Por Valeria Muzzio
Fotos: G.Munt
“Lo he soñado en esta casa entre paredes y puertas. Dios les permite a los hombres soñar cosas que son ciertas”. “Y esto lo soñé, obviamente que lo soñé”, fueron las palabras de Oscar González Oro, parafraseando con su inconfundible voz un poema de Jorge Luis Borges, minutos después de recibir el reconocimiento de Aptra por su labor en radio.
N: ¿Cómo fue recibir este Martín Fierro?
-Fue magnífico y maravilloso, no solamente por el homenaje en sí de Aptra, si no también por el recibimiento de mis colegas, por los aplausos que recibí y por la ovación que tuve. Mencioné el poema de Borges porque en verdad uno siempre sueña con estas cosas, y esto lo soñé. Pero más que por mí, que siempre viene bien para cierta vanidad que uno tiene, por mis equipos: desde que hago radio he trabajado con muchas personas y ellos también se merecían este reconocimiento; no los nombré a todos porque es imposible, pero se lo dediqué a mis equipos de producción, a mis locutores, operadores, a todos los que han pasado por mi vida radial, fue muy emotivo y muy emocionante. Cuando bajé del escenario se acercaron todos, sacamos selfies con Lanata con Petinatto, me abracé con gente con la cual no tengo demasiado contacto, pero que respeto y quiero y también fue muy conmovedor, estaba Eduardo Feinmann, Lolo mi productor histórico. Valió la pena venir y aproveche el viaje para estar con amigos, desde que llegué no he parado. Estoy un poco cansado, me quedo unos días más y vuelvo a Uruguay.
Existe en el imaginario colectivo, que la salida o felicidad vive en Uruguay. ¿Cree que es por ahí?
-No, si no sos feliz en Buenos Aires, no vas a ser feliz en Uruguay por tomarte un vuelo de una hora. Uruguay te da una paz que no tenés en Buenos Aires, te da una tranquilidad en cuanto a seguridad que no tenés en la Argentina; el resto lo tenés que poner vos. A mis amigos les digo, «vengan con una actividad», tener todo el día para uno es complicado, sobre todo si no estás pareja. Uruguay es un país amable sin duda, te reciben muy bien, pero no te asegura que vas a ser feliz. Vengo de un largo viaje de tres meses y medio de estar con mis hijos y tuve días muy felices, y días que extrañaba.
Los problemas y la infelicidad si la tenés, va a viajar al lado tuyo en el avión. Cosa que no me pasa a mí. En Uruguay, los días grises como hoy con niebla medio te bajonea, pero mañana sale el sol y salgo a caminar. Hago cosas, me lleno el día.
¿Cómo fue el reencuentro con tus hijos?
-El reencuentro es siempre maravilloso, muy tierno, son señores grandes, pero siguen siendo mis hijos; la pasé muy bien, viajé con ellos, viví la cotidianidad, algo que no hacíamos hace tiempo. Tenemos nuestros espacios de privacidad y en ese sentido no tengo problema con ninguno de los dos.
¿Adoptaste un perro?
-Me pasó una historia muy rara. Cuando estaba en Europa, le dije a mis hijos que cuando llegara a Uruguay me iba a comprar un perro, un beagle; empecé a buscar hasta que encontré un criadero de perros muy grande en Argentina (acá no hay esos perros). Hablo con el dueño, y me dice que me lo traía sin problemas, eso fue un sábado al mediodía. Cuando corto con él, me llama Eliana, una amiga, y me manda una foto de una caja con cuatro perritos adentro que fueron abandonados una noche de tormenta enorme que hubo acá, estaban bajo un árbol cuando ella los descubre. Así adopté a Sigmund que hoy está conmigo, está feliz y me hace muy bien. Cuando lo busqué, estaba deshidratado y desnutrido. Tiene treinta y pico de días.
¡Y qué nombre! Parece que se estaban buscando.
-Claro, aparte Sigmund Freud salvó y ayudó a mucha gente. Me parece también que merece alguien que se preocupe por él, y yo lo hago. Fui hasta Maladonado a vacunarlo y desparasitarlo, le compré juguetes. Me encargué de que comiera. Y eso te hace bien.
Después de dos años de vivir en Uruguay, ¿cómo es vernos desde la otra orilla?
-Es doloroso, en otras partes del mundo la gente me para, se saca una foto conmigo y me pregunta «¿cómo la Argentina está así siendo un país tan rico?». Y lo primero que te provoca es una angustia muy grande por ver al país como lo veo, esa angustia se transforma en dolor, luego el dolor se transforma en miedo. Miedo a volver, miedo a que le pase algo a algún amigo mío, miedo a enterarme de una nueva muerte y no poder estar con esa familia, y el miedo por fin se transforma en tristeza. Veo un pueblo amargado, un pueblo con rencores, un pueblo violento. Esa tristeza que me pasa a mí, le pasa a millones de argentinos, sobre todo al 50 por ciento que está en estado de pobreza, a los 3 millones de indigentes que tenemos en la República Argentina. Y el mundo no entiende por qué Argentina está como está.
