Por Gisela Asmundo, de El Ojo del Arte
¿Por qué este retrato de 1718-1719 sigue infundiendo tanta melancolía? Un análisis sobre una de las obras más reconocidas del artista francés, el mayor exponente del estilo rococó del siglo XVIII.
Jean-Antoine Watteau nació en Valenciennes en octubre de 1684. Fue hijo de Jean-Philippe Watteau (1660–1720), un carpintero con problemas de alcoholismo. De su madre solo se conoce el nombre, Michelle Landenois (1653–1727). Lo poco que se sabe de su vida se basa en escritos del siglo XVIII, con grandes vacíos carentes de fechas. Gran parte proviene de publicaciones de sus amigos, Gersaint y Antoine de la Roche, Jean de Julienne, y el Conde de Caylus. De su vida íntima sólo se sabe que nunca se casó.
Su aprendizaje artístico comenzó con un anciano maestro, Jacques Albert Guérin, hasta 1772; y luego con un pintor de decorados teatrales. Este último fue llamado para trabajar en la Ópera de París, llevando consigo a su alumno. Watteau quedó impresionado por la capital francesa y decidió permanecer ahí, aun sin dinero ni hospedaje.
Según el testimonio de Gersaint, para esa época Watteau consigue trabajar en el taller de un artista llamado Abraham Métayer y luego pasaría al servicio de un taller desconocido en el puente de Notre Dame. En esa etapa trabajaba junto con otros artistas ayudantes, y cada cual se ocupaba de algo distinto dentro de un encargo artístico, en donde se les exigía rápida ejecución. Watteau se distinguía del resto por sus habilidades innatas. Repetía con frecuencia el mismo tema que le salía muy bien, le solían encargar la imagen de San Nicolás.
Gracias a Jean Jacques Spöede, amigo pintor de Amberes, tuvo la suerte de conocer a un artista influyente del momento, cuyo taller era un punto de moda entre artistas y aficionados, el grabador Jean Mariette. También poseía una colección en la que se podían hallar firmas como las de Pieter Brueghel, Jacques Callot, Tiziano y Rubens.
A través de Mariette, Watteau conocería al único real maestro que puede atribuírsele, Claude Gillot, cuya especialidad eran las representaciones de escenas de la Comedia del Arte italiana (Commedia dell’Arte). Tiempo después, por incompatibilidad de carácter, se terminaron distanciando, pero Watteau continuaría tras el encanto de las representaciones del teatro que su maestro le indicó.
De regreso a su ciudad, frecuentó al escultor Antoine Pater y conoció a Antoine de la Roque, redactor del diario Le Mercure de France. El dinero para el viaje y la estancia en Valenciennes lo obtuvo gracias a la venta de obra al comerciante Sirois, con quien luego regresaría a París.
En julio de 1712, se presentó en la Academia con algunas obras y fue invitado a pintar un cuadro, “El embarque para Citera”, obra que marcaría su consagración. Contrariamente a lo que se podría pensar, la pintura no hace referencia a la isla feliz, al lugar encantado, sino que la intención se desliza por debajo, sugiriendo, más que evidenciando, en silencio como un arroyo subterráneo que discurre profundo. La isla quizás represente un sueño nostálgico de perdición.
Más adelante Charles de la Fosse, el director de la Academia, le presentaría al tesorero de Francia, Pierre Crozat, quien invitó a Watteau a su casa como huésped. Crozat poseía una colección de arte muy importante con 20.000 piezas que incluían dibujos de Correggio, Van Dyck, Tiziano y el Veronés, y pinturas de maestros como Rubens, Botticelli, Miguel Angel y Jordaens, que le sirvieron para su estudio y copia.
Ahí el artista entraría en contacto con personalidades destacadas y hombres de negocio, entre ellos el noble Jean de Jullianne, propietario de una colección de obras flamencas y francesas. Watteau desarrolló su propio estilo con ojo escrutiñador, retratando el despliegue de estas veladas, con el toque encantador de la levedad de sus paisajes. El colorido de su paleta capturó la preciosidad de las sedas de los ropajes enmarcadas entre frondosos árboles de copas verdes, y la naturaleza misma de esos sueños idílicos.
Watteau se hizo un nombre como el pintor de las fêtes galantes («fiestas galantes»), género pictórico que representa escenas cortesanas y costumbristas en paisajes bucólicos y escenas costumbristas. También manifestó una especial predilección por retratar a los personajes de la comedia italiana, a quienes pudo apreciar en vivo en varias ocasiones cuando realizaban giras por Francia y presentaciones en París.
