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Juan Minujín: el desafío de ponerse en la piel de Coppola y el regreso de los ‘90
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Juan Minujín: el desafío de ponerse en la piel de Coppola y el regreso de los ‘90

Por Fernanda Arena

El eterno retorno de los noventa, una década de excesos y ostentación, de pizza y champagne, de mucha noche. Un personaje -Guillermo Coppola- que atravesó esos años de la mano del más grande, y una serie que refleja su vida. Juan Minujín, reflexiona sobre cómo fue interpretar al testigo de una época: miedos, inseguridades, zona de confort. Y revela qué momento de esos años le gustaría revivir.

Interpretar a un personaje de la vida real implica más riesgos artísticos que recrear un personaje nacido pura y exclusivamente de y para la ficción. Conlleva exponerse a comparaciones inevitables, palpables, conocidas. Algo que a Juan Minujín no le resultaba ajeno antes de recibir la propuesta de ponerse en los zapatos de Guillermo Coppola.

En 2019, había estrenado la película “Los dos papas” junto al mismísimo Jonathan Price, donde le tocó interpretar a un joven Jorge Bergoglio, es decir, nada más y nada menos que al Papa Francisco, el máximo exponente de la Iglesia Católica, una de las figuras más reconocidas a nivel planetario. Sin embargo, para Minujín, este proyecto -parece mentira- resultó más desafiante.

En “Coppola: el representante”, disponible en Star Plus, no solo se puede conocer un poco más sobre la vida del carismático mánager, sino también ver retratadas sus múltiples anécdotas, esas que son conocidas por los argentinos y narradas con gracia y excentricidad por el mismo capa bianca (cabeza blanca en italiano, el apodo que el ladero del Diez recibió en el sur de Italia) en reiteradas ocasiones. Curiosamente, y en contra de las dudas iniciales de Minujín, lo que más llamó la atención de la serie fue la transformación física que tuvo a la hora de ponerse en la piel del exrepresentante de Diego Maradona.

«Coppola, el representante»: una serie que muestra la gloria y la oscuridad de una fama sin límites

Si a los lectores les asevero que estoy junto a Guillermo Coppola, ¿me creerían? ¿Cómo está usted?
– Muy contento de que salga a la luz este proyecto en el que trabajamos un montón de tiempo con mucho amor y en el que también pudimos divertirnos mucho.

Cuando le llegó la propuesta, ¿tuvo dudas o aceptó sin pensarlo?
– Lo dudé bastante. Primero dije ¿por qué me llaman a mí para hacer de Coppola? Luego, ¿por qué van a hacer una serie de Coppola? Me fui preguntando varias cosas en el proceso. Después tuve una larga conversación con Ariel Winograd, el director, y fue muy interesante por dónde me dijo que quería encarar el proyecto. Más tarde empezamos a hacer algunas pruebas de maquillaje y vestuario. Me mostraron unas fotos en Photoshop que ya eran bastante promisorias y ahí empecé a sentirme más seguro, más cómodo. Y, por supuesto, el trabajo de los caracterizadores, Lolis Giménez y Marcos Cáceres, fue destacable en este caso

¿Y cuál fue esa frase que le dijo Winograd para terminar de convencerlo?
– Que íbamos a ir en busca de ese Coppola que no vemos en la tele, del otro, del que era un misterio. Y de hecho todavía hay zonas de su personalidad que lo siguen siendo, pero nos abrimos el interrogante de pensar qué hay detrás de este hombre que cuenta anécdotas, que es simpático y seductor. ¿Cómo es cuando está carente, fastidiado, triste, frágil?

¿Es cierto que el encargado del edificio de Coppola lo confundió a usted con Guillermo?
– Algo así. Un día llegamos juntos a su casa, yo estaba caracterizado, y el encargado me miró y me dijo: “Señor Guillermo, perdone”. Mitad en chiste, mitad en serio. Se quedó anonadado con el parecido.