Yo recuerdo una frase de Ricardo Balbín que dice: “No hay soluciones económicas, si no hay decisiones políticas”. Y el problema nuestro es sin duda económico, porque la política no funciona.
¿Cuánto tiempo crees que debería pasar para que algo cambie? ¿Por qué no cambiamos?.
-Yo no creo que cambie, porque el próximo presidente va a recibir una Argentina casi quebrada, con una deuda impagable, problemas sociales. ¿Quién va a tener los cojones de quitar los planes sociales, quien va a ser el valiente que diga “no hay un plan social más” y que va a hacer la gente que no reciba un plan social, de que van a vivir, son millones de argentinos? El que venga no va a cambiar la Argentina. Me parece que hay que cambiar el sistema. Yo le dije en una entrevista al presidente que la democracia está en deuda con la gente. Hace años Alfonsín nos dijo que con la democracia se come, se educa, se crece y ni comimos ni crecimos, ni estudiamos.
¿Por qué?
-Porque suba quien suba va a ser lo de siempre, política de comité, política barata, van a ser millonarios, mantenemos miles de concejales en todo el país; cientos de intendentes en todo el país, diputados, senadores, estructuras enormes, el Estado es cada vez más grande, siguen contratando gente, siguen metiendo gente en el Estado. Y eso no va a cambiar, porque para subir al poder tengo que tener la anuencia de la CGT, y la CGT me va a pedir que meta tanta gente en un ministerio o en otro, por lo tanto no creo que cambie. No veo la salida para la República Argentina.
Parece más bien un problema de raíz.
-Si con algunos colegas yo estoy enojado, porque seguimos hablando preguntando a la gente quién gobierna la Argentina, cuando está claro que quien gobierna es Cristina Fernández de Kirchner, no el presidente de la República; eso es mentira, siempre fue una mentira y seguimos discutiendo quién gobierna. Me parece que es perder el tiempo, que es hora asumir de una vez por todas que la que tiene el poder en el Instituto Patria, porque hay dos poderes ejecutivos, uno en La Rosada y otro el Instituto Patria: la que tiene el poder, la que detenta el poder, la que soluciona o no, la que decide o no es ella, no el Presidente de la República.
Fuiste el creador de la frase, “Alberto tiene la lapicera, pero la tinta la tiene Cristina”. ¿Qué te pareció el último gesto de Cristina de entregarle la lapicera a Alberto Fernández y pedirle que la use?
-Ratifica lo que dije. Recuerdo que después me contesta Alberto, que él tiene la lapicera y la tinta, entonces yo le digo “pero no te entiendo la letra”. No ha cambiado nada, pone ministros saca ministros, decide un gabinete, boicotea actitudes. Ahora quiere las cajas de los planes sociales, para hacer política para el 2023, se las quiere sacar a las organizaciones sociales. Hoy el día a día lo decide ella desde el Instituto Patria.
¿Volverías a hablar con Alberto Fernández?
-Por supuesto que sí. De hecho casi nos cruzamos en Europa, después no tuve tiempo. Yo iría a hablar con él simplemente para que me explique si tiene un plan, qué quiere hacer, si se va o no se va. Es más, hablaría con Cristina, le preguntaría por qué está haciendo tanto daño, que es lo que está buscando, si está buscando la inmunidad judicial hay otros caminos, que deje que la Justicia dirima la cuestión judicial que tiene y se banque las consecuencias. Lo máximo que le puede pasar a Cristina hoy es ir a prisión domiciliaria. Se va a El Calafate y va a vivir como la reina Isabel. En todo caso ¿cuál es el miedo? Tiene fortunas que no puede usar. Cristina hoy no puede salir a comprarse un auto porque no lo puede justificar a pesar de los sueldos que tiene.
Ella llegó a decir, yo fui absuelta por el pueblo, en todo caso la tiene que absolver los tribunales, los jueces federales, la Corte Suprema. Es una ciudadana más, que a pesar de que sea vicepresidente le alcanza las generales de la ley. En todo caso blanqueemos la situación, quien manda en casa, si es papá o mamá, una vez que blanqueemos eso, es probable que como familia podamos crecer. Seguimos mintiéndole a la gente que ella no tiene nada que ver. Ella no puede revolear ministros, no se lo permite la Constitución Nacional, el que tiene que cambiar o no es el Presidente de la República. Entonces que Alberto se vaya y que asuma la presidencia Cristina y que haga lo que le dé la gana.
¿Qué es lo que te asusta de la soledad, dijiste hace poco, también en tus redes que te agobia y te asusta?
