Por Fernanda Arena
Cineasta de pura cepa, Santiago Mitre tiene a sus espaldas la película nacional más importante de los últimos tiempos: «Argentina 1985» ganó un premio Globo de Oro y se postula al Oscar en la categoría “Mejor Película Extranjera”. Un film que superó el millón de espectadores en los cines argentinos y a que aún se encuentra disponible en la plataforma Prime Video.
Esta nominación es el resultado de casi dos décadas de arduo recorrido. Su ópera prima fue ¨El amor¨ (2005) en donde compartió dirección con Alejandro Fadel, Martín Mauregui y Juan Schnitman. Luego rodó su consagratoria ¨El estudiante¨ (2011) y ¨La Patota¨ (2015), en donde conoció a su gran amor Dolores Fonzi. Después llegaron ¨La Cordillera¨ (2017) y ¨Pequeña Flor¨ (2022).
En ¨La Cordillera¨ nació su idilio con Ricardo Darín, protagonista de la película que lo coloca en las grandes ligas. No importa cuál sea el resultado en la ceremonia del próximo 12 de marzo: el largometraje sobre el Juicio a las Juntas ya ganó. Y Mitre es muy consciente de eso.
N: -Tras la presentación en el Festival de Venecia, “Argentina 1985” tuvo un notable recorrido internacional. ¿Cómo recuerda aquella primera proyección en “La Mostra” y la ovación de casi diez minutos?
-En principio fue una noche inolvidable. Fue la primera vez que mostramos la película fuera de la Argentina y con público. Uno puede intuir cosas según el trabajo que se va haciendo en la postproducción, pero ver la respuesta del público y la ovación a sala llena superó nuestras expectativas. La recibieron excelente, no sólo nos dimos cuenta que la gente se emocionaba con la película sino que también podía dialogar muy bien con público de otros países. Descubrimos que la historia los interpelaba fuertemente. Sabíamos que era una película fuerte, importante y emotiva que iba a producir mucha reflexión dentro de nuestro territorio.
Pero a su vez nos dimos cuenta de que los españoles, los brasileros, los chilenos y los ciudadanos de otros países que también sufrieron dictaduras feroces como la nuestra se vieron reflejados en la película y lo tomaron como algo propio. Eso fue un descubrimiento muy interesante que nos dio el film y que nos hizo volver a ver lo admirable que fue el proceso de 1985 en el contexto en que se dio.
Fue la primera y única condena al terrorismo de Estado…
-A los españoles les pasa algo muy loco. Cuando presentamos el largometraje sentimos envidia de su parte. Nos decían que las heridas del franquismo todavía están ahí, que no se juzgó ni se investigó y que la Argentina lo haya hecho tan pronto les producía una sensación de admiración y a su vez de dolor por lo que su país no hizo. Un hecho tan único, que sucedió en nuestro país ,y que significa tanto es fuerte y es muy emocionante.
¿Qué tan dificultoso fue el proceso de producción? Rodaron en pandemia. ¿Tuvieron que sortear muchos impedimentos?
-Espero que no nos vuelva a pasar. Fue difícil. Nos hisopaban todos los días, estábamos con barbijo, máscaras y mamparas que nos separaban. Hay algo del trabajo colectivo del cine y del laburo en equipo que se veía interrumpido. Sin embargo lo recuerdo como un momento muy placentero de mi vida. Poder haber hecho la película, y el esfuerzo doble que significó llevarla adelante en pandemia, es un gran recuerdo.
¿Cómo fue la experiencia de filmar en la misma sala donde tuvo lugar el juicio real en 1985?
-Tuvimos la suerte enorme de que nos dejaran filmar en Tribunales en la sala de audiencia donde ocurrió el juicio, en las mismas sillas donde se sentaron los jueces. O sea que el mobiliario era el mismo que se usó realmente. A pesar de los barbijos y los hisopados había algo de estar reviviendo lo que había pasado con mucha carga emotiva. Por momentos era como viajar en el tiempo. Estaba sentada la actriz que interpretaba a Adriana Calvo Laborde vestida igual que como había estado la verdadera Adriana, diciendo las mismas palabras que había dicho y nos poníamos a llorar todos de inmediato.
Sin ir más lejos el alegato de Strassera fue una escena difícil de rodar y muy emotiva para todos. Tengo entendido que la filmaron unas treinta veces. ¿Es correcto?
