Tras la novedosa publicación del libro De viaje por Europa del este, analizamos la relación de Gabriel García Márquez con el socialismo y la influencia en su obra literaria.
En el libro De viaje por Europa del este, un joven García Márquez, tras viajar por los países orientales de Europa, analizó de manera perspicaz los acontecimientos sociales y políticos de esa época. En alguna oportunidad, confesó que le interesaba ser testigo del poder. Y no solo apoyó la confesión con libros y viajes. Se convirtió en activista directo de la revolución cubana y consiguió estrechar vínculos con Fidel Castro.
Aunque García Márquez insistía en que sus escritos hacían referencia al tema de la soledad, diagramó varios personajes y diferentes perspectivas narrativas que contaban los usos y abusos del poder, inspirados en sus experiencias con mandatarios y ex mandatarios.
Lo más importante de su obra
Aunque hay escritos previos, su obra cobró relevancia en 1961, año en el que publicó El coronel no tiene quien le escriba. Ahí aparecieron los temas recurrentes: lluvia incesante, el coronel abandonado a una soledad devastadora apenas compartida por su mujer, un gallo, el recuerdo de un hijo muerto, la añoranza de batallas pasadas y la miseria. El estilo lacónico, áspero y breve, produjo resultados sumamente eficaces. En 1962 reunió algunos de sus cuentos bajo el título de Los funerales de Mamá Grande, y publicó su novela La mala hora.
Pero toda la obra anterior a Cien años de soledad era solo un acercamiento al proyecto global, En esta novela, García Márquez dio vida al pueblo mítico de Macondo (y la legendaria estirpe de los Buendía): un territorio imaginario donde lo mágico no era menos real que lo cotidiano y lógico. Postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico. Se ha dicho muchas veces que, en el fondo, se trató de una gran saga americana. Macondo podría representar cualquier pueblo. A través de la narración, asistimos a su fundación, a su desarrollo, a la explotación bananera norteamericana, a las revoluciones, a las contrarrevoluciones. En suma, una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas y el abuso del poder.
En un plano aún más amplio, puede verse como una parábola de cualquier civilización, del nacimiento al ocaso.
Después de este libro, publicó la que, en sus propias palabras, era su novela preferida: El otoño del patriarca (1975). Historia turbia y cargada de visiones acerca del absurdo periplo de un dictador solitario y grotesco.
En 1981, escribió Crónica de una muerte anunciada, novela breve basada en un suceso real de amor y venganza, que adquirió dimensiones de leyenda gracias a la precisión e intensidad del desarrollo narrativo. En su siguiente gran obra, El amor en los tiempos del cólera, reveló un profundo conocimiento del corazón humano.
Gabo y Fidel Castro
Mantuvo una estrecha amistad con el líder revolucionario cubano, Fidel Castro. Pero llegar a él no le fue fácil, inventó una fórmula y le funcionó.
En marzo y abril, García Márquez retornó a Cuba con la idea de hablar con Fidel Castro. Le propuso a Carlos Rafael Rodríguez hacer una crónica épica de la expedición cubana a África, la primera vez que un país del Tercer Mundo se había interpuesto en un conflicto de superpotencias. Teniendo en cuenta la historia de esclavitud y colonialismo de Cuba, los movimientos de liberación africanos de aquel período encerraban un interés especial para la isla. Nelson Mandela reconoció luego que Cuba había hecho una contribución significativa, tal vez decisiva, a la abolición del apartheid en Sudáfrica.
El secretario de Exteriores cubano transmitió la idea de García Márquez a Fidel Castro. Así, el colombiano pasó un mes en el Hotel Nacional de La Habana, a la espera de la llamada del Comandante. Pero Castro no usó el teléfono, lo buscó en un jeep y partieron hacia el campo. Fidel pasó dos horas hablando de comida. García Márquez recordó segmentos de la conversación:
—Bueno, y usted, ¿cómo sabe tanto de alimentación?
—Chico, cuando tengas la responsabilidad de alimentar a un pueblo entero, sabrás de alimentación.
Al concluir la expedición, García Márquez contó: “En un salón donde estaban todos los asesores, con los mapas, empezó a destaparme los secretos militares y de Estado, en una forma que yo mismo me quedé sorprendido. Los especialistas traían cables, los descifraban, me explicaban todo, los mapas secretos, las operaciones, las instrucciones, todo, minuto a minuto. Así estuvimos desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche. Cargado con el material, me fui a México y describí la Operación Carlota completita”.
Cuando terminó el artículo se lo mandó a Fidel, “para que él fuera el primero en leerlo”. Tres meses después no había novedades, entonces volvió a Cuba para hablar del asunto. Tras consultarlo con Carlos Rafael Rodríguez, revisó lo que había escrito: “Acabé de ganarme la lotería porque, en vez de quitar cosas, lo que hizo fue aclararme cuestiones importantes y agregar detalles que no estaban”.
El artículo se publicó en todo el mundo y los hermanos Castro quedaron sumamente complacidos. García Márquez había demostrado su valía revolucionaria. No para Mario Vargas Llosa: “García Márquez se convirtió en el lacayo de Castro”.
Tras la muerte del Che Guevara, a Fidel Castro no se le conocieron amistades masculinas dignas de mención, más allá de su hermano Raúl, eternamente leal, u hombres como Antonio Núñez Jiménez, Manuel Piñeiro y Armando Hart. Por lo tanto, la amistad con García Márquez era algo sumamente inusual e inesperado.
Los últimos años
Sus problemas de salud comenzaron en 1999. Debió ingresar a una clínica, en Bogotá, para tratar un linfoma. En 2002, publicó Vivir para contarla, el primer volumen de sus memorias, y en el 2008 salió Memoria de mis putas tristes, novela que desató la polémica en Irán, donde fue censurada. Según la editorial Random House Mondadori, en el 2010 el escritor estaba por terminar En agosto nos vemos, pero antes de ser editado, falleció en México DF, el jueves santo, 17 de abril de 2014. Curiosamente, Úrsula, la gran matriarca de la familia Buendía, de Cien años de soledad, también murió un jueves santo.
Fabulador extraordinario; escribía para desafiar la realidad, para ponerles nuevos nombres a las cosas que jamás nadie había visto. Era un creador metódico. Redactaba escuchando a Bach y miraba hacia territorios que transformó en mitos, sin los cuales no pueden concebirse ni la literatura ni la vida de los hombres que lo leyeron. Es imposible decir que su obra es la representación de sus sueños u otra manera de ver la realidad. “La realidad copia a los sueños”, confesó. Su mundo es una de las leyendas de nuestro tiempo.
Foto ISABEL STEVA HERNANDEZ (COLITA)