En junio pasado, la inflación en los EEUU había sido del 9,1% interanual, una cifra histórica que no se veía desde hacía más de 40 años. Pero la reciente baja en los precios de los combustibles hacía esperar una baja durante julio, que finalmente se produjo.
El Gobierno de Joe Biden anunció que el índice de precios al consumidor de julio registró un incremento del 8,5% en comparación con el mismo mes de 2021, lo que da respiro a una economía que acaba de entrar en recesión técnica (registró bajas en su PIB durante dos trimestres consecutivos).
De todos modos, ese indicador se encuentra lejos del 2% habitual de inflación para los EEUU que, además, es el objetivo del Gobierno, y sigue cerca de las peores marcas de las últimas décadas.
Los datos anualizados muestran que el mes pasado los combustibles verificaron un aumento del 75,6%; puntualmente la nafta, un 44%; el servicio público de gas, un 30,5%; y la electricidad, un 15,2%. Pero los aumentos en la nafta se desaceleraron: tras haber llegado a US$ 5 dólares el galón, en julio bajó U$ 1, en promedio.
Con respecto a junio, la inflación se desaceleró fuertemente. En julio había sido del 1,3% frente a mayo, pero en julio avanzó apenas un 0,2%. En tanto, el IPC subyacente (sin los movimientos coyunturales de combustible y alimentos) se mantuvo en un 5,9% interanual (+0,3% contra junio).
Aunque claramente esta baja se explica principalmente por la caída en los precios de los combustibles, el Gobierno de Biden suma a la ecuación su fuerte intervención en las tasas de interés. Desde marzo realizó tres fuertes subas, la última de las cuales fue de 0,75 puntos básicos, llevando la tasa al 2,25% (y llegando al 2,5%).
Por esta razón, se estima que este mes pueda no decidirse una nueva suma, llevando algo de estabilidad a los mercados emergentes, que se ven afectados cada vez que EEUU eleva sus tasas, especialmente en un marco de incertidumbre global como el actual.
