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El secreto del éxito de Nacho Cuevas, el alquimista de la empanada
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El secreto del éxito de Nacho Cuevas, el alquimista de la empanada

Se suele afirmar que las crisis son en realidad oportunidades. El caso de “Nacho” Cuevas (51) es paradigmático: no solamente salió airoso del caos que significó la pandemia, si no que creó una exitosa marca de empanadas caseras: “Blink”, que no para de crecer.

Cuevas siempre trabajó en el rubro gastronómico, aunque “del otro lado del mostrador”. Fue doce años gerente comercial de Puratos, una empresa belga proveedora de materias primas para pastelerías, y otros quince en una multinacional del mismo rubro, además de haber pasado por la gerencia comercial de la compañía de chocolates Vasalissa. Sin embargo, si bien destaca que su experiencia le dio mucho conocimiento comercial y también sobre procesos productivos, siempre sintió pasión por la cocina desde chiquito.

“En el fondo siempre fui el cocinero de la familia y de los amigos. Viajé por todos lados del mundo trayendo libros de cocina a casa y siempre tuve la percepción de que sé cómo va a quedar una receta, medio que la diseño antes de empezar a probarla”, cuenta, entusiasmado.

Y cuando llegó el Covid, él y su esposa Josefina perdieron el trabajo, “Nacho” comenzó a matar las horas de la cuarentena cocinando, hasta que un día a su esposa se le ocurrió una idea que cambiaría todo. “Empanadas, tenés que empezar a hacer empanadas. Yo empiezo a agarrar grupos de WhatsApp y a mandar la info por ahí”, le dijo Josefina, que trabaja de asesora de comunicación y ahora es quien se encarga de esa área en Blink.

Acto seguido, “Nacho” fue al supermercado, compró lo necesario y regresó a su casa para comenzar a experimentar: estuvo un día sin dormir.

“Yo compraba empanadas siempre y a mí no me gustaban cómo llegaban del delivery, con la masa muy gomosa. Entonces decidí probar hacer empanadas congeladas para que la gente las haga en casa. Y envasadas al vacío, porque en ese momento el Covid era como un monstruo que te iba a agarrar”, recuerda Cuevas. Y le pusieron al negocio su primer nombre, “Empanadas en casa”.

Desde un principio, él se propuso crear una empanada con excelente materia prima y sabores que fueran una reversión de gustos tradicionales: la de jamón y queso tiene tres quesos diferentes y jamón natural horneado; la de caprese tiene tomates confitados y aceite de albahaca, por citar unos ejemplos. Incluso tiene opción vegana: una empanada calchaquí, originaria de los Valles Calchaquíes de Salta, con vegetales, quinoa y queso cheddar de almendras. “Yo siempre dije ‘mis empanadas las tienen que comer mis hijos, y yo siempre a mis hijos les di lo mejor. Eso no lo negocio”, sentencia, destacando que su producto es artesanal y no contiene químicos.

Y con el tiempo todo empezó a caminar. Un cuñado suyo le regaló un freezer; al tiempo otro amigo suyo le regaló otro freezer más; sus padres le mandaron una máquina para envasar al vacío. “Todos los que estaban cerca de nosotros sabían de cómo estábamos. Y dijimos ‘algo está pasando, eran señales que había que tomarlas como tales’. Y empezamos a venderles a amigos, amigos de amigos, y cada vez iba consiguiendo más gente”, explica el cocinero.

El negocio fue creciendo, y con el tiempo periodistas de medios importantes comenzaron a escribir recomendando “Empanadas en casa”. Particularmente, Guillermo Kellmer, en una nota en Clarín. “La nota iba a salir en diciembre de 2020, y justo se muere Maradona, así que se terminó posponiendo. Y uno o dos días antes de Pascua me llama Kellmer y me dice ‘prepárate, stockeate porque sale la nota el domingo de Pascua. Stockeate porque se va a poner bueno’. Y ahí empezó a explotar. La nota de Kellmer fue la más leída durante cinco días en Clarín, no sé por qué. El periodista me llamó después y me dijo ‘hace veinticinco años que estoy en el diario y es la nota mía más leída en la historia”, recuerda ahora Cuevas.

A los quince días de la publicación debió comprar más freezers, mientras comenzaron a contactarlos argentinos desde España y Gales para que los asesorara en el arte de hacer empanadas, emocionados por lo que leían en los medios acerca de su historia de éxito: de ser una persona desempleada en pandemia a alguien que había transformado su suerte en medio de un contexto desfavorable.

Luego de leer la nota, la hija de un conocido de Josefina, Mercedes Nielsen, se sumó al proyecto como encargada del área administrativa y financiera, y le propuso a Nacho poner un local. Con esa idea abrieron un centro de producción en Las Cañitas e invirtieron en tecnología. La idea era, por un lado, mejorar el congelado de las empanadas para que el mismo no afectara a las materias primas, y por el otro para acortar el proceso de producción, el cual sigue siendo puramente artesanal salvo por las máquinas que envasan el producto y que arman las empanadas -aunque el repulgue sigue siendo artesanal-. También se incorporaron más de diez personas para el proceso de producción, y la marca terminó de adquirir su nombre definitivo: “Blink”, que según explica Cuevas “es como el guiño de ojos en las historietas, es como guiñarle el ojo a las personas que nos acompañaron en este proceso”.

Nacho Cuevas empanadas

Sin embargo, el local nunca llegaría a abrirse. “Me terminé inclinando por la parte industrial, porque se empezaron a enterar muchos restaurantes, clubes, mercados gourmet que nos empezaron a pedir empanadas”, enumera Cuevas, aunque admite que no descarta volver con esta idea en el futuro.

La cantidad de clientes siguió creciendo y hoy las empanadas de Cuevas se venden incluso a grandes cadenas de supermercados, como Jumbo. Blink se expande cada vez más por la provincia de Buenos Aires, pero también comienza a desembarcar en el interior del país de la mano de proveedores más regionales.

A pesar de que reconoce que “emprender en Argentina no es fácil”, Cuevas se siente feliz de haber podido dar rienda suelta a su pasión. “Yo empecé el proyecto a los 48 años. Ahora tengo 51. Yo pensaba que todo te pasaba a los 20, pero yo digo que uno siempre tiene una pasión oculta que por ahí nunca había despegado y las circunstancias hacen que eso en algún momento aflore. Yo toda la vida traté de que los fines de semana me quedaran sin laburo, pero ahora si un sábado o un domingo se me ocurrió un producto y lo tengo que hacer, voy y me súper divierto. A los 51 me considero un privilegiado”, dice Cuevas con una sonrisa.

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