el sonido de los cañonazos al son del himno nacional, se festejó la firma de las condiciones impuestas por el Restaurador a las potencias extranjeras en las que se remarcó “Reconocer la Soberanía Argentina y la NO navegación de los ríos interiores”.
La pelea fue cruel pero estableció el honor de los argentinos con el corazón en alto.
Vicente Lopez y Planes el autor del himno nacional argentino dedicó unas estrofas a semejante gesta:
“Morir antes, heroicos argentinos,
que de la libertad caiga este templo:
¡daremos a la América alto ejemplo
que enseñe a defender la libertad!”
Esta muestra de valor argentino frente a las interferencias externas fue fundamental para reafirmar el camino hacia un Estado Independiente con un pueblo que defiende su soberanía nacional, ya que en primera y última instancia, es ese mismo pueblo el que la sostiene.
* Emilia Zavaleta es Licenciada en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad del Salvador. Es magíster en Integración Latinoamericana y escribe relatos sobre mujeres de la historia latinoamericana “Mulanas”.
@sermulanas