-Yo siempre pensé lo mismo, que el día es una película, y en una película tenés momentos tristes y momentos alegres, momentos de placer al escuchar la música que querés, al dormir el tiempo que se te dé la gana. Seguramente cuando escribí eso me apareció alguna imagen triste y me dio miedo a la soledad, pero en verdad después lo pensé y hablando con mi terapueta me di cuenta que uno lo que tiene miedo es a morir solo, no a vivir. Lo cual también es una estupidez, porque morir solo o acompañado es lo mismo, yo prefiriría morir acompañado obviamente, pero la realidad me dice que estoy solo y que si me muero dentro de una hora, esta va a ser la última nota del Negro Oro antes de morir, y no cambia la historia.
¿Te quedaron pendientes en tu recorrido como comunicador?
-No, hice todo lo que quise, todo lo que pude, todo lo que supe hacer; en el momento que había que ser solidario era solidario; en el momento que había que divertir a la gente la divertía; si había que informar a la gente lo hacía; pelearme con algunos ministros, lo he hecho al aire. He contado mi vida al aire, desde mi sexualidad hasta la relación con mis hijos. He contado todo a lo largo de treinta años, el que realmente me escucha desde hace tiempo, me conoce casi entero. Nadie conoce de forma absoluta al otro, pero yo soy conocido como comunicador y como ser humano porque siempre conté todo, nunca mentí.
¿Extrañás esa necesidad de comunicarte con la gente, de hacer radio, por ejemplo?
-En verdad no, porque tengo una libertad que no tenía antes. Durante muchos años me levanté a la 5 de la mañana, preparaba el programa con la producción, llegaba una hora antes a la radio, al mediodía terminaba agotado, de ahí me iba a hacer un noticiero para América, después en la noche Polémica en el bar, yo hice todo lo que quise y la vida me premió con una vida hermosa. No extraño, no cambiaría esta libertad que tengo por volver a cumplir con un horario, no tengo ganas. Si es hacer un programa especial o dar notas, sí. Soy requerido por los medios, algunas notas digo que no y otras notas sí, cuando digo que sí es porque el que está del otro lado sé que me respeta, no voy a dar notas para discutir.
¿Cómo está hoy tu relación con Jorge Rial? Eran amigos y durante la pandemia salió a decir que vos, al igual que Susana, eran “exiliados conchetos”.
-No estoy peleado con Jorge, nunca me peleé. Conozco a sus hijas desde que nacieron y siempre admiré su gesto de adoptar, que fue un gesto enorme. Han pasado navidades en casa cuando Morena y Rocío eran chicas, hemos viajado juntos. No sé porque a Jorge le agarra esos ataques de locura que empieza a convertirse más que en un comunicador en una especie de fiscal. La única respuesta que le di en su momento fue «perdóname Jorge que no te pedí permiso». Yo no le tengo que pedir permiso a nadie para irme de Argentina, para vivir donde quiero.
¿Cómo lo ves?
-A Jorge lo veo mal, lo veo enojado, resentido, no sé por qué, si tiene trabajo. Yo creo que se boicotea la posibilidad de ser feliz. Siempre dije que hice todo lo que hice en radio y en tele para ser un tipo querido, y lo logré. A él no, a él no se si le gusta que lo odien, que lo puteen, no lo sé, pero es una patología. Hay una enfermedad que se llama anhedonia, que es la incapacidad para experimentar placer, es la pérdida de interés o satisfacción, es uno de los pasos previos a la depresión. Cuando Jorge fue premiado en la vida con sus dos hijas con las parejas que tuvo, con el trabajo que tiene y con la trascendencia que tiene; hoy no le irá demasiado bien, pero sigue perteneciendo al medio del cual vive hace muchos años, y se impide gozar.
¿Crees en la reencarnación? ¿Quién te gustaría ser en tu próxima vida?.
-Algunos dicen que sí que hay una reencarnación, y otros dicen que no; yo cambio según el momento de la vida que estoy viviendo. Creo que queda una energía, el alma, he comprobado que el alma de mi padre me sigue cuidando, pero no se si nos reencarnamos en un ser humano, queda un montón de energía de acuerdo a lo has hecho en tu vida en algún lugar y que mira a la gente que quiso, a la gente que amó, prefiero esa teoría que mi alma es eterna, mi cuerpo no. Yo tengo claro que me gustaría ser si vuelvo como ser humano. Quiero ser músico director de la Orquesta Sinfónica Nacional, de la Filarmónica, quiero ser un Bernstein, Gustavo Dudamel. Amo a los directores.
¿Qué leés, mirás, consumís?
-En Montevideo está el Teatro Solís, es un teatro precioso, y cada vez que hay una función me invitan, por lo tanto voy. Después escucho mucha música en casa con un muy buen sonido, leo mucho, más que leer estoy releyendo libros que marcaron mi vida, veo muchas películas; no veo series, porque soy muy ansioso y no quiero esperar. Miro canales de noticias, estoy informado de cada cosa que sucede en Argentina. Yo no renuncié a mi ciudadanía argentina, cosa que no se puede hacer, además, pero decidí donde vivir. Tengo ganas de vivir en un lugar amable y no estar en el meollo de una tormenta que se avecina, porque se viene una tormenta fuerte y no quiero estar a la intemperie mojándome.