Afortunadamente para todos, existe el paraíso en la tierra y se llama Tahití. Donde lo cotidiano será nadar en aguas cristalinas rodeados de peces de colores, enamorarse, relajar y contemplar la belleza de la naturaleza. Los visitantes llegan a la Polinesia Francesa para disfrutar de las más exquisitas playas, hoteles con clase, practicar buceo en lagunas de peces tropicales, degustar platos de la increíble mezcla de cocina autóctona y francesa y, sobre todo, experimentar un poco del chic francés combinado con el encanto del sur del Pacífico.
Tahití es la mayor de las islas, que distribuidas en cinco grupos, forman la Polinesia Francesa. Es la más famosa y una de las más interesantes desde un punto de vista histórico. Nos tienta con su color esmeralda, sus palmeras cimbreantes y playas de arena blanca. Así como fue, para el famoso pintor Paul Gauguin “éxtasis, calma y arte”, Tahití sigue siendo fuente de inspiración para cualquier persona capaz de contemplar la naturaleza y los milagros naturales, alejados de la ciudad, el celular o la laptop.
En la ruta de los tesoros naturales, es imposible no visitar a una isla mundialmente reconocida por su espectacular belleza: Bora Bora.
La primera impresión de Bora Bora es la de haber pasado, por arte de magia, al otro lado de una postal. Pocas palabras pueden definir una belleza natural semejante. En Polinesia Francesa todo es muy; muy verde, muy azul, muy celeste, muy puro, muy exótico, muy especial, muy misterioso…
Una leyenda nativa, cuenta que en la noche de los tiempos, brillaban en el cielo cinco lunas, tan celosas de su propia belleza, como crueles con los hombres que las miraban y admiraban. Cansado de su soberbia, el dios Taoroa las castigó haciéndolas desplomarse sobre la tierra. Una de aquellas lunas caídas, es Bora Bora, que aún no se resigna a dejar de seducir.
A medida que uno recorre las islas, la cantidad de paisajes idílicos, nos dejan perplejos y en trance, en donde lo único que nos queda es el silencio y la mirada perdida en el horizonte. En Taha´a los diferentes amaneceres, puestas del sol, y todos los encantos necesarios dan respuestas a nuestra búsqueda de paz. Durante las tardes, las frutas, descansos y paseos en bote, parecen no cesar. Diferentes veleros anclados, daban un color especial junto a las aguas cristalinas. En la noche, el cielo completamente cubierto de estrellas, se combinaba con la luna reflejándose en el mar, creando un clima especial y único, el cual cautiva nuestras miradas y nuestro asombro. La deliciosa cena con velas, el sitio soñado y la calurosa noche invitaban a la seducción.
Ya de día lo ideal es realizar un pic-nic con champagne en alguna de las islas desiertas, una experiencia inolvidable. Pero esa no es la única actividad que se puede llevar a cabo en Polinesia, ya que los masajes con diferentes aceites y antiguas técnicas dejan a cualquier cuerpo, en el estado de mayor placer. El buceo en el increíble mundo marino de Polinesia, es una sensación aparte, todo tipo de peces y colores son apreciados por quienes buscan ver lo más extravagante. Los tours en helicópteros valen la pena, diferentes vistas de todas las islas, volcanes y manchones de color esmeralda sobre el océano hacen de todo esto un verdadero paraíso tropical. Otra actividad típica del lugar, es visitar las plantaciones de vainilla o cultivos de perla. Esas mismas perlas luego se pueden comprar en las diferentes tiendas de la zona, y suelen ser un recuerdo eterno del soñado viaje.