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Jey Mammon: “La fama es virtual”
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Jey Mammon: “La fama es virtual”

Jey Mammon reflexiona sobre su vínculo con el éxito, sobre la nostalgia y analiza los discursos que dicen y callan las celebridades. La responsabilidad a la hora de opinar y la importancia de escuchar. Tele, teatro y disco, pasado y presente del artista del momento.

Por Mauro Fulco
Fotos: Santiago Turienzo, Agencia The Remake y Telefe

Una de las primeras imágenes públicas de Juan Martín Rago es de 1987. En primer plano, Jorge Porcel intenta pasar entre dos coches estacionados y allá, de fondo –bien de fondo-, un niño de 11 años patea una pelota. “Galería del terror”, con dirección de Enrique Carreras, sería el inicio de una carrera polifacética: conductor, humorista, actor, músico, entrevistador y mucho más.
Con una obra de teatro en la que repasa su vida (“El mundo de Jey”), la conducción de uno de los programas más exitosos de la tele (“Morfi”) y hasta un disco en ciernes, aquel niño Rago, que fue catequista de la “China” Suárez y compartió cotidianeidad con Jorge Bergoglio, se convirtió en uno de los artistas más exitosos: Jey Mammon.

-¿Cómo se vincula con la fama?
– Todo es virtual. La fama es virtual. La tele es virtual. Lo que nos pasa es virtual. Me pasan dos cosas: siento que la vida real pasa por otro lado y me han pasado tantas cosas en la vida que aprendí a vivir el presente. Si bien todos tenemos miedos e inseguridades yo no proyecto demasiado. Aprendí a vivir lo que me está pasando. No pienso mucho en el mañana.

-De 1 a 10. ¿Cuán cholulo es usted?
-Soy un 10 de cholulo, al menos en esencia. De chiquito sí era muy cholulo. Chiche Gelblung dice que en la medida en que vas conociendo a tus ídolos vas perdiendo un poco la magia, pero la esencia de la cholulez la seguís manteniendo, así que creo que aquel niño cholulo sigue estando.

-¿Cuándo empezó a perder la magia?
-Cuando los empecé conocer. A lo largo de la vida los fui conociendo y vi que tienen vida propia, que eran de carne y hueso, que tienen sus inseguridades y sus miedos.

Pianista autodidacta, una vez se levantó de su clase en el conservatorio y no volvió más.

“Según mi terapeuta, Jey Mammon es la construcción de un personaje, pero yo no estoy tan de acuerdo”

-Pero ahora le toca estar del otro lado…
-Sí, peor todavía. O mejor, en todo caso. Está bueno humanizar y bajar a tierra, sentir que el famoso no es una persona especial. Desde la opinión o desde la palabra ocurre algo similar: el famoso opina y los medios lo dimensionan como si fuera palabra santa. Y me pregunto por qué es así. ¿Por qué tendría que tener valor agregado lo que opina un conocido?

-¿Se arrepintió alguna vez de dar una opinión?
-Siento que tenemos una responsabilidad (que a veces es una irresponsabilidad) por la expansión del micrófono. Lo que decimos se multiplica tanto que te escucha muchísima gente. Me parece que uno debe medir lo que dice en función de lo que se multiplica la voz. Yo mido, no en opinar demás o de menos, sino que trato de ser objetivo en función de que me puede estar escuchando mucha gente. No somos modelos ni tiene más valor nuestra palabra, pero tenemos que ser responsables para hablar y también para omitir.

Jey Mammon trabaja en la televisión, donde se multiplican los discursos de odio y donde los límites parecen correrse cada vez más. Cuando más irreverente o irrespetuosa es una opinión, más éxito tiene. Pero el conductor de “Morfi” tiene bien en claro cómo demarcar esa frontera: “Si alguien utiliza un epíteto o una frase como si fuera un agravio y eso atrasa, o por ejemplo algo que hace 20 años se decía pero hoy ya no y nadie lo corrige, también sos responsable al quedarte callado. Más allá de que somos entretenedores y no docentes, tenemos que saber que no estamos al pedo”.

“No somos modelos ni tiene más valor nuestra palabra, pero tenemos que ser responsables para hablar y también para omitir”

-¿Cómo se lleva con eso?
-El medio es un reflejo de la sociedad: compartimos espacio con gente con distintas voces. Por supuesto que una cosa es opinar distinto y otra cosa es vulnerar derechos. He levantado el teléfono para llamar a algún compañero y decirle: “Che, lo que vi en tu programa no me gustó”.

