Por: Emilia Zavaleta, creadora de Mulanas *
Sosteniendo la teoría de que octubre es un mes de mezcla y fusión cultural, nos enfocamos en una de las cuestiones más enigmáticas y antiguas de la humanidad: el misterio de la vida y la muerte. En esta parte del mundo donde la herencia nos deja una combinación de costumbres diferentes, también podemos encontrar concepciones y cosmovisiones similares sobre la forma en la que homenajeamos y recordamos a aquellas personas que han pasado el umbral hacia la vida más allá de la muerte.
Esto significa que tanto pueblos originarios como la cultura hispana y la anglosajona convergen en un mismo punto: la celebración conmemorativa que se manifiesta en una comunicación directa con los difuntos a través de la oración, la invocación y la visitación de los mismos a los vivientes. Estas fiestas hacen que la muerte cobre un sentido nuevo, una forma alegre de honrar a los que pasaron por la vida mundana y ahora trascienden a otra dimensión para permanecer en nuestros corazones por toda la eternidad.
Dichas celebraciones reflejan una suerte de fusión cultural y religiosa donde uno puede encontrar pociones mágicas, oraciones de los fieles y ofrendas llenas de arte y color. Estamos hablando de Halloween, el Día de Todos los Santos y el Día de Todos los Muertos.
Tanto pueblos originarios como la cultura hispana y la anglosajona convergen en un mismo punto: la celebración conmemorativa que se manifiesta en una comunicación directa con los difuntos a través de la oración, la invocación y la visitación de los mismos a los vivientes.
El 31 de octubre en los países anglosajones se celebra “All Hallow’s Eve” – víspera del día de los muertos en inglés – más conocido como Halloween. Al contrario de lo que muchos creen, esta fiesta comúnmente llamada “Noche de Brujas”, tiene su inicio en los ritos celtas de Irlanda. No se trata de un culto a los demonios sino todo lo contrario, es un día que coincide con el fin de una temporada de cosecha en la que se invoca a los difuntos y se intenta alejar a los malos espíritus usando disfraces temerarios como protección, e iluminando con calabazas el camino de aquellas almas “buenas” que vienen de visita.
Con el tiempo y una vez que esa tradición llegó a los Estados Unidos, su significado fue cambiando y se transformó en el día en que los niños salen a tocar las puertas del barrio con el famoso “trick or treat” – truco o trato – disfrazados de monstruos, zombies y brujas. Esa costumbre fue llegando de a poco a los países de sudamérica para mezclarse con otras celebraciones propias de la herencia simbiótica hispana e indígena.
En Halloween se invoca a los difuntos y se intenta alejar a los malos espíritus usando disfraces temerarios como protección
En el siglo VIII el Papa Gregorio III estableció el 1 de noviembre como el Día de todos los Santos con el objetivo de suplantar los rituales considerados satánicos, ya que quienes lo hacían se les impedía la entrada al reino de Dios. Transformó entonces ese día en una fiesta católica solemne, una celebración de comunicación entre los vivos y los muertos a través de los Santos para “recordar a todos los millones de justos que fueron sencillos fieles en la tierra y ahora están en el cielo”. En su concepción católica, el objeto es honrar a todos los moradores del cielo, incluyendo la Santísima Trinidad, la Virgen, los ángeles, y los santos, aún los que no han sido canonizados.
Cuando este culto religioso hispano arribó a estas tierras, se llenó de colores y flores, fiesta y música. La diosa Mictecacihuatl o “Dama de la Muerte” de los pueblos mayas, aztecas y mexicas presidía los festivales en honor a los muertos basados en su propia creencia de que las personas venían de la tierra y a ella volvían, con forma de viento, hierbas, agua y luz. La muerte formaba parte natural de la experiencia humana, y era necesario recordar a todos aquellos que la atravesaban, para luego ser bien recibidos en esa vida divina donde habitaban los dioses. Las almas continuaban su viaje por otros lugares y para honrarlas, estos pueblos utilizaban cráneos, flores y alimentos variados.
El 1 de noviembre se estableció como el Día de todos los Santos con el objetivo de suplantar los rituales considerados satánicos.
El catolicismo transformó este culto reemplazando a la Diosa de la Muerte por la “Santa Muerte” y así se fueron incorporando otros símbolos como las cruces y rosarios, tumbas y altares sagrados. Hoy esas dos corrientes culturales se vuelcan en una festividad popular que dura dos días. El primero corresponde a las almas de los niños y el segundo a los difuntos adultos. Se venera a la muerte vistiendose de colores amarillo como la flor de cempasúchil, blanco del alhelí y el rojo de la pata de leon. Cada gesto tiene un significado particular, desde la comida que se lleva a las tumbas de los ancestros, hasta el maquillaje de carnaval que utilizan los niños y adultos para sentirse a tono con sus difuntos.
Con el pasar de los años, la celebración adquirió un alto significado sociocultural ya que viene a destacar la identidad de una comunidad con sus valores espirituales y tradiciones populares. En 2003 la UNESCO declaró el Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. El símbolo por excelencia de esta connotación social es la imágen de “La Catrina” en México, la Calavera Garbancera interpretada por una obra de Diego Rivera en su famoso mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” junto a su amada Frida Kahlo. La Catrina es una mujer cadavérica que se viste como una dama de la alta sociedad, como protesta a la desigualdad social en México a principios de siglo XX. Su figura viene a demostrar que a fin de cuentas, ricos o pobres, nadie escapa a la muerte.
En 2003 la UNESCO declaró el Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
De esta manera, durante casi una semana en América, se conjugan todas las costumbres, las propias, las ajenas y las sagradas. Esto ocurre no solo en México sino también en otros países de Sudamérica como Perú, Guatemala, Ecuador y Colombia. En Argentina este hábito de disfrazarse y comer dulces se está instalando cada vez más, adquiriendo nuevas implicaciones que combinan gustos y creencias heterogéneas, pero que no desaprovechan las ganas de celebrar.
En cualquier caso, sería importante entender el verdadero significado de estas tradiciones sociales, sean religiosas o consuetudinarias, para celebrar con alegría el recuerdo de nuestros antepasados y de aquellos que ya no se encuentran entre nosotros sino de forma espiritual. Cada cual a su forma y su creencia, haciendo honor a la diversidad.
* Emilia Zavaleta es Licenciada en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad del Salvador. Es magíster en Integración Latinoamericana y escribe relatos sobre mujeres de la historia latinoamericana “Mulanas”.
@sermulanas