Consagrado y en la cúspide del éxito, empeoró mucho su salud. Dos años más tarde viajaría a Londres en busca de su recuperación y para aumentar su clientela. Realizó una serie de encargos, entre los que se encuentra “Un alto durante la caza”.
Esta obra es significativa porque pone de manifiesto, a través de un conjunto de remodelaciones pictóricas, el apresuramiento que demostraba el artista al pintar. Muchas veces criticado por esto mismo, a su vez demuestra la habilidad que poseía en la ejecución de sus obras.
Gisela Asmundo: una argentina con pasión por el arte, ojo crítico y corazón italiano
El conde Caylus describió en detalle su método de trabajo: “…para ninguno de sus cuadros hizo nunca bocetos o proyectos, ni siquiera ligeros o veloces. Gustaba de dibujar sus estudios en un álbum encuadernado, para poder tener siempre a mano un buen número de ellos. Tenía trajes galantes y otros disfraces de actores cómicos, con los que vestía a las personas de uno o de otro sexo y las retrataba en las actitudes que la naturaleza le ofrecía. Cuando tenía ganas de hacer un cuadro, recurría a su colección y elegía las figuras que más le gustaban en ese momento. Formaba grupos teniendo presente el fondo paisajístico que ya había ideado o preparado. Raramente los utilizaba de una forma distinta”.
Tras su pequeña estancia en Londres, regresó a París en 1720 y se retiró a una vivienda desconocida. Su última obra fue “El Almacén de Gersaint”. En ella pintó la galería de cuadros perteneciente a su gran amigo Gersaint, la pintura la realizó en sólo seis semanas y no se conoce más que un solo dibujo preparatorio.
No es extraño observar cómo esta obra se enriquece con algunos significados. El retrato del rey Louis XIV que guarda un joven en una caja nos estaría presagiando el fin de una era, que acompañó a la de su propia vida. Watteau intentó expresar la decadencia de la sociedad de su tiempo, la pérdida de valores espirituales tras los placeres de la carne, el debilitamiento espiritual y religioso; plasmándolo en escenarios de trajes suntuosos y amores galantes. Su pintura aparentemente superficial tiene significados profundos, y su manera poética de pintar señaló el debilitamiento de la “razón” del siglo XVIII. En la primavera del año siguiente, en Nogent-sur-Marne, moriría a la edad de treinta y siete años, entre los brazos de su amigo Gersaint.
UNA MIRADA A “PIERROT”
«La melancolía es la felicidad de estar triste». Víctor Hugo.
La obra “Pierrot”, del Museo Louvre, (también conocida como “Gilles”) es el único cuadro de Watteau que muestra un personaje de tamaño natural, y un juego de sutiles contradicciones recorre toda la composición.
La figura del comediante sin maquillaje se eleva hierática y solemne, su majestuosidad se acentúa desde el punto de vista bajo que realza su grandiosidad. Gilles se yergue inmóvil, silencioso, y solitario, aislado de los otros comediantes que se agitan por debajo bromeando. A la derecha de su pie se asoma un burro que funciona como enlace entre los dos planos de la obra.
Se percibe cierta dignidad por sobre los pantalones cortos que dejan ver sus peculiares y elegantes zapatos acordonados de lazos rosas. Las mangas demasiado largas, subrayan la figura desmañada y un poco torpe, pero no ocultan su humanidad. En contraposición, el cielo celeste de fondo resalta un aspecto espiritual, algo que se desprende de la sutileza de la seda del traje, blanca y resplandeciente sobre el paisaje bucólico.
Es algo más que la mera representación de un payaso de la comedia del arte italiana, porque sugiere la imagen de un sentimiento interior, que ahonda en la psique de la figura. Su presencia va más allá del retrato, a causa del aura encantada que envuelve al personaje y la expresión ausente de sus ojos. Sus ojos piden ser vistos más allá de su investidura de comediante. La mirada fija al frente se vuelve inquietante, haciendo que su imagen quede grabada de manera permanente en la memoria del espectador. Se devela en esa mirada una sensación de resignación y nostalgia, algo que el disfraz no logra ocultar.
OTRAS REPRESENTACIONES
Existen otras obras de Watteau sobre el mismo tema en la National Gallery de Washington, el Getty Museum de Los Ángeles, el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid y el Metropolitan de Nueva York.
En la pintura del Getty Museum se aprecian cinco comediantes que acaban de terminar su actuación en un parque verde en la afueras de París y miran expectantes a su público.
