Por: Victoria Waldersee
En esta época del año, Ilene Steele, de 63 años, ya habría tenido varios viajes a sus espaldas: uno para visitar a la familia en los Estados Unidos, unas vacaciones en Italia y algunas excursiones en Londres, donde vive con su marido Mike, un terapeuta retirado.
Se habría reunido con amigos para beber y cenar, y habría disfrutado de manicuras y pedicuras con su hija.
Pero no este año, ni siquiera tras relajarse los confinamientos para frenar la pandemia de COVID-19.
«Apenas salimos, de verdad», dice esta joyera jubilada. «No hemos viajado. Pensamos en ir a Grecia -en cierto modo resultaba muy atractivo sabiendo que no hay muchos turistas- pero, para ser honestos, parecería bastante estúpida si muriera».
A medida que los casos de coronavirus aumentan de nuevo en toda Europa, los datos de gasto muestran que el miedo a la infección está haciendo que muchos consumidores de rentas más altas no derrochen. Esto supone problemas para los grupos de distribución, los fabricantes de artículos de lujo y las empresas de ocio, desesperadas por recuperar el terreno perdido.
Entre el riesgo de contraer el virus y la molestia de las medidas de seguridad -desde tener que ponerse calcetines de papel antes de probarse unas zapatillas de deporte hasta las pantallas de plástico que separan a los clientes en la peluquería-, Steele siente que la diversión de salir se ha perdido.
«Es como estar en una mesa de operaciones», dijo sobre las imágenes que había visto de restaurantes con barreras entre los comensales. «No lo disfrutaría».
Estudios de transacciones de consumo en países como Reino Unido, Dinamarca, Francia y Suecia muestran un patrón que también se ve en Estados Unidos: incluso con las tiendas ya abiertas, los consumidores de rentas altas mantuvieron sus carteras cerradas.
Los consumidores británicos que ganan 40.000 libras (51.250 dólares) netas o más al año representaron alrededor del 35% del gasto en 2019, pero el 45% de la caída del segundo trimestre de 2020, según un estudio de datos de transacciones de tarjetas de crédito realizado por el profesor de la London Business School, Paolo Surico, y otros.
«Los grupos de altos ingresos gastan en áreas con el llamado ‘efecto multiplicador’ o servicios no esenciales que emplean a grupos de bajos ingresos», explicó Surico. «Queremos diseñar una situación en la que los jóvenes y los pobres puedan ahorrar un poco más, y los mayores gasten. Pero está sucediendo al revés».
Un estudio comparativo del economista Asger Lau Andersen y otros analizó el gasto de marzo a mayo de 860.000 consumidores en Dinamarca, país que impuso fuertes restricciones al coronavirus, y en Suecia, que no lo hizo, pero registró más contagios.
Los datos mostraron que el gasto en Dinamarca disminuyó sólo un 4% más que en Suecia, y que los ancianos suecos realmente recortaron más el gasto que el mismo grupo de edad en Dinamarca.
«Nuestra interpretación es que la mayor incidencia de COVID en Suecia hizo que este grupo de alto riesgo fuera más cauteloso, a pesar de las fuertes restricciones oficiales de Dinamarca», dijo Andersen.
PRIMERAS SEÑALES
El resurgimiento del virus, junto con la eliminación de los programas de bajas temporales (ERTE en España) en algunos países podrían reducir todavía más la demanda de en el lado de las rentas bajas, en particular en sectores como el de la alimentación, que hasta ahora han demostrado ser resistentes.
Los datos obtenidos por la consultora StyleSage de las páginas web de grupos de distribución textil como Zara, Asos, Mango, Net-A-Porter o New Look en agosto mostraron que la oferta de productos con descuento era un 6-10% superior a la del año pasado y a precios un 2-4% más bajos, al adelantarse los minoristas a la caída del poder adquisitivo.
El estudio de Surico en el Reino Unido, donde se está eliminando gradualmente los planes de bajas temporales, mostró que quienes recibían beneficios del Estado volvieron a los niveles de gasto de 2019 en junio, mientras que los que no recibieron apoyo del gobierno gastaron un 30% menos que el año pasado.
Aún así, los datos de transacciones de tarjetas de la firma de análisis Fable Data muestran que las ventas minoristas del Reino Unido aumentaron en agosto, recuperándose hasta justo por encima de los niveles de 2019 a finales de mes.
Los consumidores dirigieron el gasto en entretenimiento, ocio y transporte hacia los coches, el mantenimiento del vehículo, las reformas del hogar y los artículos deportivos.
Por ahora, los establecimientos de comestibles al por menor siguen beneficiándose de que la gente coma en casa en lugar de fuera. Las ventas de frutas y verduras frescas en Alemania en Aldi, la segunda cadena de supermercados más grande de Europa, siguen siendo más altas de lo habitual, dijo una portavoz.
Pero en Portugal, donde un aumento constante de los contagios de COVID-19 desde junio ha llevado a confinamientos parciales y a una caída del turismo que amenaza a miles de puestos de trabajo, las cifras de agosto ya apuntan a una contracción en las ventas de comestibles, según la asociación portuguesa de empresas de distribución (APED).
«El consumo no sólo baja porque la gente tiene miedo de ir a las tiendas», dijo el director general de APED, Gonçalo Lobo Xavier. «También son sus finanzas lo que les preocupa».
Fuente: Reuters