Por Romina Andreani
Por lo general, suponemos que una startup basa su negocio en algún tipo de aplicación tecnológica que nos hace la vida más confortable o más entretenida. Pero no solemos pensar que una startup directamente puede salvarnos la vida. En resumidas cuentas, de eso se trata AVaTAR, el emprendimiento médico lanzado por dos argentinos, Ignacio Lugones y Tomás Armendáriz, que apunta a revolucionar un área de la cirugía compleja mediante la ingeniería altamente creativa.
¿Cómo fue tu camino hasta el nacimiento de AVaTAR?
Ignacio Lugones: Soy médico de la Universidad de La Plata, hice la especialización en cirugía cardiovascular pediátrica. Me gustó siempre la innovación y, entre los papers que tengo publicados, inventé una técnica quirúrgica, para una rara patología, que lleva mi nombre. Nunca me había metido en “medical devices” hasta que surgió lo de AVaTAR.
Ahí aparece el socio clave, ¿no?
Tomás Armendáriz: Soy mendocino, Contador y estudié ciencias económicas en la Universidad Nacional de Cuyo. Llegué al mundo emprendedor por motivación propia, siempre participé en actividades paralelas a la carrera y me identifiqué con el perfil emprendedor. Trabajé en Accenture como analista de negocio. Nos conocimos con Ignacio a través de GridX, la aceleradora de empresas con base tecnológica.
¿Por qué eligieron el nombre AVaTAR?
IL: Es un acrónimo. Tiene varios significados: Aortic Valve Trileaflet Autologous Replacement, y además en sánscrito significa “reencarnación”, que es lo que hacemos con la válvula, la sacamos y la hacemos de nuevo. El problema es que al buscar AVaTAR online sale la película. (Risas.)
¿Cómo es el equipo de AVaTAR?
IL: Yo estoy como ideador de método. En el círculo más cercano está mi hermano, que es cocreador de esta idea, él es físico y astrónomo. La válvula tiene mucha matemática y física, es un proceso mediante el cual la válvula se abre y se cierra en función de los distintos cambios de presión, no es un mecanismo activo. La comprensión perfecta y exacta de cómo es la forma y la disposición en el espacio de esa válvula es lo que hace que funcione. Un sábado a la noche y cervezas mediante, le comento un problema y comenzamos a dibujar, hacer cuentas y armamos con unos guantes de látex, un tubo de papel higiénico, cinta y polenta el primer prototipo.
¿Cómo se transformó en producto?
IL: Lo que ideamos esa noche fue cómo debía ser la válvula, pero para hacerla se precisa cierto instrumental. La testeamos en Dinamarca y nos dimos cuenta de que, para que esto funcione, el cirujano tiene que contar con el aparatito que se lo resuelva, para que no tenga que ponerse a hacer las cuentas. Ahí comenzó a madurar la idea de hacer el dispositivo. Comencé a moverme en el mundo del emprendedurismo (INCUBATE, de CABA). Empecé a concebir la idea de un dispositivo médico que hiciera que esto fuera semiautomático. El dispositivo te permite tomar los pedacitos de la válvula y, con una serie de movimientos e instrumental específicos, construir la válvula dentro del paciente.
Luego del período de desarrollo, apareció un paciente en situación crítica, un niño con válvula no funcionado y le ofrecimos a la familia el procedimiento. Funcionó perfecto. Esta prueba de concepto nos llevó a mejorar poco a poco el dispositivo, publicamos la experiencia, y se fue consolidando la idea de un dispositivo médico y de una solución escalable.
¿Cuál es la eficacia probada?
IL: Lo hicimos en 12 pacientes y en todos reconstruimos la válvula aórtica, y funciona bien. Hemos ido a lo largo de la investigación agregando elementos importantes: en un niño, la raíz de la aorta va creciendo y ese es el principal problema, porque no podemos cambiar la válvula. Pensamos en el sobredimensionamiento, se coloca una válvula que es más grande de lo que el paciente precisa en ese momento y a medida que el paciente va creciendo se va adaptando.
¿Es una válvula para siempre?
IL: No. El problema es sacar al chico de la edad pediátrica. Después en la adultez hay otras alternativas, que son subóptimas, pero bastante aceptables. Nuestra válvula dura algunos años porque el tejido que usamos (propio del paciente) no tiene la misma estructura que la válvula normal nativa. La válvula normal nativa tiene un millón de años de evolución y no podemos reproducir ese tejido, es tan perfecta que tiene una forma de acordeón y células especiales que se estiran a lo largo del ciclo cardíaco y no podemos reconstruirlo hoy. Sí que pudimos imitar la estructura y entendimos cómo funciona. Usamos un tejido que envuelve al corazón, el pericardio, es una membrana resistente propia del paciente que no ofrece rechazo al paciente y cumple su función por unos años hasta que el paciente se vuelve adulto.
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¿Qué les falta para reconstruirla totalmente?
IL: Lograr el tejido de la válvula perfecto con bioingeniería de tejidos, bioimpresión. Estamos dialogando con especialistas en bioimpresión. Es un camino que, como siempre le digo a Tomy, si llegamos a lograrlo, más que pretender un Unicornio vamos a pretender un Nobel (Risas). Estamos transitando este camino. Ya tenemos resuelta la geometría, la morfología; el talón de Aquiles es el tejido.
¿Qué otros productos o servicios brindarán a futuro?
IL: El entrenamiento. La idea es que AVaTAR provea la válvula, el dispositivo que la fabrica y el entrenamiento para que el cirujano lo haga cada vez de manera más rápida y eficaz. Es un simulador.
TA: Un simulador, que es un juguete de plástico/goma en impresión 3D, un corazón donde los cirujanos pueden coser allí la válvula.
IL: Es una reconstrucción del corazón con las características de una válvula enferma mediante el cual se entrena y se reduce la curva de aprendizaje.
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¿Esto se puede hacer remoto?
IL: Sí, yo doy cursos en una plataforma argentina que se llama MIRAI 3D, que fabrica simuladores. Entrenamos a cirujanos remotamente en otras técnicas quirúrgicas. Mandamos el simulador, que tiene embebida una cámara y veo por zoom hasta el mínimo movimiento que hace cada cirujano y los entreno a distancia.
¿Cómo se sostiene la inversión?
TA: Hoy es todo inversión 3D, el costo es bajo porque el material es plástico. Nuestra idea es usar algún tipo de bioplástico.
IL: Luego se harán las matrices para producción masiva. No tiene electrónica ni un costo de producción muy alto.
TA: La gran ventaja es que podemos modificar y mejorar el dispositivo, podemos ir avanzando. Incluso en el proceso de desarrollo no vamos a asumir el costo de capital (máquinas), lo vamos a tercerizar porque te aportan tambien el ojo y el criterio del diseño y del material.
¿Cuántas personas trabajan en AVaTAR?
IL: Somos nosotros dos y dos empleados en el Reino Unido; estamos evaluando candidatos para que hagan Project Management.
Aún no son rentables, ¿no?
TA: Somos una empresa de I+D, desarrollando un producto. Apuntamos a inversoras, gente que entienda de la industria y procesos regulatorios.
IL: El time to market de un medical device es entre 8 y 10 años. Tenemos avanzados los estudios in vitro, en porcinos y los pacientes operados.
¿Cómo sigue el crecimiento de AVaTAR?
TA: La proyección es hacer bien el kit de dispositivos, nuestra visión es que el dispositivo de AVaTAR para reconstrucción valvular sea la punta de lanza para incorporar en un futuro más innovación y sumar más dispositivos médicos y ofrecer un portfolio médico para problemas médicos no sólo cardíacos.