Por: Emilia Zavaleta, creadora de Mulanas *
Diciembre es un mes muy importante para la religión cristiana. La fuerte presencia de la espiritualidad se concentra en dos fechas fundamentales para los fieles: el 8 día de la Vírgen y el 25 nacimiento de Jesús. En contraposición a las Pascuas de Resurrección, estas dos fechas son inamovibles y para los países de Occidente, en su mayoría, ambas son consideradas feriado nacional.
Existen, durante todo el año, diferentes días adjudicados a la Vírgen María, muchos relacionados con el momento y el lugar donde ésta hizo su aparición. Tal es el caso de la Vírgen de Fátima (Portugal), la de Luján (Argentina) y la de Lourdes (Francia), para mencionar algunas. En esas ocasiones, miles de devotos viajan desde casas para rendirle culto, pedir y agradecer milagros. Son impresionantes los actos de fé de todas esas personas que se movilizan hacia altares, catedrales, basílicas y santuarios.
La Virgen de Guadalupe fue la primera aparición de la Vírgen María en Latinoamérica y a diferencia de otras, simboliza la mezcla de culturas en territorio americano.
Una de las Vírgenes que recibe mayor veneración es la Vírgen de Guadalupe, patrona de México y de América. Ella fue la primera aparición de la Vírgen María en Latinoamérica y a diferencia de otras, simboliza la mezcla de culturas en territorio americano. Su día es el 12 de diciembre, proclamada por los Papas Pío XI y Pio XII como “Patrona de todas las Américas” y “Emperatriz de las Américas” respectivamente. Nuestra Señora de Guadalupe es una aparición mariana que genera una devoción multitudinaria a la imagen que se encuentra en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México. Actualmente, este es uno de los santuarios católicos más visitados en el mundo y con mayor culto religioso. El movimiento cultural y popular que rodea a la imágen de esta Virgen tiene que ver con la historia del “Nuevo Continente”.
La Vírgen de Guadalupe originalmente proviene de la ciudad de Extremadura en España. Se cree que Cristóbal Colón era muy devoto de ella, y al llegar a las “Indias” en su segundo viaje, bautizó a una isla del Caribe con su nombre. El famoso relato escrito en Náhuatl – lengua mexica – el “Nican Mopohua”, cuenta que en 1531 la Virgen de Guadalupe se le apareció cuatro veces a un joven llamado Juan Diego, en el cerro de Tepeyac. Allí mismo se encontraba el templo de Tonantzin, diosa madre de la cultura mexica, que en el idioma nativo significa “nuestra madrecita”. La Virgen le solicitó a Juan Diego que construyera una iglesia en su nombre. Luego de algunos intentos fallidos frente a la desconfianza del arzobispo Fray Juan de Zumárraga, la Virgen le indicó al joven indígena que juntara flores del cerro para llevarlas envueltas en su tilma, manto que usaban los hombres en ese entonces, como prueba de su manifestación. Las flores que recogió eran rosas que únicamente se encontraban en Castilla, España, y milagrosamente encontró en el cerro. Cuando Juan Diego abrió el manto ante el arzobispo, dejó caer las rosas y se pudo ver claramente la imagen de la Virgen de Guadalupe impresa en la tela. Desde ese instante, se encomendó la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en el cerro Tepeyac, donde hoy se encuentra la Basílica.
Aún los no creyentes se reconocen en su figura, ya que ella simboliza la fusión entre lo indígena y lo ibero, acuñando un mensaje de paz y amor en toda la región
No es casual que la historia y el sitio elegido por los fieles tenga características propias de la cultura indígena, que se entrelazan con la cultura española. El sincretismo que se generó con el intercambio cultural entre el culto a los dioses nativos y la incorporación de una nueva religión, quedó reflejado en esta Virgen. Ella eligió a un indígena bautizado como mediador de su milagro, y le hablaba en náhuatl, respetando el lenguaje originario de esas tierras. La imagen de la Virgen en el manto, además, contiene detalles que vienen a confirmar la teoría de que su aparición le dió el marco espiritual a la creación de una nueva cultura híbrida. Toda su representación revela un códice – dibujos y figuras que manifiestan escrituras – que emanan un mensaje de reconciliación y amor luego de la destrucción que habían llevado a cabo los conquistadores al llegar a América. Desde la nube que la rodea, símbolo de divinidad para los aztecas, hasta su manto con estrellas que desvela las constelaciones, todos los detalles de la imagen en la tilma conectan con las creencias antiguas en México. Y finalmente el predominante color de su tez, que le da designa como la “Virgen Mestiza”.
Esta Virgen unía dos culturas en una sola, dando señales de adopción de las tradiciones nativas a la luz de los españoles, y a su vez, garantizando la protección al pueblo originario de un nuevo Dios todopoderoso que vivía en su vientre. La Vírgen no se alejaba mucho de Tonantzin, madre de los dioses mexicas, tanto por el lugar donde decidió aparecer, o por a quién eligió para revelarse. Y su aparición aseguró la conversión de millones de personas, por la vía del amor y la reconciliación. El Papa Juan Pablo II escribió en 1992: “América Latina, en Santa María de Guadalupe, ofrece un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada. En la figura de María se encarnaron auténticos valores culturales indígenas…”
Tal es así que el 12 de diciembre se conmemora la Fiesta de la Hispanidad, y a ella como la responsable de la inculturación, que significa el proceso de integración de una cultura en otra. A partir de ese momento las apariciones y manifestaciones de la Virgen comenzaron a surgir por todo el continente, que se iban eventualmente convirtiendo en las patronas de los actuales países. (Nuestra Señora del Rosario de Chinquinquirá en Colombia, Nuestra Señora de Luján en Argentina, Nuestra Señora de la Merced en Perú, etc.) Guadalupe se coronó así como la reina de una era, una “Estrella de la Evangelización”. Y con el correr de los siglos, adquirió una forma iconográfica que ha llegado a instalarse en la cultura popular, el arte pop, la moda y las serenatas guadalupanas. Aún los no creyentes se reconocen en su figura, ya que ella simboliza la fusión entre lo indigena y lo ibero, acuñando un mensaje de paz y amor en toda la región.
* Emilia Zavaleta es Licenciada en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad del Salvador. Es magíster en Integración Latinoamericana y escribe relatos sobre mujeres de la historia latinoamericana “Mulanas”.
@sermulanas