¿Y cuál fue la recepción?
– En algunos casos se ha reflexionado y en otros no. No llegué al choque pero capaz te dicen “sí, sí” y después cae en saco roto. Sucede que siempre voy por la positiva; me gusta ir al encuentro del otro. Por mis experiencias, lo mejor es el diálogo.

EL ÉXITO EN PANDEMIA
Durante la pandemia, su carrera dio un salto. “Los Mammones” –una especie de talk show criollo en donde los famosos (músicos, artistas y celebridades varias) se relajaron para las entrevistas y cantaban canciones en vivo- fue el programa más visto y celebrado. Sin peleas, sin gritos, sin acusaciones cruzadas: una vuelta a la tele amable, un bálsamo en medio del sufrimiento. Apenas pasaron dos años, y en retrospectiva, Jey reflexiona: “La pandemia fue acompañar y sentirme acompañado, y eso lo noto hoy a la salida del teatro. Me viene a hablar mucha gente grande hasta llorando. Vienen al teatro a devolverme eso: gratitud. Ellos se emocionan y yo con ellos”.

– ¿Se daba cuenta de eso mientras ocurría?
-No, afortunadamente no. Tiene un peso bastante grande, y si me hubiese dado cuenta tal vez hubiera salido corriendo.

En su obra de teatro, Jey Mammon traza un recorrido musical sobre su vida. Una banda sonora que lo acompañó y que incluye a Los Pimpinela, Valeria Lynch, Xuxa, Las Trillizas de Oro o canciones de misa que evocan su época de catequista. Poco más de una hora en la que el humor y la ternura se alternan para vivenciar el pasado. Desde sus comienzos radiales para diez oyentes y su célebre personaje Estelita (que llamaba a Susana Giménez y mantenía largas conversaciones reales con ella) pasando por el día en que se levantó del conservatorio para nunca más volver o la muerte de su padre. Todo en clave musical: Jey y el piano.

Conduce “La peña de Morfi” en Telefe; tiene una obra de teatro en calle Corrientes (“El Mundo de Jey”) y va a sacar un disco de duetos por Sony.

-¿Es usted nostálgico?
– Lo suficiente como para no deprimirme. Es una nostalgia desde la alegría. Es la construcción de lo que somos, el presente, que es lo único que tenemos. A veces se confunde a la nostalgia con lo pasado, con lo que tuvimos. Somos lo que nos pasó, y lo que nos pasó es lo que tenemos.

-¿Qué diría aquel chico Juan Martin Rago de este Jey Mammon adulto?
-Estaría un poco sorprendido. Diría que el personaje Juan Martín encontró a la persona, que es Jey. Algunos pueden pensar que el personaje es Jey, pero tal vez el personaje era aquel catequista. Puede ser eso. Según mi terapeuta, Jey es la construcción de un personaje, pero yo no estoy tan de acuerdo. Creo que soy Jey Mammon, y en definitiva también soy Juan Martín. Son dos maneras distintas de llamarme. Ojo, también soy Estelita. Todo eso habita en mí, y todos somos un poco una receta: una torta hecha con harina, con azúcar, con huevos. Tengo esto y también tengo esto, pero si no te gusta también tengo esto otro.

Se considera un buen oído, y no solo musical. Escucha con detenimiento los agradecimientos a la salida del teatro y también los mensajes que le llegan a partir de su exposición como personaje público y su sexualidad. Personas que no saben cómo salir del closet se referencian y le consultan. “Muchos ignoramos un montón de temas y en otros sabemos dónde estamos parados por haber experimentado ciertas cuestiones. Desde ahí acompañamos en lo que podemos”.

-La voz de la experiencia…
– Hay gente que se siente sola o que necesita una voz o un consejo, y está bien, porque yo me lo he cruzado a Juan Castro para preguntarle cómo se hace, y cómo se hace me ha preguntado más de uno.

A la salida del teatro, en la tele, al piano, en la radio. Jey Mammon (o Juan Martín Rago) tiene una especialidad: “Me gusta escuchar, y lo hice todo el año pasado. Se ve que algo del confesionario me quedó”.

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