¿Cómo fueron los encuentros con el protagonista original, es decir con el mismo Guillermo? ¿De qué solían hablar?
-Eso no lo puedo revelar (ríe con la mirada y los ojos pícaros). Le pedí que me contara todas las anécdotas que no había contado en la tele. Hablamos mucho de qué sintió en cada momento, cuándo tuvo miedo, cuándo extrañó, cómo fueron sus días en la cárcel, hablamos mucho de ese momento, del jarrón… traté de llevarlo a esas zonas más profundas. Él, además, es una persona muy abierta, habla de todo y eso me ayudó para entrarle desde lo emocional.

Y además es la primera historia en la que se nombra a Diego Maradona, pero él no aparece físicamente, y eso es un condimento especial que nos habla estrictamente de Guillermo.
– A mí también es un aspecto de los guiones que me había gustado mucho. Poner el foco en el que está al costado, en el que está detrás del astro, porque en definitiva esta serie es una historia de amor, de un gran amor. Y tenerlo a Maradona omnipresente y fuera de campo resultó mucho más potente a que si hubiese aparecido un actor e hiciera de él. La imagen de Maradona todos la tenemos viva y con sólo decir “Diego” ya nos aparece. Entonces no necesitábamos más que eso.

EL GRAN REPRESENTANTE… DE UNA ÉPOCA

Guillermo Esteban Coppola (como se lo escucha repetir en la serie), no fue sólo el mánager del Más Grande, Diego Armando Maradona. También fue el representante de una época: los ’90, una década que parece haber retornado con fuerza desde lo discursivo y también desde lo real, con reivindicaciones políticas y culturales explícitas.

Pizza y champagne, chicas exuberantes con tapado de piel, frivolidad y silicona, noche y cocaína, la disco “El cielo”, dólares, autos descapotables y mucha ostentación con todo lo que significaba ser y parecer en ese entonces. Algo que veíamos a través de las revistas y programas de espectáculos de la TV argentina y que ahora podemos espiar en la serie.

Para buscar ese realismo y recrear la década en forma fidedigna, la producción filmó con cámaras cinematográficas y VHS a la vez. También se hizo una exhaustiva investigación respecto a la ropa, decoración, peinados y maquillaje de la época. Además, para recrear la etapa en Nápoles, el equipo viajó a Italia y filmó en sus calles, esas que aún hoy añoran a su máximo ídolo.

Suponiendo que de verdad se convirtiera en Coppola y pudiese vivir un momento específico de su vida, ¿cuál le gustaría experimentar a usted, Juan?
-Nápoles en los ochenta, sin duda. El momento de México ‘86. Ese subidón, esa efervescencia, todo nuevo, todo el mundo queriendo conocer a Diego. Cada vez que hablé con Guillermo de eso se le iluminaron los ojos de la alegría. Todo estaba saliendo bien en ese momento.

Una época que no tiene que ver sólo con logros profesionales…
– No, claro. De hecho, no soy muy futbolero. En ese momento ellos pensaban “¿quién más quiere vernos, quien más quiere reunirse con nosotros?”, “¿qué más vamos a hacer?”. Obviamente, ese idilio no duró para siempre. Después, ya lo vimos, tanto en Maradona como en Guillermo hubo altibajos. Pero la de Nápoles fue la etapa de enamoramiento de ellos dos, donde todo andaba bien.

El verdadero Guillermo Coppola junto al personaje interpretado por Juan Minujín

¿A qué momento de los años ‘90 le gustaría volver? ¿Qué le gustaría revivir de sus ‘90?
– Yo soy del ‘75, es decir abarca desde mis 15 a los 25. A los veintipico me fui a estudiar teatro a Londres. Esa fue una etapa muy linda para mí. La repetiría sin duda.

¿Es consciente de la repercusión internacional que va a tener esta ficción?
– No del todo. Sí en Italia, porque la serie se terminó de filmar en Nápoles y fue un escándalo. Cómo aman a Maradona, la presencia que sigue teniendo Coppola hoy en día. No sé qué pasará en el resto del mundo. Pero hay algo que también es cierto y es que todo lo que toca Diego siempre tiene una repercusión enorme así que me imagino que así también será esta vez.

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