(Por Adolfo Morales)
Apenas unos años antes de que el director de cine, Blake Edwards, asociara a la actriz Bo Derek con la imagen de la ‘mujer perfecta’, una gimnasta adolescente, nacida en uno de los países de la denominada ‘Cortina de Hierro’ sorprendió al mundo del deporte y se convirtió en la eterna ‘Chica 10’.
Ocurrió un 18 de julio de 1976, en el marco de los Juegos Olímpicos de Montreal, en Canadá. La entonces rumana Nadia Comaneci, con apenas 14 años, generaba una auténtica conmoción con su gracia y versatilidad, además de potencia de piernas, para moverse sobre las barras asimétricas.
A 45 años de semejante gesta, el aficionado a la gimnasia en particular y al deporte en general continúa recordando esa rutina «tan rápida, que va movimiento tras movimiento», según indicó la propia atleta, tiempo después.
La entonces pequeña, oriunda de la ciudad de Onesti (cerca de los Montes Cárpatos), obtuvo el primer puntaje perfecto en gimnasia en la historia de los Juegos Olímpicos.
«En ese momento no estaba segura de lo qué ocurría porque el marcador tenía tres dígitos y mostraba 1.00. No había espacio para el 10.00», narró Comaneci, hoy con 59 años, en una entrevista concedida tiempo atrás a la cadena británica BBC.
Los jurados no dudaron en calificar con la nota máxima esos movimientos excelsos que la rumana concretó sobre las barras.
«Sabía que tenía la capacidad de lograr una rutina perfecta, pero prepararte para ello en un entrenamiento y hacerlo enfrente de 15 mil personas son dos cosas diferentes», describió la exgimnasta, que desertó en 1989 y se trasladó a los Estados Unidos, donde vive y adquirió la ciudadanía de ese país.
«Pienso que mi edad de entonces me ayudó a desenvolverme de tal manera. No tenía miedo y fui a Montreal sin saber nada por afuera del mundo de la gimnasia», evocó.
«Cuando salí de Rumanía dije que esperaba ganar una medalla. Y si era posible que fuera de oro», destacó la hoy comentarista de televisión de la disciplina.
Además del 10 en las barras asimétricas, Comaneci consiguió puntaje perfecto en otras seis oportunidades. Y en esos Juegos terminó con tres preseas de oro, una de plata y otra de bronce.
Ese hito del deporte ya no puede concretarse, pues la Federación Internacional de Gimnasia resolvió –desde 2006- modificar el sistema de puntuación, dividiendo la decisión de jueces entre dificultad de rutina y nivel de ejecución.
Nadia provino de una familia en la que su padre era mecánico y su madre, oficinista. Comenzó a practicar gimnasia a los 6 años y en su estreno en el Primer Campeonato Nacional Infantil concluyó tercera.
A los 10, cuando ya era supervisada por el entrenador Bela Karoly, la joven ganó su primer torneo internacional en Bulgaria.
En 1975, con 13 años, Comaneci superó claramente a las especialistas soviéticas en las pruebas individuales de los Campeonatos de Europa, en un certamen disputado en Skien (Noruega). Consiguió tres medallas de oro y otra de plata.
Por ende, Nadia arribó a Montreal con un ligero favoritismo que –más tarde- corroboró con una rutina en la que incluyó saltos mortales «desconocidos e innovadores» para esos años.
La medallista más joven en la historia de los JJOO (con 14 años y 313 días) se convirtió, a partir de sus logros, en una de las ‘niñas mimadas’ del régimen del dictador Nicolae Ceaucescu.
Por su brillante desempeño en Montreal, el Gobierno rumano le regaló un automóvil Fiat, un chalet y una asignación mensual de 500 dólares.
Con 18 años, en Moscú 1980, Nadia volvió a participar de una cita olímpica y conquistó cuatro medallas: dos de oro y dos de plata
De acuerdo a los testimonios de época «la parcialidad de los jueces soviéticos le privaron de alcanzar mayor cantidad» de preseas.
Al año siguiente, Comaneci se despidió de la competencia deportiva en la gimnasia con el título por equipos e individual en el Campeonato Mundial Universitario en Bucarest.
Durante ese período, además de ser celosamente custodiada por miembros de la Securitate (Policía Secreta Rumana en el régimen comunista), Nadia protagonizó una tormentosa relación amorosa con Nicu, el hijo menor de los Ceaucescu.
En 1989 conoció a Constantin Panait, un rumano que vivía en Florida y del que se enamoró. Ambos cruzaron a pie la frontera con Hungría y pidieron asilo en la embajada de Estados Unidos. Para el tambaleante régimen rumano, la decisión de su otrora ‘heroína’ supuso un golpe lacerante.
La relación con Panait se terminó y Comaneci se trasladó a Oklahoma, donde conoció a su nuevo esposo, el también gimnasta Bart Conner, con quien fundó y promovió una Escuela de Gimnasia.
Edwards ideó en 1979 el film ’10, la mujer perfecta’, una comedia en la que intentó resaltar la belleza y armonía en un cuerpo como el que Bo Derek enarbolaba por aquel tiempo. Apenas tres años antes, una gimnasta diminuta, y de pocas palabras, deslumbraba a la familia olímpica para erigirse –por siempre- en la ‘Chica 10’.