-Perdí la cuenta ya, la rodamos mil veces a lo largo de tres días. La filmamos muchísimo. Ricardo tenía que decir todo ese texto tantas veces sin perder la emoción y la elocuencia que esa escena necesitaba y que –por supuesto- era el clímax de la película. Si algo quedó en la memoria colectiva de ese juicio es el cierre de Strassera. El emblemático “Nunca más”.
¿A qué cosas le decimos “Nunca Más” en la Argentina de hoy?
-En principio nunca más a la violencia como forma de resolver los conflictos políticos. Eso es algo que el juicio del ’85 y el cierre de Strassera dejaron muy en claro y que en ese entonces pensamos era un nunca más a la violencia para siempre. Lamentablemente vemos que vuelven a aparecer focos de personas que traen consigo una violencia real pero simbólica y que la sociedad está muy partida.
Es penoso que vuelvan aparecer discursos de odio y de violencia terribles. Me parece que ante todo eso hay que volver a mirar para atrás y volver a recordar este hecho y decir nunca más.
Esta película puede ser tomada como una forma de combatir los discursos de odio vigentes en la sociedad. ¿Siente que cayó en el momento indicado?
–Me hubiese gustado que no caiga en un momento tan indicado, que no hubiese pasado algo como el intento de asesinato a la vicepresidenta, por ejemplo. Fue un shock, pensé que nunca iba a ocurrir algo así y lamentablemente sucedió y lo tuvo que ver todo el país. Es doloroso como argentino. Había algo que me pasaba antes de empezar a rodar la película: veía chicos jóvenes con discursos reaccionarios, con tanto desprecio a la política y con discursos casi reivindicativos de la dictadura. Eso me producía un gran dolor, así que en ese sentido la película puede venir a colaborar con la construcción de la memoria colectiva que es tan importante para no caer en errores del pasado, para que no lo repitan las futuras generaciones. La manera en la que Strassera armó su equipo con jóvenes es una imagen muy potente que se ve plasmada en el film. Las nuevas generaciones van a conocer parte de la historia argentina a través de la película. En ese sentido la película es un testimonio de algo que debemos recordar y que la Argentina no puede olvidar.
¿En qué momento se dio cuenta de que tenía una joya entre sus manos?
-Desde el comienzo. Ya en las primeras semanas de rodaje lo vi a Ricardo Darín en escena y vi la manera en que se estaba apropiando del personaje real, de Julio Strassera. Vi el trabajo que estaba haciendo con las escenas y me di cuenta de que había algo bueno. Cuando un actor conecta tanto con un personaje, está tan cómodo y logra generar vida en cada escena por pequeña que sea, uno se da cuenta de que hay una buena película por delante.
Ricardo estuvo muy inspirado desde el día uno. También hubo algo de la pandemia que nos hizo salir a trabajar a todos con muchas ganas cuando pudimos, con unas ganas que excedían la pasión. Ricardo estaba muy afilado, muy contento, y la química que generó con Peter Lanzani fue genial. Se entendían mucho, se ayudaban, había una simbiosis hermosa. Y eso ocurrió con todo el elenco desde el primer día.
¿Cómo vive la nominación al Oscar? ¿La esperaba después de haber ganado el Globo de Oro?
-El premio Globo de Oro y el honor de ser nominados al Oscar amplifica el alcance de la película, lo cual es algo increíble no solo porque significa que muchas personas en todo el mundo la están viendo, y la van a ver, sino porque esas personas, especialmente los jóvenes (como en la película) están teniendo conversaciones sobre su impacto, su relevancia, la democracia y su fragilidad.
Y a nivel personal, ¿Qué representa la nominación al premio máximo de la industria del cine?
-Es un orgullo, pero una película es parte de un trabajo muy grande, de muchas personas: productores, actores y equipo. Y en este caso en particular se basa en una lucha que ya lleva muchos años. Este reconocimiento debe ser compartido con las personas y organizaciones que desde la dictadura luchan por la verdad, la justicia, la memoria, la democracia y con aquellos que lo siguen haciendo en nuestro país y en todo el mundo… con los que hicieron el juicio del 1985 y los que continuaron. Y sobre todo con los que sufrieron el horror en carne propia y sus familias.