Gisela Asmundo: una argentina con pasión por el arte, ojo crítico y corazón italiano
Watteau le dio un lugar de honor al hombre disfrazado de Pierrot, pero no tan preponderante como en “Gilles”. En esta ocasión, el payaso con traje blanco holgado aparece centralizado, iluminado y rodeado de sus pares. Está sosteniendo su sombrero en la mano, con la intención de que le arrojen algunas monedas.
Los otros cuatro artistas representan a otros personajes de la Comedia del Arte, que gozó de gran popularidad en el París del siglo XVIII. Brighella lleva un espléndido traje de oro verdoso y una capa de hombro adornada con rayas negras. Mezzetin toca algunos acordes en su guitarra, mientras que Arlequin, con máscara negra con cejas de caballo y bigote, mira por encima del hombro. Un disfraz español simulando terciopelo negro con un volante blanco identifica a la figura en el extremo derecho como Scaramouche.
EL ORIGEN DEL PERSONAJE
Pierrot fue una adición francesa a la lista de personajes de los dramaturgos franceses del siglo XVII, basados en la Comedia del Arte, proveniente de Italia.
La Comedia del Arte se basó en personajes recurrentes conocidos como “tipi fissi” (tipos fijos) identificados por máscaras y disfraces estandarizados; cada cual personificaba un tipo de papel de acuerdo a su personalidad y circunstancias. Había sido llevada por primera vez a Francia en la década de 1570 y un siglo después un grupo dirigido por Giovanni Gherardi se instaló permanentemente en París. Más tarde lo continuaría su hijo Evaristo.
Sus actores generalmente se presentaban en su lengua materna, con énfasis en los dialectos regionales, cuyos efectos humorísticos se perdían en la mayoría de los parisinos. Esta barrera del idioma generó una mayor dependencia de la vista y el humor físico conocido como “lazzi”, además de una maquinaria escénica que producía espectaculares efectos especiales.
Gradualmente y con el correr del tiempo se fueron incluyendo frases, y canciones en francés, dando lugar a la aparición de un nuevo personaje francés al elenco, denominado “Pierrot”. Una inspiración para el Pierrot, fue “Don Juan” (“Dom Juan ou le Festin de Pierre”,1665), de Molière, que presentaba a una campesino parlanchín con ese nombre, el cual parece haber sido adoptado por la comedia italiana en 1670 aproximadamente. Pierrot apareció con poca frecuencia hasta la década de 1680 cuando los dramaturgos parisinos comenzaron a escribir obras francófonas para la banda de Gherardi.
Pierrot, a pesar de haber sido originado en Francia, tiene un antecedente italiano comúnmente citado, que es el «zanni», cuya figura de segundo nivel representaba a un payaso de dulce temperamento. La contraparte femenina era la encarnación de “Pulcinella”, quien también utilizaba un traje blanco.
Su origen italiano fue puntualmente «Pedrolino», uno de los «zanni» (criados o siervos) secundarios, quién era al igual que «Trivellino», un habilidoso bailarín, y como tal, fue interpretado por Giovanni Pellesini, actor de la compañía «Gelosi» (Los Celosos). Su torpe mentalidad y su voluminoso traje blanco también lo vinculaban a un tipo de personaje del teatro burlesco, Gilles le Niais (Gilles the Simpleton), un tipo de payaso, estúpido, crédulo y lascivo, un personaje que probablemente comparte poco con la sensible figura del famoso retrato de Watteau.
En el siglo XIX, Gilles y Pierrot estaban confusamente mezclados, pero en sus comienzos ambos podían estar en el escenario al mismo tiempo siendo Pierrot muy distinto al grosero de Gilles.
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«Harlequin, empereur dans la lune”, de Nolant de Fatouville, fue el primero de estos dramas italianos naturalizados, donde se desempeñaba Pierrot, debutando en 1684, el año de nacimiento de Watteau. La obra de Watteau “Harlequin, emperador de la luna” representa una escena de la obra teatral homónima en la que Arlequín se le declara a la hija del Dr. Boulard en nombre del Emperador de la Luna.
Cuando la comedia italiana fue paulatinamente convirtiéndose cada vez más en franco-parlante, se inclinó hacia la crítica y las parodias de las maneras locales y contemporáneas de las distintas personalidades e instituciones, incluida la Comedia Francesa, cuyos derechos infringió al incorporar escenas en francés.
Los italianos incursionaron en la actualidad satírica con su humor obsceno, escatológico y con doble sentido, lo que escandalizó a muchos de los representados, provocando reprimendas oficiales que los llevó a la ruina. Presionados por la comedia francesa y quizás también por decisión de la segunda esposa del Rey Louis XIV, finalmente se ordenó el cierre del teatro de Gherardi en 1697.